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"La radiactividad no llegará a América Latina"

Evan Romero-Castillo22 de agosto de 2013

Mojib Latif, experto en circulación oceánica, dice que, aparte de Japón, ningún otro país se verá afectado por las fugas de agua de Fukushima. “Su radiactividad se ‘disuelve’ rápidamente”, asegura el especialista.

Imagen: Reuters/Kyodo

Si los medios son los ojos del mundo, este planeta tiene una visión muy limitada: la atención de la prensa internacional ha sido acaparada durante semanas por conflictos fratricidas en el Magreb y el Cercano Oriente, y por una crisis de confianza entre los aliados de Occidente. Mientras tanto, a sus espaldas, las ruinas de la central atómica de Fukushima han estado vertiendo raudales de agua contaminada en el océano Pacífico.

Los cables de agencias sobre las filtraciones radioactivas volvieron a circular en abril de 2013, cuando la Autoridad Regulatoria Nuclear japonesa (NRA, su sigla en inglés) dijo que sospechaba de la existencia de una fuga en un depósito subterráneo de la central; pero, al menos en Alemania, ni los periódicos ni las cadenas de televisión le han dedicado sus primeras planas ni sus noticieros estelares al tema. Eso debe estar por cambiar.

Varias fuentes han dado a entender que la crisis nuclear de Japón, que comenzó hace dos años, alcanzó un punto crítico este miércoles (21.8.2013). Un día antes, Yo Koshimizu, vocero de Tokyo Electric Power Company (Tepco), informó que una fuga en un tanque de almacenamiento había permitido la filtración de unas 300 toneladas de agua tóxica hacia el subsuelo. La NRA teme que se produzcan nuevos escapes de agua radioactiva.

De ahí que los responsables estén por elevar el grado de alarma, llevándolo del nivel 1 de la escala internacional de emisiones radiológicas –que indica la presencia de una “anomalía”– al nivel 3, que advierte sobre los riesgos de un “incidente grave”. En marzo de 2011, cuando un terremoto y un tsunami dañaron la central atómica de Fukushima, el grado de alarma en Japón alcanzó el tope de la escala, el nivel 7.

Mojib Latif, experto en circulación oceánica del Instituto Leibniz para las Ciencias Marinas, adscrito a la Universidad de Kiel.Imagen: picture-alliance/dpa

Japón, en vilo

Cientos de tanques de almacenamiento han sido construidos a toda prisa en la planta atómica de Fukushima para almacenar el agua radioactiva proveniente de tres reactores que sufrieron fusiones de núcleo poco después del gran sismo de 2011. Tepco ha registrado numerosas fugas en el complejo, pero sigue inyectando agua en los tres reactores para mantenerlos fríos y evitar que la catástrofe nuclear se agrave.

El pasado lunes (19.8.2013), un grupo de empleados de Tepco encontró charcos cerca de un tanque de almacenamiento de agua y constató que el líquido presentaba niveles extremadamente altos de radiación: 100 milisieverts por hora. Ese grado de radioactividad está cinco veces por encima del límite de exposición anual permitido para los trabajadores de una planta nuclear, según las normas de seguridad vigentes.

Tras diez horas de exposición a esas aguas contaminadas, una persona empezaría a exhibir los síntomas típicos del síndrome de irradiación aguda; entre ellos, náuseas y una inusual reducción de los glóbulos blancos. La población japonesa está atenta a los estudios sobre la prevalencia de cánceres atribuibles a la tragedia de Fukushima y también a los efectos que el derrame de agua radioactiva tendrá sobre el medio ambiente.

“El agua tóxica que llega al océano tarda años en expandirse, a pesar de la fuerza de las corrientes frente a las costas japonesas. Y la radioactividad de esas aguas se ‘disuelve’ rápidamente, por decirlo de una manera ilustrativa, gracias a la abundancia de torbellinos en el Pacífico”, explica Mojib Latif, experto en circulación oceánica del Instituto Leibniz para las Ciencias Marinas, adscrito a la Universidad de Kiel, en entrevista con DW.

Latif: “La radioactividad que emana de Fukushima es absorbida por la flora y la fauna de las aguas que rodean a Japón”.Imagen: picture-alliance/Kyodo

Otro golpe al medio ambiente

Según los análisis conducidos por su equipo, las aguas territoriales de China, Rusia, Alaska, Canadá, Estados Unidos, México, Hawaii y los países latinoamericanos con costas en el Pacífico no están en riesgo de verse contaminadas por los líquidos radioactivos provenientes de Japón porque, aunque éstos se desplazan hacia el este, su concentración es muy baja. “Japón seguirá siendo el país más afectado”, asegura Latif.

“Es difícil precisar en este momento las consecuencias a largo plazo de este proceso de contaminación; pero hoy se siguen viendo las secuelas de los ensayos nucleares practicados en el Pacífico hace algunos lustros. La radioactividad que emana de Fukushima es absorbida por la flora y la fauna de las aguas que rodean a Japón, y pasa de una especie a otra mediante la cadena alimenticia”, añade el oceanógrafo.

“Japón deberá renunciar a la pesca por mucho tiempo debido a la contaminación que genera la central nuclear de Fukushima. China y Rusia sólo tendrían motivos para preocuparse si ocurre una explosión en ese complejo atómico –como la que tuvo lugar en Chérnobil en los años ochenta– y las partículas radioactivas liberadas son transportadas por el viento hacia el oeste“, acota el catedrático de la Universidad de Kiel.

La Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA) insistió en que estaba preparada para ayudar si el Gobierno nipón se lo pedía y todo apunta a que su respaldo será necesario; los operadores de la planta de Fukushima admitieron que, en algunos aspectos, el caso superaba su capacidad de respuesta. Tepco, que ha sido acusada de ocultar la gravedad del problema, sólo reconoció la existencia de las filtraciones bajo presión sostenida.

Autor: Evan Romero-Castillo
Editor: Pablo Kummetz

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