Turquía busca alcanzar dos objetivos al enviar tropas a Siria: repeler a Estado Islámico y evitar que los kurdos conquisten territorios. Esta estrategia está siendo severamente criticada.
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Considerando el implacable proceso de persecución que ha tenido lugar en Turquía, no solamente contra los artífices del golpe de Estado frustrado el 15 de julio o sus posibles cómplices, sino también contra periodistas críticos, políticos y funcionarios públicos adversarios del oficialismo, no es de extrañar que el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan haya recibido un respaldo casi unánime cuando ordenó que sus tropas incursionaran en Siria. Hasta el líder de la oposición, el kurdo Kemal Kilicdaroglu, del centroizquierdista Partido Republicano del Pueblo, describió la moción como una medida necesaria para poner coto a Estado Islámico.
El miedo, mal consejero
Pero ese heterogéneo frente patriótico que se armó para celebrar la decisión de Erdogan se agrietó rápidamente. Pronto se oyeron voces reprochándole que hacía muy poco para desmontar las células de Estado Islámico en el corazón de Estambul y que estaba instrumentalizando la lucha contra el terrorismo para avanzar en su agenda antikurda. No obstante, desde el principio de la operación militar estaba claro que Ankara perseguía dos objetivos simultáneamente: repeler a Estado Islámico y evitar que los kurdos controlen un territorio continuo al sur de la frontera turca.
Desde 2015, las regiones controladas por los kurdos en el norte de Siria han crecido considerablemente en tamaño y eso amenaza con obstaculizar el acceso de los militares turcos al espacio sirio. Por otro lado, la formación kurda Partido de Unión Democrática (PYD) es percibida por Ankara como el brazo sirio del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), activo en Turquía y catalogado como un grupo terrorista tan peligroso como Estado Islámico.
La nueva política siria de Ankara
Ankara teme que si los kurdos conquistan el norte de Siria, el PKK tendrá un refugio cerca de la frontera turca y las expectativas de autonomía de los kurdos en Turquía se exacerbarán. Por su parte, organizaciones pro-kurdas, como el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), sostienen que la presencia militar turca en suelo vecino no le sirve de nada ni a los sirios ni a los turcos, subrayando que la nueva política de Ankara para Siria –aprobada cuando los parlamentarios turcos estaban de vacaciones– es tan errada como la anterior.
Metin Gürcan, de Al-Monitor, un sitio web que analiza el acontecer en el Cercano Oriente, se pregunta si el Gobierno de Erdogan tiene un plan claro. Y es que, según Gürcan y otros observadores, la incursión turca en Siria puede terminar convirtiéndose en una aventura militar de consecuencias impredecibles. Yusuf Kanli, de la versión inglesa del diario “Hürriyet”, va más allá: “Si Turquía amplía su radio de operaciones y deja pasar el momento apropiado para retirarse, Siria puede transformarse para Ankara en lo que Vietnam terminó siendo para Washington”.
La nueva Turquía
El 7 de agosto se organizaron concentraciones multitudinarias en ochenta ciudades turcas para condenar el fallido golpe contra el Gobierno; un punto y aparte en el proceso de exacerbación del culto en torno a Erdogan.
Imagen: DW/D. Cupolo
¡A la calle!
Durante la intentona golpista del 15 de julio, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, instó a sus simpatizantes a impedir que los militares derrocaran al partido gobernante, el AKP. El mandatario ha atribuido su permanencia en el poder a quienes salieron a apoyarlo en las calles, y, a lo largo de las últimas tres semanas, ha convocado a vigilias nocturnas para defender la democracia.
Imagen: DW/D. Cupolo
Un aire de reivindicación
El 7 de agosto se organizaron las últimas concentraciones: dos millones de personas se manifestaron en Estambul y 10.000 en Ankara. En otras 78 ciudades, los seguidores del AKP –el primer partido de tendencia islamista en sobrevivir a un golpe– celebraron lo que a sus ojos es un triunfo sobre los cíclicos proyectos de derrocamiento y sobre una Constitución secular.
Imagen: DW/D. Cupolo
Optimismo de cara al futuro
En el discurso que ofreció en Estambul, el presidente prometió “reconstruir a Turquía desde cero”. Lale Alici (que no aparece en la imagen), una agente de bienes raíces asentada en Ankara, ha asistido a todas las concentraciones pro-Erdogan. A su juicio, “el desarrollo de Turquía se acelerará cuando culmine la purga oficial porque los infiltrados ya no serán una carga para el país”.
Imagen: DW/D. Cupolo
“Seremos una potencia”
Atalay no aparece en la foto y no quiso dar su nombre completo a pesar de que su declaración no lo compromete a los ojos del Estado. Al contrario: “Erdogan le está diciendo al resto del mundo que estamos aquí y que seremos una potencia. Y aunque no le guste, tendrá que aceptarlo. El mundo va más allá del G7”, dijo el diseñador de interiores.
Imagen: DW/D. Cupolo
La exclusión del HDP
Aunque la concentración de Estambul fue descrita como un acto en defensa de la democracia, la participación del pro-kurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP) fue prohibida. “Como kurdo, yo no puedo asistir a esas manifestaciones porque no me siento seguro”, señaló Havva Ozcan (quien no aparece en la foto), codirector de Tuhad-Fed, una organización que defiende los derechos de los presos.
Imagen: DW/D. Cupolo
“Socialismo temporal”
Según Ozcan, las concentraciones pro-Erdogan recibieron respaldo integral del Gobierno, mientras que otras manifestaciones han sido prohibidas. Los seguidores del AKP tuvieron acceso gratuito a agua y alimentos. De hecho, para estimular las movilizaciones, también el sistema de transporte público ha sido gratuito en Ankara y Estambul. “Esta es una suerte de socialismo temporal”, sostiene Ozcan.
Imagen: DW/D. Cupolo
El auge de las redes sociales
Las redes sociales, bloqueadas durante las emergencias nacionales, han tenido un auge desde el golpe. La alocución de Erdogan via FaceTime fue memorable –y le fue políticamente útil–, pero ahora circulan hasta videos de Periscope que muestran episodios de violencia policial. Para la oposición, el Gobierno apenas tolera la actividad en las redes sociales porque le conviene en este instante.
Imagen: DW/D. Cupolo
Lo que está en juego...
La actividad comercial se ha reducido. Algunos bares en el centro de Ankara han tenido menos clientes desde que empezaron las concentraciones pro-Erdogan. “Los negocios han sufrido, desde luego. Pero lo que está en juego va más allá del dinero”, admite Can, propietario de una taberna en Kizilay. “Estas manifestaciones son un indicio de que pronto vendrán cosas peores”.
Imagen: DW/D. Cupolo
“Un entrenamiento”
Algunos perciben las concentraciones como una manera de consolidar la base de apoyo del AKP. Mohammed, un refugiado sirio que fue testigo del último golpe en Egipto y ahora vive en Turquía, dijo creer que las manifestaciones pro-Erdogan eran “un entrenamiento” para sus seguidores y que el presidente no tardaría en pedirles que se organicen contra grupos que su Gobierno desaprueba.
Imagen: DW/D. Cupolo
Rebautizando espacios públicos
Desde la plaza Kizilay de Ankara (la foto la muestra después del golpe fallido) hasta el puente sobre el Bósforo en Estambul, lugares prominentes a todo lo largo y ancho de Turquía están siendo rebautizados para honrar a quienes perdieron la vida durante la intentona. Ahora, quienes crucen del lado europeo de Estambul hacia el lado asiático lo harán transitado el puente “Mártires del 15 de julio”.