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Caída del Muro de Berlín: 20 años después

Enrique López Magallón5 de noviembre de 2009

El ex ministro de Exteriores de Alemania Occidental, Hans-Dietrich Genscher, le cuenta a DW cómo vivió el día en que le dijo a miles de alemanes del Este refugiados en Praga que podían salir del país.

Cerca de 4.000 personas se refugiaron en la embajada de la RFA en Praga.Imagen: AP


La Guerra Fría que siguió a la Segunda Guerra Mundial partió en dos a Europa. El Este y el Oeste estaban separados por la Cortina de Hierro, que dividía a Alemania por la mitad. La división de Alemania en la República Federal de Alemania (RFA: Alemania Occidental) y la República Democrática Alemana (RDA: Alemania Oriental) culminó en 1961 con la construcción del Muro de Berlín. Muchos refugiados de Alemania Oriental murieron en sus intentos de cruzar la frontera hacia Alemania Occidental, por lo cual algunos intentaron cruzarla a través de países fronterizos. A finales de los 80, cientos de alemanes de la ex RDA buscaron desesperadamente refugio en la embajada de la RFA en Praga, la capital de la entonces Checoslovaquia comunista, generando así un incidente diplomático que pavimentó el camino para la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, y la reunificación alemana, casi un año después.

DW: Sr. Genscher, usted mismo huyó en 1952 de la ex RDA. ¿Cómo se sintió cuando les comunicó a los refugiados en la embajada alemana en Praga que podían viajar hacia Alemania Occidental?

Hans-Dietrich Genscher: Para mí tuvo, por supuesto, un significado muy especial. Entendía muy bien los motivos de las personas que tenía delante mío, ya que yo mismo recorrí ese camino, aunque en una situación totalmente diferente, pero con el deseo de vivir en libertad. También sentí la desesperación de la gente ante la llegada del frío de octubre, sin saber cómo iba a terminar aquello. Y poder transmitirles ese mensaje fue algo maravilloso, y estoy agradecido por poder haber cumplido con ese papel. Yo sabía que ese mensaje era más que el anuncio de que estaba permitido salir del país. También tuve que decir que los trenes iban a transitar por la RDA.

¿Usted tuvo que decirlo?

Tuve que decirlo porque quería decir abiertamente lo que iba a suceder. Luego de que dije que las familias con bebés viajarían en el primer tren, y que los trenes pasarían por Dresde hacia Hof [en Alemania Occidental], la gente comenzó a gritar “¡No, no se puede confiar en ellos!”. Entonces les dije: “Les doy mi garantía personal de que no va a sucederle nada a ustedes ni a sus familias. Ustedes saben bien que yo recorrí el mismo camino.”

Eso fue muy importante para la credibilidad de lo que les comunicaba. Yo creía firmemente en lo que les decía. Y creía que la Unión Soviética y mi colega – de quien hoy puedo decir que es mi amigo – Eduard Shevardnadze, así como el ex ministro de Exteriores de la RDA, Oskar Fischer, a quien conocí como un interlocutor confiable y con quien había negociado recientemente las salidas, cumpliría con su palabra.

Refugiados de la RDA cruzan el cerco hacia la embajada de la RFA en Praga.Imagen: AP

¿Berlín Occidental había estipulado que los trenes debían pasar por la RDA, o fue una concesión que hizo el gobierno de la RFA?

No, la delegación de Alemania Oriental lo decidió por sí misma. Durante nuestras conversaciones habíamos hablado sobre las diferentes posibilidades de hacerlo. Y en Nueva York, Oskar Fischer dijo que, en principio, había dos posibilidades: la primera era que los trenes pasaran por la frontera entre Baviera y la ex Checoslovaquia, y que el personal consular llegara antes a la embajada en la RFA para sellar los pasaportes de los pasajeros. La segunda era que los pasajeros pudieran entrar a la embajada de la RDA en Baviera y que las autoridades consulares de la RFA sellaran allí sus pasaportes. El tema era que la RDA pudiera demostrar su soberanía, o que los trenes pasaran por un momento por la RDA.

Yo no esperaba, en realidad, que la RDA se decidiera por la segunda alternativa. Porque estaba claro que si esos trenes, con cientos y hasta miles de refugiados, pasaban por la RDA, la situación se podía descontrolar. Y eso es lo que pasó. Pero ese era el trato, y ahora yo tenía que intentar convencerlos. Eso fue seguramente lo que contribuyó a mi credibilidad, que esa gente pudiera decirse a sí misma “Bueno, él de algún modo también es uno de nosotros.”

Hans-Dietrich Genscher también huyó de la RDA.Imagen: DW

Antes de dar ese comunicado en Praga, usted había estado en Nueva York. Recién mencionó el hecho de que también estuvo presente en las negociaciones con Shevardnadze y los representantes de Alemania del Este. ¿Había recibido ya un claro “sí” de Moscú?

