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El estudio del paludismo en Hamburgo

23 de octubre de 2012

Los científicos estudian la malaria desde hace más de 100 años, pero aún quedan preguntas por responer. En el Instituto Bernhard Nocht de Hamburgo, los científicos trabajan para decifrar la enfermedad

Imagen: Michaela Führer

Los científicos del Instituto Bernhard Nocht (BNI), en Hamburgo, no tienen que hacer un largo viaje para llegar al trópico. Solamente tienen que subir una oscura escalera hasta llegar al ático. En el instituto de enfermedades tropicales más antiguo y de mayor renombre de Alemania, los investigadores pasan por pasillos de paredes desnudas, en los la ventilación ruge en el techo pero el aire huele a rancio. A Iris Bruchhaus, la científica que estudia el paludismo, no le molesta nada de eso. En los cuatro años que lleva trabajando en el instituto se ha acostumbrado a la oscuridad y al aire cargado. Su recorrido termina ante a un largo pasillo con cámaras hechas de malla de alambre y dos habitaciones pequeñas. Cuando Iris Bruchhaus entra, siente un calor húmedo: 28 grados Celsius y humedad de 70%. En este pequeño espacio se crían mosquitos anopheles. Iris Bruchhaus va a alimentar a las larvas.

Las larvas del mosquito nadan en el agua en cuencos blancos. Los mosquitos zumban en cajas de plástico transparente cuyas aperturas están cubiertas con una red de alambre. "Estos mosquitos son inofensivos para los humanos", dice Iris Bruchhaus, "ya que solamente transmiten el paludismo de roedores”. Los agentes patógenos del paludismo que es potencialmente mortal para los humanos se encuentran en tubos de ensayo en los laboratorios del BNI, explica la experta en malaria. Los síntomas de la enfermedad no se diferencian mucho de la gripe: fiebre, náuseas y diarrea.

Paludismo por falciparum, una enfermedad potencialmente mortal

Según informes de la OMS, en 2010 murieron más de 250.000 personas a causa del paludismo causado por el parásito plasmodium falciparum. Una terapia inmediata puede prevenir graves daños en los órganos. El paludismo por falciparum y la malaria en roedores son solamente dos de más de 200 tipos de paludismo. Los principales portadores son los mosquitos que pican e infectan a todo tipo de vertebrados, aves, roedores y otros mamíferos, e incluso reptiles. Los mosquitos son una especie de huésped secundario para el parásito.

Mosquito anopheles alimentándose.Imagen: CC/Armed Forces Pest Management Board

"Acabamos de recibir de un colega en Nigeria muestras de sangre de lagartos gekkos. En casi todas las muestra de los reptiles se ha identificado la presencia del parásito plasmodium. Siempre hay nuevas especies de parásitos por descubrir. En Nigeria a nadie se le ocurriría hacer un análisis de sangre a gekkos para buscar plasmodium", dice Iris Bruchhaus. Sin embargo, su campo principal de investigación es el paludismo en los seres humanos. Ella quiere saber cómo los globulos rojos infectados se adhieren a las venas de modo que los parásitos se puedan multiplicar en las células. Si la investigadora pudiera resolver este interrogante, sería posible elaborar medicamentos que previnieran esta adhesión.

El curso de la enfermedad es conocido: los parásitos entran al torrente sanguíneo por medio de la picadura de un mosquito y llegan al hígado. En las células hepáticas maduran y adquieren la forma de merozoitos, y se multiplican. De ahí continúan su viaje destructivo por el torrente sanguíneo e infectan a los glóbulos rojos. Al atacar a los glóbulos rojos, la forma de las células cambia y los parásitos se adhieren a las paredes de las vasos sanguíneos. Tras esto, se multiplican hasta que los glóbulos estallan y liberan de nuevo merozoitos al torrente sanguíneo. Finalmente, son tantos los glóbulos rojos afectados que se produce anemia y obstrucciones vasculares. En los laboratorios del instituto en Hamburgo se estudia detenidamente este proceso.

La investigación del paludismo: entre el escritorio y el laboratorio

Iris Bruchhaus camina sobre el suelo gris de linóleo de los laboratorios fríamente iluminados, dejando de lado las máquinas y los letreros que advierten sobre los peligros del trabajo cotidiano en el laboratorio. Pasa además por las largas mesas de acero inoxidable y las estanterías donde se alinean los tubos de ensayo, los microscopios y las pipetas: un laboratorio de película. Sin embargo, se puede observar un plan para los pasteles de cumpleaños en la pared, y pegatinas con garabatos y tarjetas postales le dan algo de color y vida al espacio estéril y claramente estructurado. Al fondo, las máquinas emiten agudos sonidos al completar sus tareas. Los científicos en sus batas blancas analizan los resultados, utilizan las pipetas y toman apuntes.

Iris Bruchhaus se coloca ante una de estas máquinas, denominada Vario Macs. Esta máquina es capaz de separar merozoitos en diferentes estados de desarrollo por medio de imanes. Mientras el parásito se multiplica en los glóbulos rojos, va digiriendo las células. Sin embargo, el parásito no puede absorber el hierro que se acumula en las células. Por eso, los imanes atraen a los glóbulos. Es un proceso largo que dura varias horas. La científica solamente puede quedarse durante una hora frente al dispositivo, y de ahí delega la separación de los merozoitos a una asistente técnico. Existe otra tarea que exige cada vez más tiempo en la labor de investigación: procesar y responder solicitudes por escrito.

Iris Bruchhaus, la investigadora que estudia el paludismo.Imagen: Michaela Führer

No hay enfermedades tropicales en Europa

Iris Bruchhaus se encarga del papeleo en su oficina con vista al puerto y los barcos de contenedores, que no solamente traen al país mercancía de todo el mundo, sino también insectos. "Debido al incremento de las temperaturas y el transporte mundial, llegan especies de insectos que no habrían llegado antes, como por ejemplo el mosquito tigre proveniente de Asia”, dice ella. Sin embargo, aquí no hay por qué tener miedo a las enfermedades típicas del trópico, ya que la principal causa de su aparición son las precarias condiciones sanitarias de las regiones afectadas. “Todavía hay mucho por investigar”, sostiene. Ella está segura de que hasta que llegue el momento de jubilarse queda mucho por hacer. Al fin y al cabo, la siguiente generación de mosquitos está a punto salir de sus huevos en el ático del laboratorio.

El Instituto de Investigación BNI en el puerto de Hamburgo.Imagen: BNI

Autores: Michaela Führer / Carolina Salinas

Editora: Lydia Aranda Barandiain