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La jugada de Saddam

18 de septiembre de 2002

La decisión iraquí de permitir los controles de armas pone en entredicho los planes estadounidenses de intervención militar, pero no los anula. El gobierno alemán, en tanto, ofreció a la ONU expertos en armamento.

Bagdad promete acceso irrestricto a los inspectores internacionales.Imagen: http://www.un.org

El precio del petróleo cae; en diversas capitales se oyen suspiros de alivio. Aunque las apreciaciones difieren en cuanto a su verdadero significado, el anuncio iraquí de que volverá a permitir incondicionalmente la entrada de inspectores de armas a su territorio ha modificado la situación. No obstante, sería prematuro aventurar que el peligro de guerra ha sido conjurado. Demasiadas son las veces en que el régimen de Saddam Hussein ha burlado sus compromisos internacionales. El discurso del presidente estadounidense, George Bush, ante las Naciones Unidas, se encargó de recordarlas una por una. En consecuencia, hay motivos de sobra para mantener el escepticismo.

Schröder mantiene su línea

Aun así, el hecho de que Bagdad acceda a cumplir esta demanda de la ONU, tras años de negativas, da pie a un respiro. El canciller alemán, Gerhard Schröder, saludó la noticia, calificándola de "gran triunfo" para Kofi Annan y las Naciones Unidas. Aunque la oposición germana volvió a arremeter en su contra, reprochándole haber aislado a Berlín inútilmente, el jefe del gobierno germano estima que los hechos confirman su postura contraria a una intervención.

El canciller recalcó que su objetivo fue siempre lograr la reanudación de las inspecciones internacionales de armas en Irak, sin recurrir a una guerra. Y para subrayar su contribución a la causa, ofreció de inmediato poner a disposición de la ONU un equipo de expertos en el campo de las armas químicas y bacteriológicas, y especialistas en tecnología de misiles, al igual que laboratorios para efectuar los correspondientes exámenes. Para el gobierno de Alemania, lo principal es actuar rápido y no desperdiciar la oportunidad que se abre para lograr una solución pacífica de la crisis.

Las dificultades de Bush

La premura alemana resulta comprensible, dado que persisten las sospechas de que el dictador iraquí sólo esté intentando ganar tiempo. "En el caso de Saddam Hussein, lo importante es lo que hace, y no lo que dice", subrayó también el secretario general de la OTAN, George Robertson.

Para el gobierno estadounidense, en todo caso, la evaluación es clara: el consentimiento iraquí es sólo una maniobra táctica para seguir esquivando la presión internacional. En consecuencia, la Casa Blanca sigue demandando una nueva resolución de las Naciones Unidas, que aplique el máximo rigor a Bagdad. Sin embargo, para Bush ya no será tan fácil embarcar a la comunidad internacional en una operación militar. Máxime porque la gran mayoría de sus aliados coincide en la necesidad de neutralizar el peligro de los arsenales que pudiera estar acumulando Irak, pero no así en el objetivo de derrocar a Saddam Hussein mediante una intervención armada. Y, aunque el presidente estadounidense haya evitado referirse a ello durante su discurso ante la Asamblea General de la ONU, cabe dudar que Washington haya perdido de vista esa meta.

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