La ONU retoma el timón
9 de junio de 2004Por fin la ONU y el Consejo de Seguridad han retornado al centro del escenario internacional, al haberse aprobado por unanimidad la nueva resolución. Pero no todo es tan sencillo. Los atentados perpetrados en Irak el mismo día en que se sellaba el acuerdo en Nueva York dan una clara idea de lo que espera a la comunidad internacional en ese país y en la región. Ese ya era motivo suficiente para adoptar una resolución basada en el capítulo VII de la Carta de la ONU, que sólo se aplica cuando se estima que corre peligro la paz mundial.
Única alternativa
Pero, al menos, el caso de Irak es tratado nuevamente en el foro que corresponde: el de las Naciones Unidas. Por pesado que sea el lastre que han dejado Estados Unidos y Gran Bretaña, no hay más alternativa que buscar una estrategia mancomunada para pacificar y estabilizar la región. Ésta sólo podrá diseñarse y aplicarse en conjunto con los iraquíes y sus vecinos. Pero allí es donde hay problemas: en diversos países árabes se han propagado ideas radicales en los círculos políticos y económicos, a veces con mayor vigor del que se admite públicamente.
Por otra parte, aún no se cuenta con un plan maestro convincente, ni menos con una solución concreta a la crisis. No obstante, el estrecho margen de tiempo fijado para la transición hacia el establecimiento de un gobierno democráticamente legitimado en Bagdad y el hecho de que todos acepten el papel rector de la ONU, brindan al menos una oportunidad de dar inicio a un proceso político para estabilizar a Irak.
Resolución agridulce
Para Estados Unidos y sus aliados "dispuestos", esta resolución tiene un sabor agridulce. Porque marca los límites políticos y militares al autoproclamado "policía planetario" y demuestra al mundo entero que, sin la ONU, los conflictos transnacionales pueden convertirse en un reguero de pólvora que realmente amenace la paz mundial. La carta que envió el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, al Consejo de Seguridad, garantizando la seguridad de los colaboradores de la ONU en Irak, es más que un mero gesto; implica la amarga constatación de la superpotencia de que sólo con la ayuda de las Naciones Unidas puede salir del embrollo en que se metió.
La comunidad internacional, por su parte, tiene un duro camino por delante. La credibilidad de Estados Unidos en la región ha caído casi a cero y también la imagen de la ONU dista de ser positiva, tras las experiencias de los últimos 15 años. En consecuencia, la primera tarea prioritaria será generar un mínimo de confianza. Cabe esperar que todos, incluyendo a los estadounidenses, cooperen en ello. Porque aparte de las Naciones Unidas no hay otra institución que disponga de la autoridad y la fuerza -siempre que exista la voluntad política para ello- que se necesita para superar el conflicto en esa región.