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Recuperando las terrazas agrícolas perdidas de Italia

Guia Baggi
27 de julio de 2021

En la lucha de los pequeños campesinos contra la agricultura industrial, las terrazas agrícolas, con todo su encanto y beneficios ecológicos, han desaparecido del paisaje italiano. ¿Es posible recuperarlas?

Estudiantes universitarios en una terraza al norte de Italia.
Estudiantes de la Universidad de Padua visitan una terraza restaurada en el norte de Italia.Imagen: Guia Baggi/DW

"Allí hay terrazas, e incluso allí arriba”, dice Cinzia Zonta, señalando la ladera sobre el río Brenta, en el noreste de Italia.

El cultivo en bancales o terrazas, que se remonta a la Edad del Bronce, se puede encontrar en lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, como Machu Picchu, en Perú, y las terrazas de arroz de Honghe Hani, en China. Para evitar la erosión, los agricultores compartimentaban las laderas en una sucesión de rellanos y escalones que permitían cultivar incluso en terrenos montañosos.

Durante siglos, los cultivadores de tabaco construyeron terrazas en el valle del Brenta hasta 700 metros sobre el nivel del mar, colocando cuidadosamente cada piedra y cuidando el suelo. Sin embargo, al tener que competir con la agricultura mecanizada a gran escala, el cultivo de tabaco en bancales disminuyó constantemente a partir de la década de 1960.

Las terrazas de Valstagna a principios del siglo XX.Imagen: Museo etnografico del Canale del Brenta

En la segunda mitad del siglo XX, casi la mitad de la población del valle emigró a las ciudades y al extranjero en busca de mejores trabajos y oportunidades. Las terrazas quedaron desatendidas y fueron engullidas y cubiertas por árboles y arbustos.

Esfuerzos comunitarios para apoyar la agricultura a pequeña escala

Tras más de una década trabajando en el extranjero, Zonta regresó al valle del Brenta en 2013 y observó un marcado cambio en el paisaje de su infancia. Decidió unirse a la organización sin ánimo de lucro "Adopt a Terrace” (del inglés, "Adopta una terraza”), una comunidad cada vez más numerosa formada por un centenar de amantes de la montaña y de la conservación del paisaje, que tienen como misión recuperar estas estructuras agrícolas a pequeña escala.

Los propietarios de terrenos, que albergan terrazas abandonadas, firman contratos de arrendamiento de cinco años con "Adopt a Terrace”, que luego encuentra a personas interesadas en cuidarlas. La organización ayuda a descubrir y restaurar las terrazas a estos adoptantes, que son libres de utilizar la tierra para cultivar sus propias hortalizas. Hasta la fecha, el grupo ha eliminado la vegetación no deseada y reconstruido los muros de piedra, en ruinas, de unas 110 terrazas agrícolas.

Antiguas terrazas agrícolas en Machu Picchu, Perú.Imagen: Sergi Reboredo/picture alliance

El grupo está motivado por los beneficios medioambientales del enfoque agroecológico sostenible utilizado en la agricultura en terrazas, así como por su valor cultural y práctico. Aunque las terrazas agrícolas requieren mayor mano de obra que la agricultura industrial de monocultivo, los cultivos tienden a ser más diversos y el proceso implica menos residuos y fertilizantes. También se considera que pueden mejorar la calidad del suelo y aumentar la biodiversidad.

Salvando las terrazas en todo el mundo

Los cambios observados en Italia reflejan las transformaciones globales en la agricultura durante la segunda mitad del siglo XX, hacia tierras planas en las que las prácticas agrícolas mecanizadas intensivas pueden producir cultivos a gran escala.

Sin embargo, Zonta y su comunidad de seguidores de las terrazas no están solos en su misión. En las últimas décadas ha habido un movimiento de investigadores, arquitectos, agricultores y entusiastas de todo el mundo que trabajan para encontrar formas de preservar los bancales.

