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La provocación sustituye a la política en Italia

8 de febrero de 2019

Es difícil soportar la manera en que los populistas de Roma ponen en peligro la unidad de la UE. La disputa con Francia se ha intensificado. No se les debe permitir seguir así, opina Bernd Riegert.

Italien Parlament Matteo Salvini, Innenminister
Imagen: picture-alliance/dpa/R. Antimiani

El presidente francés, Emmanuel Macron, está cansado de las constantes provocaciones por parte de los populistas de Italia. Durante mucho tiempo mantuvo silencio, pero ahora ha retirado temporalmente a su embajador de Roma. La declaración del Elíseo sobre esta acción diplomática, que no debería tener lugar entre Estados miembros de la UE, fue contundente. Su tenor indica que las relaciones entre los gobiernos de París y Roma son peores que nunca después de la Segunda Guerra Mundial.

La reacción de los populistas italianos era de esperar: se burlaron del "Napoleón" francés y del "loco bebedor de champán". Macron ofrece un blanco perfecto para la actual campaña electoral regional en Italia y para las elecciones europeas de mayo. Los líderes del "Movimiento Cinco Estrellas" y de la "Lega" de extrema derecha, Luigi Di Maio y Matteo Salvini, han encontrado un enemigo ideal en el europeísta liberal Macron. Por desgracia, Macron parece estar dispuesto a jugar ese juego. Pero probablemente no pudo evitarlo, ya que Di Maio y Salvini hacen causa común abiertamente con los enemigos de Macron en Francia, los "chalecos amarillos" y la populista de extrema derecha, Marine Le Pen.

Política basada en emociones

Los populistas en Roma hacen lo que saben hacer: cuentan a los ciudadanos lo que quieren escuchar, despertando emociones, difundiendo falsas acusaciones y sembrando el odio. Las absurdas acusaciones contra Francia en general y Macron en particular caen sobre tierra fértil en Italia. Incluso antes de los cambios de gobierno en Roma y París, muchos italianos se sentían pasados a llevar por los franceses y los percibían como arrogantes.

El corresponsal europeo de DW, Bernd Riegert.

No es de extrañar que Di Maio y Salvini, que actualmente se encuentran en campaña electoral, no dejen pasar un día sin insultar a los franceses. Lo que realmente deprime es el éxito que tienen con eso. Alrededor del 60 porciento de los italianos apoya a esos demagogos. El presidente Macron, por su parte, es debilitado en su propio país. Su popularidad es muy baja, sus reformas no siguen adelante y ahora hay también divergencias con Alemania sobre el tema del gasoducto Nord Stream 2.

De los aventureros políticos en Roma no se puede esperar respeto y decencia. A ellos no les importa el daño que causan a las relaciones franco-italianas. Las advertencias de las asociaciones empresariales de no poner en peligro las estrechas relaciones económicas, son ignoradas. Italia está muy endeudada con Francia. Hay muchos proyectos y cooperaciones entre ambos países: en la compañía aérea Alitalia, en proyectos de transporte, en telecomunicaciones y en el suministro de energía, por ejemplo. ¿Realmente se quiere poner todo esto en peligro? 

¿Angela Merkel como mediadora?

La manera en la que se tratan Italia y Francia mutuamente no es digna de dos miembros de la UE. La canciller alemana podría ofrecerse como mediadora. Hasta ahora se abstuvo de criticar a los populistas de Roma. Sin embargo, su ministro del Interior, Horst Seehofer, se alineó con el nacionalista de derecha Salvini en el tema de la migración. Es de temer que ambas partes ya no quieran resolver el conflicto antes de las elecciones europeas. El tema resulta demasiado útil para las elecciones: el duelo entre nacionalistas y progresistas.

Esta polarización es, por supuesto, veneno para la Unión Europea, que se basa en el consenso y el compromiso. Los Estados miembros tienen que cooperar para no volver a caer en las disputas nacionales. ¿Cuál sería el siguiente paso tras la llamada a consultas del embajador? ¿La ruptura de las relaciones diplomáticas? ¿La movilización? ¿La declaración de guerra? ¡Por supuesto que no! Matteo Salvini y Emmanuel Macron deberían reunirse en un estudio de televisión y presentar al pueblo sus visiones políticas diametralmente opuestas.

(gg/er)

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