La OTAN se reinventa
7 de febrero de 2010Las tenues expectativas de que la Conferencia de Seguridad de Múnich pudiera convertirse en escenario de una distensión en lo tocante al programa nuclear iraní se desvanecieron. No sólo no hubo anuncios concretos sobre la posibilidad de que Teherán utilice uranio enriquecido en el exterior, sino que desde Irán llegó a la capital bávara la noticia de que el presidente Mahmud Ahmadineyad ordenó la producción de uranio altamente enriquecido.
Tampoco hubo novedades en cuanto a Afganistán, cuyo presidente, Hamid Karzai, se limitó a hablar en la capital bávara de la posibilidad de reinstaurar el servicio militar obligatorio en su país. No obstante, el balance de la conferencia fue positivo, porque no se trata de un foro diseñado para tomar ni anunciar decisiones, sino para debatir en un marco no vinculante los problemas internacionales más acuciantes.
El futuro de la OTAN
“Acabamos de tener un debate muy intenso sobre el futuro de la OTAN y ése es justamente el modo en que imagino esta conferencia también para el futuro”, indicó Wolfgang Ischinger, organizador de encuentro, al que acudieron más de 300 políticos, militares e intelectuales de alto rango.
En dicho debate, quedó en claro el dilema en que se encuentra la Alianza del Atlántico Norte, que se propone aprobar una nueva estrategia en noviembre, en Lisboa. Años atrás, la desaparición de su antagonista original, el Pacto de Varsovia, obligó a la OTAN a buscar otra justificación para su existencia. Entretanto, sin embargo, han surgido tantas amenazas, de mayor o menor escala, que la dificultad parece radicar en establecer claros límites a las tareas de la organización defensiva occidental.
Amenazas globalizadas
Desde el terrorismo internacional hasta los ataques en el ciberespacio, pasando por los asaltos de la piratería que resucitó la vieja amenaza en los mares del siglo XXI, los contornos del peligro parecen tan difusos como globales. Y en todos esos frentes se juega la seguridad de los miembros de la OTAN, cuya defensa es la misión de la alianza.
Ante este telón de fondo, su secretario general, Anders Fogh Rasmussen, considera imprescindible una estrecha colaboración con otros Estados y actores internacionales. A su juicio, la Alianza Atlántica podría convertirse en un eje para una red de cooperaciones en materia de seguridad y en un centro de asesoría, “también sobre conflictos en los que la OTAN jamás intervendrá activamente”. No se trata de convertirla en una agencia global de seguridad, ni menos de competir con el Consejo de Seguridad de la ONU, según hizo notar Rasmussen.
En esto último coincidió el ministro alemán de Defensa, Karl-Theodor zu Guttenberg, quien se pronunció en contra de convertir a la Alanza en “una arquitectura global de seguridad”.
Muchas interrogantes
Pero ¿dónde están los límites? ¿Podría la OTAN velar porque se apliquen las resoluciones del Consejo de Seguridad, recurriendo a un potencial militar del que carecen los cascos azules? O, planteado en otros términos ¿cuáles son los conflictos de envergadura que no atañen directa o indirectamente a la seguridad de los miembros de la Alianza Atlántica?
Queda mucho por debatir y muchas interrogantes pendientes. Por ejemplo, como incorporar a otras potencias a esa “red de cooperaciones de seguridad” que imagina Rasmussen. Desde ya, Rusia no se muestra muy proclive y su doctrina militar, que acaba de ser rubricada por el presidente Medvedev, contempla de hecho la ampliación de la OTAN hacia el este como una de las principales amenazas.
Autora: Emilia Rojas Sasse
Editora: Claudia Herrera Pahl