Bosques en Kenia
18 de noviembre de 2011 Quien contamina el ambiente debe pagar. Así se busca mitigar el cambio climático mundial. Suena fácil, pero en la práctica la idea es complicada, tanto a nivel político como económico. El dióxido de carbono, el metano y otros gases nocivos generan el calentamiento global. Para poder frenar el cambio climático es necesario reducir las emisiones de esos gases, tanto en la industria como en el tráfico de todos los países. Y lo más rápidamente posible. Demasiado CO2 en la atmósfera es una letal amenaza para la humanidad. El problema es que quienes contaminan el aire sólo reaccionan si les cuesta dinero.
Ese es justamente el objetivo del comercio internacional de derechos de emisión. En el Protocolo de Kioto sobre el cambio climático de 1997 se fijó que los derechos de emitir gases de efecto invernadero costarán dinero. En otros palabras: los derechos de emisión –llamados certificados de emisión de carbono– de ciertas cantidades en un período determinado tienen un precio y pueden ser comerciados.
Cada emisor de gases de efecto invernadero puede decidir si libera a la atmósfera la cantidad máxima de gases de efecto que se le asignó o si trata de disminuirla con filtros. Si lo logra, al emisor le sobran derechos de emisión, que puede vender a terceros. De esta manera se genera un mercado de derechos de emisión. La idea es que el número total de certificados en el mercado disminuya con el tiempo. La lógica detrás de ello: la escasez de oferta hará aumentar el precio de los certificados de emisión. Con ello se crea un incentivo adicional para que las empresas inviertan en la reducción de CO2 ahora, aunque más no sea para evitar más costes a largo plazo.
La Unión Europea (UE) busca cumplir con el comercio de emisiones una parte de los compromisos que adquirió con la firma del Protocolo de Kyoto, y al mismo tiempo reducir los niveles de emisión de gases de efecto invernadero. No obstante, los certificados también se comercian a nivel global y en los países en desarrollo. En estos, la protección del clima es para los países industrializados mucho más barata.Es así como el comercio con energía limpia no siempre es tan limpio. La directora del departamento de Clima del WWF, Regine Günther, habló con GLOBAL IDEAS sobre el comercio de certificados.
Deutsche Welle: El comercio de certificados de derechos de emisión en la Unión Europea se inició en el 2005. ¿Cuál ha sido su impacto?
Regine Günther: El WWF Ha apoyado desde un principio el comercio de certificados de emisión de la UE. La fijación de un límite absoluto para las emisiones de gases de efecto invernadero –imprescindible para que funcione el comercio de derechos de emisión—es muy atractiva desde el punto de vista de la protección ambiental. . Ese límite absoluto no existiría en el caso de un impuesto a las emisiones de carbono. Por otra parte, también el sector privado estuvo de acuerdo con la introducción de ese sistema y rechazó categóricamente un impuesto al CO2. Un paso clave en la dirección correcta es la decisión de subastar a partir del 2013 todos los certificados para la generación de energía, en lugar de regalar una buena parte, como hasta ahora. Ya se constata que ese cambio surte efecto: a partir del 2012 se construirán muchas menos centrales eléctricas con gran emisión de CO2.
A partir del 2012 todas las aerolíneas que despegan y aterrizan en Europa serán incluidas también en el comercio de certificados de emisión. Estados Unidos busca evitar por medio de una ley la inclusión de sus aerolíneas. ¿Qué opinión le merece?
Esa medida de la UE es muy positiva. El transporte es uno de los sectores contaminantes con mayor crecimiento. Estados Unidos no ha logrado hasta ahora mejorar la eficiencia energética en su economía. Allí fracasan las soluciones globales debido a intereses particulares. Pero si la UE da el brazo a torcer en esa cuestión, nunca más podrá intentar algo parecido. La UE debe permanecer fuerte en su decisión y no dejarse impresionar por las amenazas.
¿Cómo es la situación en otras partes del mundo? ¿Existen zonas de comercio de certificados de emisión comparables con la UE?
En China entrará en vigor en el 2015 una ley de comercio de certificados de emisión en seis provincias. En Australia se acaba de poner precio a las emisiones de CO2. También en Corea del Sur se discute acerca de participar en el comercio de certificados de emisión. Muchos países industrializados y en desarrollo están de acuerdo en que las emisiones deben ser reducidas drásticamente, si no queremos que el cambio climático se torne incontrolable.
Debido al comercio de certificados, la emisión de gases de efecto invernadero ha pasado a generar costos, que las empresas deben incluir en sus cálculos. ¿Obtuvo la naturaleza un valor monetario real con esto?
En parte sí. Desde la introducción del comercio de certificados de emisión, las empresas –desde la junta directiva hasta el portero- hablan de emisiones de CO2. Antes no era así. Con el comercio de certificados de emisión se ha adquirido una mayor conciencia.
Medidas lucrativas, pero peligrosas para el medio ambiente
A través del Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), las empresas pueden comprar certificados de emisión de proyectos ambientales en países en desarrollo y emergentes. Es un negocio lucrativo, pero también brinda espacio al fraude. Un ejemplo es el comercio de derechos de emisión del gas de efecto invernadero HFC-22. Este gas se genera en la producción de refrigerantes y es un verdadero asesino del clima, 11.700 veces más perjudicial que el CO2. Sólo su reducción es recompensada ya con la entrega de certificados de emisión.
En los países industrializados, la producción de este gas está prohibida desde hace años. Pero los países emergentes pueden seguir generando este gas hasta el 2040. Por ello, China e India siguen produciendo en gran escala el HFC-22, sólo para eliminarlo de inmediato, ya que los ingresos obtenidos con la venta de los certificados de emisión son mucho más elevados que los obtenidos con la venta del gas.
Algunos críticos definen el comercio de certificados MDL como un comercio de indulgencias. ¿Es así?
Es un debate complicado. A pesar de todas las dudas, el WWF apoyó el MDL desde su inicio. Teníamos la esperanza de que el MDL fuera una buena herramienta para contribuir significativamente a la transferencia de tecnología del Norte al Sur. Pero lamentablemente la realidad es decepcionante. Después de diez años de experiencia, constatamos que la transferencia de tecnología ha sido más bien poca. En cambio, se desarrollaron muchos proyectos, lucrativos para numerosos actores, pero nada útiles para la protección del clima. Más bien causan daños adicionales. Aquí urge una corrección desde el nivel político.
¿No es problemático que las naciones industrializadas no tengan casi ningún incentivo para reducir sus emisiones, en tanto puedan comprar esa reducción en otra parte?
No hay tal peligro si el sistema tiene una estructura robusta. Si en la UE sólo existe un cierto número de certificados y sólo se le permite contaminar a quien posea un certificado, las empresas tienen dos posibilidades: comprar un certificado o reducir por sí mismas las emisiones de carbono. Si el comercio de certificados de emisión fuera un sistema cerrado tampoco se podrían comprar certificados extras. El problema es que desde el exterior se suministran en gran cantidad certificados cuestionables.
¿Genera el comercio de emisiones una mayor justicia en la protección del clima entre los países del Norte y los del Sur?
Como muy positivo calificamos por ejemplo el enfoque del Gobierno alemán, con el cual todos los futuros ingresos obtenidos con la venta de certificados se utilizarán para financiar medidas de protección del medio ambiente, tanto en Alemania como en otros países. Es claro que debemos apoyar a los países en desarrollo y emergentes en la protección del clima.
Autora: Lele Jensch / Cristina Mendoza Weber
Editor: Pablo Kummetz