El Süddeutsche Zeitung, de Munich, apunta: "Amenazas, peleas, reconciliaciones; desde hace tiempo, todo eso forma parte del repertorio standard en la pugna sobre el programa nuclear iraní. Los gobernantes de Irán saben que inquietan seriamente a Occidente con sus ambiciones atómicas. Si ha de renunciar al enriquecimiento de Uranio, Irán quiere conseguir el precio más alto posible por dicha concesión. (...) Sin embargo, los que gobiernan en Teherán deben tener cuidado de no estirar demasiado la cuerda. (...) Si los mullahs efectivamente producen esta semana gas de uranio en la planta atómica de Isfahan, se habrían pasado de la raya."

Tanteando terreno

Die Presse, de Viena, comenta: "Los estrategas de Teherán tantean, palmo a palmo, su margen de movimiento. Todavía no han comenzado a enriquecer uranio y, con ello, a producir el material básico para la bomba atómica. Todavía se encuentran en la etapa previa de la escalada: se proponen transformar mineral de uranio en hexafluorido de uranio, lo cual es condición para un posterior proceso de enriquecimiento. El juego tiene dos facetas peligrosas: o bien los mullahs subestiman la determinación de Occidente y provocan una nueva guerra, o consiguen efectivamente contar con la bomba atómica."

Tensión interna y externa

Il Messagero, de Roma, opina: "La crisis atómica configura el marco para la salida de la presidencia de Mohamed Jatamí y el ocaso de la época de reformas que emprendió en 1997, y determina los primeros días de la presidencia de Mahmud Ahmadineyad. (...) El ex alcalde de Teherán hereda un escenario difícil de manejar, ahora que se alza la amenaza de la mayor crisis entre Irán y Occidente desde los tiempos de la fatwa dictada contra Salman Rushdie en 1988. También de pronto se ha vuelto tensa la situación interna, desde que estalló un explosivo ante las representaciones de la British Airways y Britisch Petroleum en Teherán, y pocas horas después se produjo el asesinato Massud Mokadass, un juez ultraconservador."