Para mí, escuchar las palabras “Yo lo ayudaré” de parte de Moscú fue como escuchar un “sí”. Pero poco antes de salir del hotel para tomar mi vuelo a casa, nuestra delegación recibió un mensaje acerca de que la representación permanente de la RDA en Bonn me explicaría los detalles al día siguiente, que era un sábado, el 30 de septiembre. Eso quería decir que el asunto había sido aprobado en su esencia. Ahora se trataba de elegir la ruta, y allí se dio a conocer que los trenes pasarían por la RDA. Entonces dije que yo tenía que acompañarlos [a los refugiados]. De todos modos, a último momento – yo a todo esto ya me encontraba en la embajada de Praga – la RDA me pidió no viajar en el tren. No insistí porque lo que quería era convencer a la gente, y no poner en peligro el acuerdo por esta cuestión. Por supuesto que en Berlín Oriental había gente que no aprobaba esta decisión.

Mirando atrás, ¿se podría decir que el Muro de Berlín ya había caído en Praga?

En todo caso, en Praga el Muro recibió un duro golpe. Hay que recordar que justo 20 días antes, el 10 de septiembre, Hungría había abierto sus fronteras a los refugiados. Hubo fuertes protestas contra este hecho de parte del gobierno de la RDA. Pero esos refugiados de Praga habían huido con la aprobación de la RDA. Eso significa que en los 20 días siguientes, menos de tres semanas, la RDA dio un giro que anulaba esencialmente el Muro. El Muro de Berlín había sido construido en 1961 porque los líderes de la RDA habían perdido en la competencia entre los dos sistemas. La gente se escapaba. Y si el pueblo huía, bueno, alguien tenía que impedirlo. Y ahora ni siquiera eso funcionaba. Eso fue un golpe fundamental para el Muro.

¿Cuán fuerte era la animosidad entre el Este y el Oeste en ese momento?

Sí, siempre habíamos hablado de que teníamos que disipar la enemistad de las relaciones Este-Oeste. Eso no iba a acabar con las diferencias entre un orden libre y democrático y un orden socialista, pero sí se pudo lograr a través de acuerdos como el Pacto de Varsovia, del acta final de Helsinki y por medio del trabajo conjunto para crear una base de confianza. Fue muy importante el hecho de que en Moscú se produjera una especie de revolución desde arriba a través de Gorbachov y Shevardnadze, así como de [Alexander] Yakolev, quienes bajo el lema de Glasnost y Perestroika querían una apertura de la Unión Soviética hacia el mundo, con todas las consecuencias que eso conllevaría en las esferas del poder. Eso tuvo un gran impacto.

Y los sucesos del 30 de septiembre de 1989 tuvieron lugar con ese trasfondo. Los medios de la RDA restaron importancia a las oleadas de refugiados hacia las embajadas de Europa Occidental y criticaron severamente el proceder del gobierno de la RFA. ¿Cómo se sintió ante esas críticas en aquel momento?

Las ví como el último intento desesperado de un gobierno que había dejado de ser creíble para su propio pueblo. Siempre hubo demandas de la RDA para que yo cerrara la embajada.

Les respondí que no tenía intención de erigir otro muro alrededor de las embajadas alemanas en el área que se hallaba bajo control soviético. Porque era nuestra responsabilidad, nosotros [el gobierno de la RFA] creíamos en una única nacionalidad alemana. Había fuerzas poderosas que querían que reconociéramos una nacionalidad aparte. Pero para mí estaba claro que dos nacionalidades no era lo que quería el pueblo alemán, y las consignas de “Nosotros somos el pueblo” y “Somos una sola nación” en las calles de la RDA lo documentaban.

¿Podía imaginarse en ese momento que pronto caería el Muro de Berlín?

El gobierno de la RDA no iba a poder soportar lo que había sucedido en Praga. Nadie podía decir cuándo ni en qué circunstancias pasaría, pero, en el fondo, ese fuerte golpe asestado al Muro tenía que tener un efecto duradero.

Los alemanes del Este y los del Oeste han vivido juntos durante los últimos 20 años. Pero la reunificación aún no se realizado del todo en las mentes de mucha gente. ¿Cómo ve el proceso de la reunificación hoy?

Bueno, a veces escucho que está en la mente de mucha gente. No sé cuánta gente lo ve así. Puede ser que haya algunos que lloran los viejos tiempos, pero con la ventaja de tener el privilegio de vivir en una sociedad libre.

Tengo la impresión de que la unidad está mucho más avanzada de lo que quisieran algunos. Para mí, es especialmente alentador lo que sucede cuando hablo en universidades o paso un tiempo con gente joven, ya que ellos saben exactamente que el destino de sus padres era la separación. Pero el futuro, que es su vida, es un futuro compartido. Lo tienen que enfrentar juntos, y por eso la mirada hacia el futuro es una mirada conjunta. Eso nadie puede negarlo.

Autora: Cordula Denninghoff/ Cristina Papaleo

Editor: José Ospina Valencia

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