Cada día nuevas prohibiciones y restricciones de nuestras libertades. ¿Hasta cuándo seguirá esto? Más rápido pasará, si nos atenemos a las reglas necesarias en esta crisis, estima Felix Steiner.
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Si me hubiera vaticinado hace una semana lo que la canciller anunció este lunes, me habría reído de usted. ¿Semejantes medidas en la Alemania moderna, en la que ponemos a la libertad individual por sobre todas las cosas? ¡Inimaginable! Puede que algo así funcione en China. También en Irán o en Rusia, o en cualquier lugar en que la gente está acostumbrada desde hace décadas al acoso estatal. ¿Pero aquí, en plena Europa? ¡Jamás!
Pero ahora está sucediendo. Y tiene sentido. Porque el número de los contagios con coronavirus explota por estos días en Alemania y los países vecinos. Nadie quiere una situación como la del norte de Italia. Allí, los médicos deben decidir, como en un hospital de campaña en medio de la guerra, en qué casos vale la pena el tratamiento o a quién deben dejar morir.
El mensaje no ha llegado a todos
Hasta aquí, todo resulta comprensible. Pero el mensaje, que es lo importante, aún no ha alcanzado a todos. Y esto, a pesar de que las conferencias de prensa que ofrecieron el jueves pasado la canciller, y el vienes varios primeros ministros, fueron más que impresionantes. Por lo menos a muchas personas que conozco les dio miedo.
Pero al parecer no ha bastado, como lo demuestra la ciertamente nada representativa mirada desde la ventana de mi sala de estar los pasados tres días: la noche del sábado, mi vecino fue a jugar a los bolos, como lo hace cada dos semanas. Disfrute grupal de pura cepa. Los jóvenes de nuestra calle participaron juntos, el sábado y el domingo, en el entrenamiento de fútbol. Y, desde que los colegios cerraron el lunes, en la calle impera un ambiente como el de las vacaciones de verano. Solo que ahora aún más niños juegan juntos afuera, porque actualmente no hay familias de vacaciones. Y el tiempo ha estado estos días soleado y templado. Es primavera.
Desde múltiples ciudades alemanas llegan imágenes y reportes similares: heladerías y zoológicos repletos el domingo, y en las plazas de juegos y los parques mucho movimiento, como si no pasara nada. Los virólogos se imaginan de una manera muy distinta la restricción de los contactos sociales al mínimo imprescindible. Por eso, lo que no funciona sobre una base voluntaria, mediante exhortaciones a la sensatez, debe ser impuesto ahora mediante prohibiciones.
Vendrán más prohibiciones
La lista de prohibiciones a nivel nacional y regional todavía tiene muchas excepciones. Por eso, un endurecimiento en los próximos días parece factible. O, mejor dicho, seguro. Basta con mirar hacia Francia, Italia o España. Allí hay entretanto verdaderos toques de queda. Y solo un determinado número de personas puede comprar simultáneamente en los mercados. Son situaciones que solo conozco de relatos de mis padres y abuelos sobre la época de postguerra.
Nadie quiere todo esto, y solo puede funcionar (si lo hace) durante un tiempo relativamente corto. Seamos pues ambiciosos: intentémoslo sin generar más prohibiciones, tomando por fin en serio las reglas ya existentes. Si, todos pagamos estos días un alto precio con las restricciones de nuestra libertad. Un precio claramente mayor es el que pagan sin embargo todos aquellos cuyo sustento financiero se ve arruinado por esta situación de excepción. Su número será tanto menor, cuanto más corto pueda ser este período.
¡Salvemos vidas!
Pero el precio mayor lo pagan aquellos a los que el coronavirus les quita la vida. Son, sobre todo, pero no únicamente, personas de edad avanzada y enfermas. Le puede tocar a cualquiera. Por esto días, ser considerado salva vidas. Por eso: ¡#FlattenTheCurve - #AplanemosLaCurva!
(ers/cp)
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