El rebrote del coronavirus ha agudizado los graves problemas que por décadas han golpeado a la capital cubana, indica Yoani Sánchez en su columna.
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La Habana está ante el espejo de la pandemia y la imagen reflejada genera mucha preocupación. Con varios focos de contagio abiertos en su territorio, ahora el desabastecimiento, los problemas higiénicos, las dificultades en el suministro de agua y el hacinamiento dificultan significativamente frenar el avance del COVID-19.
En la principal urbe de la Isla está quedando en evidencia que no bastan las medidas punitivas oficiales para evitar las aglomeraciones sociales si cada día las familias deben salir a buscar lo que van a comer durante esa jornada a falta de la posibilidad de abastecerse por un largo tiempo. Ni siquiera el toque de queda decretado desde hace más de dos semanas, y que entra en vigor a las siete de la tarde y hasta las cinco de la madrugada, ha logrado bajar significativamente los números de infectados.
Las autoridades también han impuesto el control casi milimétrico para saber en cuál tienda y qué productos compra cada habanero, a través de las aplicaciones móviles Portero y Cola.cu de las que echan manos los policías, militares o voluntarios con brazaletes que custodian las filas. Pero tampoco así han podido impedir que la ansiedad por alcanzar los alimentos lleve cada mañana a multitud de personas ante los locales donde esperan conseguir algo tan básico como un poco de pollo congelado, aceite vegetal, salsa de tomate, jabón para bañarse, detergente o la desaparecida pasta dental.
Con millones de pesos cubanos recaudados a través de las miles de multas impuestas, tampoco se ha frenado la reventa de productos en el mercado informal, los "coleros” que viven de comercializar su turno en las largas filas o el desvío de recursos del sector estatal que abastece las redes informales. Las prácticas que han existido por décadas en la capital ahora se camuflan o sumergen -aún más- pero no desaparecen. Porque para esta ciudad el entramado ilegal es como una red de vasos sanguíneos que la mantienen viva desde que el centralismo y estatización se apropiaron de buena parte de su economía.
El distanciamiento social, tan recomendado por las autoridades sanitarias para frenar los contagios, resulta una quimera dolorosa en las miles de cuarterías que existen en sus 15 municipios. Familias divididas por un simple tabique, varias generaciones que conviven en unos pocos metros y vecinos que comparten el lugar donde lavan, el servicio sanitario y el estrecho patio donde tienden la ropa son las más vulnerables. Si se le agrega, además, los barrios donde por días no llega el suministro de agua, la situación toma tintes muy alarmantes.
Incapaz de poder aliviar ninguno de esos problemas, el Gobierno ha optado por los castigos. Los juicios ejemplarizantes llevan semanas abarrotando los tribunales y en esos procesos exprés se juzga lo mismo a alguien que compró varias veces una mercancía y puede ser considerado un "acaparador”, hasta el que se bajó la mascarilla en la calle para beber un poco de agua o al que en las redes sociales cuestionó los excesos policiales multiplicados por la pandemia. Sin duda, el coronavirus ha azuzado el carácter autoritario del régimen cubano.
Preparada para los momentos de emergencia pero incapaz de provocar tiempos de normalidad, la Plaza de la Revolución ha respondido a la crisis con las estrategias que mejor conoce: dar un vuelta de tuerca represiva, aumentar la vigilancia, asustar a los ciudadanos con los tribunales y avivar los grupos parapoliciales que controlan barrios y comercios. Pero el enemigo invisible sigue ganando terreno.
Según datos oficiales hasta este domingo La Habana tenía 136 focos de COVID-19 y en numerosos barrios las cintas policiales impiden el paso de los transeúntes y la salida de los residentes. Pero una vez encerrado, las dificultades para mantener un suministro de alimentos y otros insumos en esas áreas fuerzan a muchos vecinos a evadir los controles y escabullirse en busca de comida. Una ciudad entrenada en lo furtivo o escondido siempre tiene atajos y formas para lograrlo.
Así que con el coronavirus nos hemos topado los habaneros. Un agente microscópico ha hecho más evidente las grietas sociales que recorren esta ciudad, sus profundas sombras y sus acuciantes problemas.
Medidas antipandemia: ¿Cuánta distancia física es suficiente?
El distanciamiento físico evita infecciones. Pero las reglas de distancia no tienen en cuenta todos los factores de la propagación del coronavirus, dicen ahora investigadores británicos. ¿Cuáles son las alternativas?
Imagen: picture-alliance/dpa/B. Wüstneck
¡Mantén la distancia, por favor!
