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La esfumada gloria de Berlusconi

ers.16 de diciembre de 2003

El primer ministro italiano presentó un positivo balance de su gestión en la presidencia de turno de la Unión Europea, pese a las críticas de los eurodiputados por no haber podido sacar a flote la constitución de la UE.

Miradas escépticas ante el balance de la presidencia italiana de la UE.Imagen: AP

A la hora del balance, todo depende de quién lo lleve a cabo. Tal es así que el primer ministro italiano presentó ante el Parlamento Europeo un recuento muy positivo de su gestión de seis meses en la presidencia de la UE. Distinta es la visión de muchos de los eurodiputados, especialmente liberales y verdes, que lanzaron un torrente de críticas contra Silvio Berlusconi.

Meta incumplida

Objetivamente, la gran meta del semestre no se cumplió. Por el contrario; en lugar de haber dado luz verde a la primera Constitución europea, los socios de la UE -y los que están a punto de convertirse en tales- terminan el año más divididos que de costumbre en aspectos esenciales para la futura marcha de la integración del viejo continente.

El fracaso de la última cumbre de Bruselas fue estrepitoso. De poco sirve que Berlusconi, haciendo gala de su implacable optimismo, exhorte a no dramatizar las cosas. Tampoco sirve de consuelo que se haya conseguido acuerdo en 82 puntos, como recalcó el primer ministro italiano. No se logró lo fundamental, que era conseguir un reparto ponderado de votos para hacer viables las decisiones por mayoría en determinadas materias. Y eso es imprescindible para que el club europeo pueda funcionar con cierta eficacia cuando pase a contar con 25 miembros. Concretamente, el borrador constitucional proponía un mecanismo de mayoría simple de países que, a su vez, debían contar con el 60% de la población de la UE. Un sistema que no aceptan España ni Polonia, por considerar que los perjudica con respecto a lo resuelto años atrás en Niza.

Muchos chistes y pocos resultados

Cierto es que resulta preferible dejar el asunto en tablas que transigir para lograr un acuerdo a toda cosa, por malo que fuese. También el gobierno alemán considera que había que optar por el mal menor. Pero eso no quita que el desenlace haya sido un desastre para la UE y para el propio primer ministro italiano. Por lo tanto, éste tuvo que aguantar diversos reproches de la euro-cámara en cuanto a su poca habilidad negociadora. Un eurodiputado lo acusó incluso de no haber aportado mucho más que un par de chistes malos en la cumbre de Bruselas.

Pero Berlusconi no sería Berlusconi si no estuviera acostumbrado a pasar las críticas por alto y a seguir como si nada. En su opinión, los logros de su período servirán de base para seguir negociando sobre la Constitución, aunque ni él se atreve ya a vaticinar que el resultado se logre durante el próximo período, bajo al presidencia irlandesa. En consecuencia, no debería extrañarle que algunos piensen en la posibilidad de acelerar por su cuenta la integración, pese a que el primer ministro italiano considera un error dividir a Europa en dos ligas.

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