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La inteligencia no es una cuestión de raza

Cristina Papaleo1 de abril de 2006

Según un profesor de psicología británico, los alemanes serían los europeos más inteligentes. ¿Puede afirmarse que hay naciones más inteligentes que otras? DW-WORLD habló con un experto.

Ni el CI ni la raza determinan la inteligencia de un ser humano.

Las investigaciones de Richard Lynn, un profesor emérito de Psicología de la Universidad del Ulster, Irlanda del Norte, se conocen desde hace varios años. Ahora, en su libro Race Differences in Intelligence, dice haber probado que el CI de los alemanes es el mayor de Europa. Lynn ya causó sensación en 2005 con una investigación en la que atribuyó un CI superior al hombre frente al de la mujer.

¿Interés en renacimiento de la eugenesia?

Algunos lo critican por contribuir al renacer de la eugenesia, doctrina de los ‘genes buenos’, que dio lugar a y fue sustentada por la ideología nazi.

En su libro Eugenics Lynn considera qué medidas deberían tomarse para rectificar el ‘deterioro genético’ que, según él, sufre la humanidad. Predice que se producirá una selección genética de embriones in vitro. El fantasma de la “raza superior” parece saludar con sonrisa siniestra. DW-WORLD habló sobre el tema con el Dr. Eckhard Winderl, psicólogo y asesor en la cadena alemana NDR (Norddeutscher Rundfunk).

Prof. Richard Lynn (Prof. Emeritus, University of Ulster.Imagen: University of Ulster
¿Vuelta a la edad más oscura?

“Las afirmaciones de Lynn son absolutamente arbitrarias y responden a intereses sociopolíticos de ciertos sectores, además de causar sensación en los medios, de los cuales muchos ni siquiera cuestionan su seriedad científica”, piensa el Dr. Winderl. “Desentierra conceptos racistas y colonialistas en tanto dice que ciertas etnias tienen una inteligencia inferior a otras”, asevera.

Según Lynn, los alemanes, junto con los holandeses, cuentan con un CI de 107, superando a polacos (106), suecos (104) e italianos (102). Atrás quedan los británicos con un CI de 100, antes de los franceses (94), y por último la naturaleza dotó, según Lynn, a rumanos, turcos y serbios con menos de eso. A escala mundial, los asiáticos tendrían 105, los europeos 100, los sudasiáticos 90, los indígenas americanos y los aborígenes australianos 90, y los africanos del sub-Sahara, 75, rozando casi la animalidad.

Niños kenianos en la escuela.Imagen: dpa
La masa cerebral no determina la inteligencia

Según el Dr. Winderl, el CI o la masa cerebral no determinan la inteligencia de una persona. “Es sólo el resultado de una serie de tests, relativos al medio y a la experiencia de diferentes individuos. No pueden aplicarse los mismos ejercicios a todos los seres humanos, ni siquiera a un grupo de personas que habitan el mismo país”. “La inteligencia de una comunidad se mide por su nivel educativo, que a su vez depende de los factores económicos y sociales a su alcance”, comenta. Para Winderl, no es lo mismo la inteligencia de un groenlandés que la de un alemán. “En Groenlandia un alemán tal vez no podría sobrevivir, ya que carece de los conocimientos necesarios para, por ejemplo, diferenciar los 30 tipo distintos de hielo que existen allí”.

Ni el sexo ni el tamaño del cerebro hacen a la inteligencia de una persona.Imagen: AP

“Los africanos del Sub-Sahara conocen cientos de tipos distintos de nubes y de calidad del viento, lo que les permite saber si contarán con agua”, continúa. Esto es, cuentan con inteligencia perceptiva en un contexto determinado. “La inteligencia sólo se puede medir y determinar en forma práctica y concreta y el entorno influye en ella”, dice el Dr. Winderl.

Lea en la página siguiente por qué el hombre no es más inteligente que la mujer.

El cociente intelectual normal va de 85 a 115, y personas especialmente inteligentes pueden llegar a 145. En contraste con esto, las estadísticas de los estudios PISA de los últimos años en Alemania indican que la calidad educativa en este país está muy por detrás de la de los países escandinavos, por ejemplo. “El CI sólo muestra que alguien pudo resolver determinados ejercicios en un tiempo dado. La inteligencia no puede medirse sólo con el CI”, define Winderl.

De la caza del mamut a la inteligencia emocional

Para Lynn, los crudos inviernos nordeuropeos hicieron que, a falta de vegetales, el hombre buscara animales para comer. El consumo de proteínas ayudó a que el cerebro se desarrollara más. Los vegetarianos habrían consumido menos minerales, vitaminas y proteínas,y tenían, por ende, menos masa cerebral. ¿Qué dirán los vegetarianos que lean esta nota? Pero es claro que hoy no salimos a cazar mamuts, y que para sobrevivir en un mundo globalizado se necesita algo más que masa cerebral.

Hemos recorrido un largo camino evolutivo.Imagen: AP

La inteligencia académica no es lo mismo que la inteligencia práctica. Según Winderl, el hombre de la edad de piedra necesitaba otras habilidades que las que hoy se necesitan para sobrevivir. También debía contar con inteligencia emocional para reconocer las necesidades del clan y negociar alimentos, pero hoy los conflictos a solucionar son más complejos. “El rendimiento intelectual del hombre actual está determinado por factores humanos como la sensibilidad hacia el otro y la capacidad de analizar situaciones emocionales”, explica.

Tesis cuyas falencias deben ser reveladas

“Esto de que ‘a cerebro más grande más inteligencia’ es una enorme ridiculez”, critica Winderl, y agrega que lo mismo vale para un mayor CI. “Con su tesis Lynn se mueve en terreno medieval. Es lo mismo que decir que la forma del trasero podría determinar la inteligencia. Son conceptos totalmente retrógrados y hace siglos fueron desterrados del campo científico serio”.

“Lynn tiene la libertad de decir lo que quiera, pero sabemos que se trata de un concepto positivista de la ciencia, y lo que hay que hacer es ponerlo al descubierto. Sus estudios no han sido cotejados por otros, ni por los llamados ‘estudios dobles ciegos’ y esto va en contra de los parámetros científicos. Sus propios conceptos e ideales han influido evidentemente en los resultados.” “Es obvio que sus afirmaciones apoyan intereses racistas que aprueban una selección genética del ser humano, como sucedía en los años 1920-1930”, sostiene. Y, por último, advierte que “es importante aclarar que estos estudios no son son serios, especialmente a las jóvenes generaciones”.