Estas son las reglas contra el coronavirus tal como las conocemos: mantener una distancia de 1,5 a 2 metros de los demás, observar una buena higiene y usar mascarilla. Pero esto no tiene en cuenta la compleja realidad de cómo se propagan los aerosoles, según los investigadores de Oxford, Londres y Cambridge MA (EE.UU.)que publicaron los resultados de un estudio en el British Medical Journal.
Imagen: picture-alliance/dpa/J. Büttner
¿Tanto? ¿O más?
El Primer ministro británico Boris Johnson trata de hacer una demostración. Pero, ¿qué significa exactamente su gesto? ¿Tienen que estar las puntas de sus dedos a un metro y medio de las puntas de los dedos de la otra persona? Esa sería una interpretación razonable de la regla. Pero ya solo dos brazos miden cerca de 1,5 metros, por lo que podrían resultar fácilmente distancias mayores.
Imagen: picture-alliance/dpa/Evening Standard/L. Young
¿Basta una distancia de una oveja o dos?
La Asociación Islandesa de Criadores de Ovejas ha establecido sus propias reglas: dos longitudes de oveja son apropiadas para evitar la infección. Es válido preguntarse si las mascarillas también deben ser tejidas con lana de oveja real. Este joven pastor en Senegal puede estar tratando de averiguar la longitud de una oveja tirando de su pata trasera. Los islandeses ya saben la respuesta: 1 metro.
Imagen: AFP/J. Wessels
Espaciadores naturales
Por supuesto, esto también podría funcionar. La longitud estándar de la correa de un perro corresponde exactamente a las reglas actuales del coronavirus. ¿Podría ser una coincidencia que una correa de dos metros se prescriba normalmente para lugares donde las correas son obligatorias?
Imagen: picture-alliance/chromorange
¿De dónde viene la regla de los 2 metros?
El equipo de Lydia Bourouiba, experta en dinámica de fluidos y transmisión de enfermedades en el MIT, afirma que la regla es obsoleta. Dos metros era la distancia recomendada por el médico alemán C. Flügge en 1897. Las gotitas que había atrapado a esa distancia aún eran contagiosas. Un estudio de 1948 demostró que el 90% de los estreptococos tosidos en las gotas no volaban más allá de 1,7 metros.
Imagen: picture-alliance/dpa/PA/Jordan
Dos metros no son suficientes
El estudio de 1948 se publicó en el American Medical Journal y mostró que el 10% de los estreptococos volaban mucho más lejos: hasta 2,9 metros. Si ese fuera el caso, tal vez la gente en este prado a orillas del Rin en Düsseldorf estaría a salvo, si cada segundo círculo quedara libre. Pero espere un momento: aquí no se trata de estreptococos - que son bacterias -, sino de virus.
Imagen: picture-alliance/dpa/M. Becker
Los virus de la gripe y el coronavirus se propagan a través de aerosoles
Los virus son mucho más pequeños que las bacterias, por lo que pueden flotar durante horas. Por eso los investigadores recomiendan que la distancia entre las personas no sea el único criterio de seguridad, sino que se consideren también otros factores: buena ventilación de una habitación, que las personas lleven mascarilla y sean silenciosas, y si hablan, cantan o gritan que lo hagan suavemente.
Imagen: picture-alliance/dpa/Bayerischer Rundfunk
No cantar ni toser
Numerosos estudios recientes también han demostrado que la tos puede propulsar verdaderas cargas de virus hasta 8 metros a través del aire. Hablar o cantar en voz alta también esparce muchos aerosoles y gotitas por la habitación. Sin embargo, si la gente sólo habla en voz baja, como en una biblioteca, y se sienta al aire libre, las distancias de seguridad pueden volver a ser menores.
Imagen: Getty Images/AFP/A. McBride
¿Cuánto tiempo puedo permanecer en una habitación?
El tiempo en una habitación contaminada y el número de personas que se encuentren en ella son también factores decisivos para evaluar el riesgo de infección. Esos factores fueron tenidos en cuenta en un modelo de semáforo: en habitaciones con una alta ocupación, generalmente se debe permanecer solo por un corto tiempo, asegurarse de que estén bien ventiladas, usar mascarilla y hablar en voz baja.
Imagen: picture-alliance/dpa/S. Hoppe
En cubierta no se necesita mascarilla
Aquí, sin embargo, el semáforo del equipo de investigación británico-estadounidense estaría en verde. Afuera, la gente puede estar segura por largos períodos de tiempo incluso sin protección, siempre que haya poca gente alrededor, todo esté bien ventilado y nadie hable mucho. Pero aún así, ¿será suficiente la distancia entre las sillas aquí?