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La OTAN en aprietos

11 de febrero de 2003

Exaltación en Bruselas: Bélgica y Francia bloquearon con sus vetos el inicio de la planificación de ayuda militar de la OTAN para Turquía, en caso de una guerra con Irak. También Alemania se adhirió a esta línea.

El secretario general de la OTAN, George Robertson, reconoce que la situación es "seria".Imagen: AP

No hay duda alguna: La OTAN se encuentra ante un desastre político y diplomático. Francia y Bélgica, con apoyo de Alemania, vetaron la planificación de asistencia de la alianza a Turquía, con aviones de reconocimiento Awacs y cohetes defensivos Patriot. La negativa no apunta al fondo del asunto. Berlín ha declarado ya que lógicamente cumplirá sus compromisos defensivos con Ankara, si ésta se ve amenazada.

Razones del veto

La lógica política del veto apunta más bien a que, de momento, no se debe emitir señales que pudieran entorpecer las últimas iniciativas de la ONU para evitar una guerra contra Irak. Dicho en otros términos: mientras exista una posibilidad de salvaguardar la paz, no se debe emprender preparativos bélicos.

Aun así, el veto provocó estrepitosas reacciones. Por primera vez en la historia de la alianza, Turquía activó el artículo 4 del tratado de la OTAN, que contempla consultas cuando uno de los miembros se siente en peligro. Por otra parte, desde Washington llovieron de inmediato las críticas de parte del secretario de Estado, Collin Powell, y del ministro de Defensa, Donald Rumsfeld, mientras el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, George Robertson, no tuvo más remedio que reconocer la gravedad de la situación.

Bancarrota política

Desde el punto de vista político, lo ocurrido equivale a una declaración de bancarrota. Porque la solidaridad de los aliados es la única base de existencia de la OTAN. La obligación de respaldar a los miembros en caso de una guerra y un posible ataque es la ley fundamental política y militar de la alianza.

Al mismo tiempo, queda en evidencia que no se trata sólo de meras diferencias internas, como las que pueden surgir de tanto en tanto. La brecha que se abre en la OTAN, como también en la Unión Europea, es dramática y profunda. La alianza atlántica se muestra paralizada e impotente.

La razón de ser

En consecuencia, en estos tiempos difíciles, vuelve a plantearse su razón de existir. ¿Es la OTAN todavía aquella vigorosa alianza militar que fue en los últimos 50 años? ¿O se convertirá en un foro para plantear exhortaciones y emitir resoluciones, sin verdadero poder para imponer su cumplimiento?

La situación de esta organización ya era, de por sí, difícil. Desde la caída de la Cortina de Hierro se hallaba, manifiestamente, en busca de un sentido. En la guerra contra el régimen talibán, en Afganistán, activó sus mecanismos, para luego comprobar que en el fondo no se la necesitaba. En la lucha contra el terrorismo internacional desempeña hasta ahora, en el mejor de los casos, un papel secundario, de comparsa. Y, en cuanto a capacidad militar, Estados Unidos lleva por lo menos 10 años de ventaja con respecto a los otros miembros.

Las consecuencias son fatales en el plano político: Estados Unidos no necesita de la OTAN. Puede ignorarla y, con ello, a los europeos. Puede que eso agrade a los franceses, pero de seguro no al resto de Europa. Porque sería el comienzo del fin de la OTAN y del sueño de una Europa nuevamente unida.

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