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Comienza juicio a juicio a neonazis

Marcel Fürstenau/Mirra Banchón13 de abril de 2013

Entre 2000 y 2007 mataron a 10 personas. Apenas en 2011 salió a la luz que no se trataba de actos de venganza de la mafia extranjera, sino de xenofobia. En Múnich empieza el juicio contra la célula neonazi NSU.

Uwe Böhnhard, Beate Zschäpe y Uwe Mundlos: se los buscaba desde 1998
Uwe Böhnhard, Beate Zschäpe y Uwe Mundlos: se los buscaba desde 1998Imagen: picture-alliance/dpa

El 4 de noviembre de 2011, dos personas roban en un banco de Eisenach. Se llevan 70.000 euros y huyen en bicicleta. Gracias a la descripción de testigos oculares, dos horas después del asalto la Policía se acerca a una casa rodante sospechosa. Instantes más tarde ésta es pasto de las llamas. Con ellas arden los cuerpos de dos hombres que previamente se han quitado la vida: se trata de Uwe Mundlos y Uwe Böhnhardt, dos neonazis en la clandestinidad desde finales de los 90. Hasta ese momento, nadie imaginaba la dimensión del acto criminal.

Esa misma tarde, en Zwickau, una explosión acaba con la casa en la que habían vivido ambos junto con Beate Zschäpe. La Policía encuentra ahí el arma con la que en abril de 2007, en Heilbronn, habían matado a la policía Michèle Kiesewetter.

Un video macabro

Los investigadores hallan también un video, en el cual los autores hacen gala de los asesinatos que han cometido desde septiembre de 2000. En la lista, aparte de Kiesewetter, hay nueve inmigrantes.

La grabación se vuelve la pieza clave para aclarar una serie de asesinatos que la Policía no había podido esclarecer. Nueve pequeños empresarios –ocho de origen turco y uno griego– habían sucumbido a manos del trío, que se autodenomina Nationalsozialistischer Untergrund (Clandestinidad Nacionalsocialista, NSU). El móvil de los asesinatos: xenofobia y racismo.

Salidas de tono, errores y disculpas

Hasta ese momento, los investigadores manejaban la tesis de actos de venganza en el submundo mafioso, dominado por turcos. De los “asesinatos del döner” se habló todos esos años. El nombre dado por las autoridades al caso deja entrever la hipótesis que manejaban: Operación Bósforo.

“¿Nos hemos dejado llevar por los prejuicios? ¿No debimos haber supuesto antes un móvil de extrema derecha? ¿Cómo aseguramos que el Estado alemán cumple con su función protectora en todos los estratos sociales? ¿El país ha sido justo con las víctimas y sus familias?”, preguntaba el entonces presidente alemán Wolfgang Wulff cuando el verdadero trasfondo de los crímenes salió a la luz. Un año y medio después, a las preguntas de Wulff no se les ha encontrado una respuesta adecuada, pues son demasiadas las inconsistencias de las autoridades.

Los servicios secretos conocían al grupo terrorista desde la década de los 90 y, a pesar de haberlos tenido bajo observación, habían perdido inexplicablemente su rastro. De los errores de los servicios secretos se encarga desde hace más de un año un comité parlamentario. En el verano de 2012, el por años presidente de los Servicios Secretos Alemanes (BfV) renuncia a su cargo: sus subalternos han destruido, supuestamente sin su conocimiento, importantes documentos acerca de NSU.

La canciller alemana, Angela Merkel, promete a los familiares de las víctimas una investigación a fondo. Dice sentir vergüenza y dolor. En una ceremonia en febrero de 2012, dedicada a la memoria de las víctimas, la canciller califica de “angustiante” el hecho de que, por años, las autoridades hayan buscado a los asesinos entre sus propios familiares. “Por ello pido disculpas”, dijo Merkel.

”Schmerzliche Heimat” (Patria doliente) es el título del libro que publica Semiya Simsek, hija de la primera víctima de la célula neonazi; en él cuestiona su sentimiento de pertenencia a una Alemania que no parece proteger mucho a los de su clase. “¿Cómo puedo decir que es mi hogar si aquí hay gente que no nos quiere y que se vuelve asesina sólo porque mis padres nacieron en otro país?”, acusa Simsek, exhortando a impedir, a todos los niveles, que lo mismo suceda en otra familia.

Entretanto, el proceso judicial entra en su fase decisiva. El 17 de abril arranca el juicio contra Beate Zschäpe, que se entregó a la Policía pocos días después de descubierta la NSU. Otros cuatro supuestos colaboradores de la célula neonazi se sentarán también al banquillo.

Mucho en juego

Uno de ellos es Ralf Wohleben, viejo conocido en los estratos neonazis. Fue funcionario del Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD) y mantenía estrecho contacto con la NSU. Se presume que ésta habría sido el brazo armado del partido de extrema derecha. Con todo, no está claro si las pruebas existentes puedan lograr la prohibición del NPD. Los ministros del Interior de todos los Estados federados alemanes se encuentran recogiendo pruebas acusadoras; la decisión la tendrá que tomar el Tribunal Constitucional.

Hasta eso, el juicio a la integrante de la NSU y sus colaboradores preocupa a la opinión pública también porque en la lista de los 50 medios asistentes a la sala del juicio había casi exclusivamente prensa alemana, pues habían sido los primeros en acreditarse. Un diario de Turquía llevó el caso al Tribunal Constitucional. Y éste falló a favor de la presencia de los medios turcos.

“Este proceso va a influir en la imagen de Alemania en el mundo; en algunas regiones, la va a marcar”, declaró el ministro alemán de Exteriores, Guido Westerwelle, consciente de que en los próximos días las miradas se concentrarán en una sala de la audiencia regional de Múnich.

Autor: Marcel Fürstenau / Mirra Banchón
Editor: Diego Zúñiga

Sala del Tribunal de Múnich en donde tendrá lugar la audiencia.Imagen: picture-alliance/dpa
Semiya Simsek, hija de la primera de las víctimas, Enver Simsek.Imagen: picture-alliance/dpa
Ceremonia por la víctimas, febrero de 2012 en Berlín.Imagen: picture-alliance/dpa
Ocho de las víctimas de NSU.Imagen: picture-alliance/dpa
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