En Japón, han surgido varias iniciativas desde los años 90 para preservar los arrozales abancalados en ruinas, conocidos como "tanada”. Eiji Yamaji, profesor emérito de estudios medioambientales de la Universidad de Tokio y presidente de la Asociación de Investigación de Tanada, lleva 20 años visitando Oyama Senmaida, en la prefectura de Chiba, varias veces al año para plantar, escardar, trillar y cosechar arroz en terrazas. 

Yamaji cuida una de las 150 parcelas que la Sociedad de Preservación de Oyama Senmaida cede para el cuidado a los vecinos de la ciudad, bajo la dirección de los pocos expertos que quedan en esta práctica agrícola.

Arrozales en Oyama Senmaida.Imagen: Ryohei Moriya/AP Photo/picture alliance

Pia Kieninger visitó Oyama Senmaida por primera vez en 2004, como estudiante de doctorado de la Universidad de Recursos Naturales y Ciencias de la Vida de Viena, para investigar las especies vegetales y animales que habitan los arrozales en terraza. Allí descubrió que los vecinos de la ciudad pagaban unos 300 euros al año por trabajar en la tanada, a cambio de una parte de la cosecha de arroz, y que lo hacían principalmente por amor al paisaje.

Lugares florecientes de biodiversidad

Muchos están cautivados por la biodiversidad existente. Las familias con niños vienen a ver ranas e insectos como la luciérnaga Heike. Según un estudio de 2013, se calcula que los arrozales de todo Japón albergan 5.668 especies animales y 2.075 vegetales.

En Valbrenta, el municipio que se extiende a lo largo del valle del Brenta, la vegetación ha crecido tanto en algunas terrazas que algunos se preguntan si tiene sentido despejarlas para restaurar el terreno y los muros de piedra. Pero Kieninger aboga por preservar tanto los entornos naturales como las tierras cultivadas. "Un mosaico de diferentes hábitats es lo mejor para la biodiversidad”, afirma.

Arrozales en Oyama Senmaida, Japón.Imagen: Koji Ito/AP Photo/picture alliance

"Los sistemas agrícolas en terraza contribuyen a la preservación de la biodiversidad, tanto de los cultivos como de las especies naturales”, afirma Antonio Sarzo, profesor de geografía de secundaria, que vive no muy lejos de la región de origen de Zonta. Sarzo ha producido un documental en el que explora las numerosas criaturas que habitan los muros de piedra seca. Los insectos y reptiles utilizan las grietas como refugio y pueden desplazarse rápidamente por la pared para llegar a lugares que de otro modo serían inalcanzables.

Rentabilizando las terrazas

Los campos en terraza promueven la biodiversidad y aportan otros beneficios al ecosistema, pero para ello es crucial que sean económicamente viables, según Mauro Varotto, profesor de geografía de la Universidad de Padua, que visita terrazas restauradas en Valbrenta con sus estudiantes para investigar sobre el terreno.

"Las terrazas más sanas de la actualidad en Europa son las que se dedican a la producción de vino, porque su rendimiento cubre los elevados costes de mano de obra que conlleva su mantenimiento”, explica Varotto. Calcula que unas tres cuartas partes de las 320 hectáreas (3,2 kilómetros) de terrazas que antaño cubrían el valle del Brenta han desaparecido bajo la vegetación. 

Las vides de Zonta en su terraza adoptiva.Imagen: Guia Baggi/DW

En Valbrenta, Zonta es testigo a diario de la cantidad de vida que hay en los bancales. Casi todas las mañanas encuentra un corzo durmiendo en su terraza adoptiva. Cultiva variedades antiguas y raras de melocotones, guisantes, vides y azafrán. Para ello no emplea pesticidas ni fertilizantes industriales. Zonta dice que se siente orgullosa cuando ve volar a las abejas.

Espera que los esfuerzos de su organización por recuperar las terrazas tengan también un impacto positivo en la economía local y el medioambiente. Junto con otros compañeros que han adoptado terrazas, además de numerosos proyectos educativos y culturales, está creando un negocio de venta de azafrán, frutas y verduras procedentes de las terrazas locales. "Queremos que la gente vuelva a vivir en el valle”, señala.

(ar/ers)