El blanco de los ataques de Lahore era la población cristiana, pero éstos mataron sobre todo a musulmanes. Cuando hasta un parque es un lugar peligroso en Pakistán, no es de extrañar que sus habitantes comiencen a huir.
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Desde la cínica perspectiva de los agresores, el atentado de Lahore fue bochornoso. Ellos tenían la intención de golpear sin contemplaciones a la comunidad cristiana en un día particularmente simbólico, el domingo de Pascua. Con ese objetivo en mente orquestaron un ataque en un parque de diversiones de esa ciudad superpoblada. El saldo del atentado, un día después: más de setenta muertos; entre ellos, 26 niños y, a los ojos de los atacantes, muy pocos cristianos.
Decir que el blanco de sus operaciones eran los cristianos era parte de una infame campaña. El grupo en cuestión, cercano a los talibanes, estaba apostando a que eso le permitiría llamar la atención, sobre todo en los países occidentales predominantemente cristianos. No obstante, volvió a quedar claro que, independientemente de quien sea el blanco de sus ataques –en Siria, Irak, África, Indonesia, Afganistán o Pakistán–, la mayoría de las víctimas siguen siendo de confesión musulmana.
No se puede decir que Pakistán tenga una jurisprudencia particularmente secular. La blasfemia sigue siendo un delito castigado con la pena capital. Y es cierto que muchos pakistaníes son fervientes musulmanes que ven con buenos ojos el hecho de que la vida pública se rija por el Corán. Pero no se puede negar que los internados cristianos son centros educativos favorecidos por las familias de la élite musulmana. El nivel de esas escuelas es innegablemente alto. Esa es la otra cara de un país complejo, que no se deja describir en pocas palabras.
Los demonios conjurados
Quien se asomó a las redes sociales después de los atentados encontró, sobre todo, consternación. Una joven musulmana escribía, por ejemplo, que todas las personas del mundo eran su hermano; otra citaba al profeta Mahoma y cómo éste condenaba ese tipo de crueldades, tachándolas de antimusulmanas. Pero al mismo tiempo prospera en Pakistán la siniestra corriente del islamismo radical –fomentado desde hace años por el Gobierno y los servicios secretos– como instrumento contra su vecino, Afganistán. En los años ochenta, cuando Afganistán era comunista y cualquier medio era válido para luchar contra la Unión Soviética, hasta Estados Unidos lo estimuló. Esos fueron los demonios que conjuraron y ahora no encuentran la manera de librarse de ellos. En años anteriores se consumaron varias ofensivas militares, pero los atentados sólo se multiplicaron.
Es de esperar que cada vez más pakistaníes intenten encontrar una mejor vida en el extranjero. Dichosos serán aquellos que cuenten con una de las numerosas becas o plazas de trabajo ofrecidas por los Emiratos Árabes o por Europa. La élite privilegiada ya le saca todo el provecho posible a esos recursos. Pero los menos privilegiados se preguntan si un campamento de refugiados como los de Idomeni no es, a pesar de todas las estrecheces, una mejor alternativa de vida que la ofrecida por Pakistán, donde una excursión familiar en un parque de diversiones puede implicar una cita con la muerte.
El terrorismo, un cáncer global (03.2016)
En Pakistán, en Afganistán, en Siria y en París, los atentados terroristas causan dolor y angustia. Los últimos datos hablan de un aumento del 80 por ciento en las muertes causadas por estas acciones.
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Europa, una víctima entre tantas
La prensa suele dar amplia cobertura a los atentados perpetrados en Europa. Pero distan de ser los únicos. Los países más afectados por el terrorismo están lejos del Viejo Continente (Irak, Afganistán, Nigeria, Pakistán y Siria, en ese orden según un informe del Instituto para la Economía y la Paz). Acá les mostramos algunos casos. Y nos faltan: Uganda, Mali, Camerún, China, Yemen, Egipto...
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Irak, donde sunitas y chiitas se odian
No pasa una semana sin que las bombas exploten en ciudades de Irak, afectando principalmente a civiles. Las disputas religiosas entre sunitas y chiitas suelen estar detrás de estas acciones, realizadas por milicianos del Estado Islámico, aunque también por miembros de Al Qaeda y otros grupos. El más reciente ocurrió en el estadio de Iskandariya, el 25 de marzo de 2016, donde 41 personas murieron.
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Pakistán, víctima del horror talibán
El último atentado en Lahore, donde un grupo talibán atacó un parque lleno de cristianos el domingo 27 de marzo, matando a 72 personas, es solo uno más en la larga lista de actos de terror cometidos en ese país. El más tristemente célebre de los ataques de los últimos años es el de la escuela de Peshawar, en diciembre de 2014, cuando seis hombres armados talibanes asesinaron a 145 estudiantes.
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Nigeria, a la sombra de Boko Haram
El grupo islamista Boko Haram, que busca crear un califato en el norte de Nigeria, tiene mala fama. Y justificada. Junto a Estado Islámico, son responsables del 51 por ciento de las muertes causadas en el mundo por acciones terroristas. Boko Haram actúa con brutalidad, atacando poblados, saqueando y quemando a la población civil, entre otras barbaridades. Desde 2009 ha matado a 14 mil personas.
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Siria, una guerra de todos contra todos
Los rebeldes, el Ejército, el Estado Islámico, el Frente Al Nusra, facciones que no responden a grandes grupos... La situación en Siria es tan delicada en términos de seguridad como cabría esperar de un país en guerra con múltiples grupos combatiendo por sus propios intereses. El ranking del Instituto para la Economía y la Paz ubica a Siria como el quinto país del mundo más afectado por el terror.
Imagen: Getty Images/AFP/L. Beshara
Afganistán y las ofensivas talibanes
Famosas son las ofensivas de verano de los grupos talibanes, que en el invierno se refugian en las regiones montañosas de Afganistán y Pakistán. Sus ataques poco a poco han derivado de operaciones contra las fuerzas de seguridad a centrarse en la población civil. Afganistán es, tras Irak, el segundo país con mayor incidencia terrorista del mundo. En 2014 hubo 4.505 muertos por esta causa.
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Kenia y Somalia, donde Al Shabaab quiere dominar
Al Shabaab desea imponer un estado islámico en Somalia. Controló Mogadiscio hasta que fue expulsado por las fuerzas somalíes, apoyadas por tropas de la Unión Africana. Si bien está en retirada, cuenta con al menos 7.000 hombres y ha perpetrado atentados también en Kenia, que apoya al Ejército somalí, y en Uganda. En septiembre de 2013 atacaron un centro comercial keniano, matando a 72 personas.