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La crisis institucional en América Latina

Emilia Rojas Sasse29 de abril de 2005

El caso de Lucio Gutiérrez se suma a larga serie de "presidencias fallidas" en América Latina. Un experto del Instituto de Estudios Iberoamericanos de Hamburgo analiza las raíces de la inestabilidad.

Masivas protestas acabaron con la presidencia de Lucio Gutiérrez en Ecuador.Imagen: AP

"Quito, Buenos Aires, La Paz, y nuevamente Quito. Las imágenes parecen repetirse: manifestaciones contra el gobierno, violencia política en las calles y presidentes forzados a entregar el poder o a huir". Con esta constatación comienza el análisis efectuado por el politólogo Detlef Nolte, del Instituto de Estudios Iberoamericanos, con sede en Hamburgo. El académico alemán se adentra en las causas de la sostenida inestabilidad en América Latina y subraya la falta de confianza de la población en sus instituciones, comenzando por los partidos políticos. La Iglesia parece ser la excepción a la regla, pero hasta la televisión sale mejor parada en las encuestas del Latinobarómetro que otros pilares de la democracia, como el parlamento, la Justicia o el gobierno.

Prof. Dr. Detlef Nolte, del Intituto de Estudios Iberoamericanos.Imagen: Detlef Nolte

Los "golpes de la calle"

Ante este trasfondo, Nolte se pregunta si la democracia no habrá sobrevivido en muchos lugares de América Latina sólo debido a la ausencia de alguna alternativa más atractiva. Pero, al mismo tiempo, relativiza en cierta medida el pesimismo, destacando que "la mayoría de los latinoamericanos no respaldaría por ningún motivo un régimen militar y considera que éstos pueden resolver menos problemas que la democracia". Ése es un cambio perceptible desde el restablecimiento de la democracia en la mayoría de los países del continente en la década del 80. Si bien es larga la lista de "presidencias fallidas", a partir de entonces son pocos los casos de golpes militares propiamente tales. La mayoría de los jefes de estado que no han podido terminar su período han enfrentado procesos de destitución o han sido víctimas de la presión de las protestas ciudadanas.

Bolivianos celebran la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada.Imagen: AP

"Tal parece que el ruido de sables o los llamados a las puertas de los cuarteles han sido reemplazados por movimientos sociales de protesta como catalizadores para el derrocamiento de gobiernos", apunta el académico del Instituto hamburgués. Hoy en día se habla de los "golpes de la calle", término acuñado por el politólogo y columnista Rosendo Fraga. Nolte retoma la discusión sobre si los sistemas presidenciales existentes en la región son un problema para la estabilidad institucional. Y concluye que no se los puede considerar una causal. "Se puede postular la tesis de que las crisis institucionales de Bolivia y Ecuador habrían sido por lo menos igual de graves con una democracia parlamentaria", indica, agregando: "Otras democracias, como las de Chile y Uruguay, funcionarían en forma igualmente eficiente con un sistema parlamentario como lo hacen ahora con uno presidencial".

El trasfondo económico

¿Cuál es pues el trasfondo de la inestabilidad? Nolte llega a la ya célebre conclusión: "It's the economy, stupid!" Según señala, "las esperanzas de una significativa mejora de la situación económica ligadas al retorno de la democracia no se cumplieron". Pese a la relativa recuperación de los años 90, los frutos de las estrategias neoliberales no fueron suficientes como para marcar una nueva tendencia. En términos absolutos, en el 2004 había incluso más pobres que en 1990. De acuerdo con estimaciones de la CEPAL, el 42,9% de la población del continente vive en la pobreza. Y esa es una base sumamente frágil para edificar una democracia estable.

Pobreza en Río de Janeiro.Imagen: AP

A juicio del politólogo alemán, los resultados de la política económica han tenido un efecto más bien negativo en la mayoría de los países latinoamericanos, convirtiéndose en uno de los factores causales de las crisis políticas. "Las reformas neoliberales de los años 80 y 90 restringieron el margen de acción de la esfera política, incrementando la influencia de actores no legitimados democráticamente", apunta Nolte, concluyendo que los latinoamericanos, en su gran mayoría "desean un Estado activo, porque un Estado fuerte y autónomo es, al mismo tiempo, la premisa para reducir la desigualdad social y la pobreza y para fortalecer la confianza ciudadana en la política y la democracia".

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