¡Niña al agua!
27 de julio de 2010La disputa legal entre los representantes de la regatista holandesa Laura Dekker y las instituciones que en septiembre de 2009 le impidieron partir sola para darle la vuelta al mundo en velero llegó a su fin este martes (27.7.2010): el tribunal de Middelburg, una ciudad ubicada al suroeste de los Países Bajos, dejó en manos de sus padres la potestad de permitirle a la adolescente de 14 años iniciar su travesía. Si ninguna otra regatista precoz se le adelanta y Laura consuma su viaje –con una duración aproximada de dos años–, ella se convertirá en la persona más joven en circunnavegar el planeta sin acompañantes.
“A más tardar en dos semanas voy a lanzarme al océano”, anunció. Portugal será la primera escala antes de seguir el camino hacia el continente americano. “Ella está totalmente preparada y ha cumplido todos los requisitos impuestos por la corte, incluyendo el entrenamiento de supervivencia”, dijo Peter de Lang, abogado de la joven cuya meta es romper el récord alcanzado por la australiana Jessica Watson, quien terminó su gira por el mundo tres días antes de cumplir los 17 años.
El veredicto, un golpe de suerte
Hoy, las probabilidades de que Laura consiga su objetivo son grandes, pero si las autoridades de servicios sociales de Holanda hubieran logrado que el Estado extendiera la supervisión de su caso por un año, como lo habían solicitado a principios de julio, las perspectivas de éxito de la adolescente se habrían reducido considerablemente. El hecho de que el tribunal haya decidido colocarla de nuevo bajo la custodia de sus padres es uno de muchos golpes de suerte con los que la regatista espera contar en el futuro cercano. Hasta su madre, otrora renuente, le ha dado consentimiento para zarpar.
Hace un año, la madre de Laura se opuso a que emprendiera la aventura sola, pero la joven contaba con la aquiescencia de su padre y hasta con el apoyo financiero de varios patrocinadores. Sólo la intervención de un tribunal parecía poder impedir la travesía y fue precisamente eso lo que ocurrió: argumentando que el océano suponía peligros extraordinarios para la seguridad de la adolescente, la institución terminó colocándola bajo custodia legal del Estado, una moción que volvió a atraer cierto grado de atención internacional hacia el tema recurrente de los niños y su afición por las actividades de alto riesgo.
La afición de los jóvenes por el riesgo
¿Recuerda usted las discusiones en torno al trainsurfing, ese “deporte extremo” que consiste en que los jovencitos viajen de pie sobre el techo de un tren en movimiento, cuando no debajo de él, entre las ruedas de hierro? El Gobierno y las autoridades ferroviarias de Sudáfrica –donde parece haber comenzado esta fiebre– concibieron campañas para advertir a toda la comunidad sobre los riesgos de esta práctica, pero ni eso ni los reportes sobre las muertes y mutilaciones ocurridas durante las rondas de trainsurfing evitaron que ese pasatiempo ganara popularidad entre las juventudes urbanas de Sudamérica, Australia y Europa.
Está claro, además, que ningún Gobierno podía arrogarse la custodia legal de todos los surfistas de trenes para ponerle un alto a este fenómeno: además de que era casi imposible identificar a los padres o representantes de quienes incurrían en esta actividad ilegal, echarles el guante a los jóvenes carecía de sentido porque, al día siguiente, serían otros quienes viajarían sobre el lomo de la máquina. Sin embargo, el caso de las regatistas adolescentes –Laura Dekker no es la única con ambiciones de lanzarse al mar para romper récords– es diferente.
La generación de las regatistas adolescentes
Cuando Jessica Watson llegó triunfante al puerto de Sydney el 15 de mayo, tras lograr dar la vuelta al mundo en velero, el júbilo con el que fue recibida acalló todas las críticas que inspiró su viaje. Pero a principios de junio, cuando la estadounidense Abby Sunderland, también de 16 años, tuvo que ser salvada en el Océano Índico en una costosa acción de rescate, el debate en torno a estos episodios volvió a cobrar fuerzas. Muchos se preguntan por qué los padres no tratan de disuadir a sus hijos de lanzarse a aventuras tan peligrosas, ¿por vanidad personal, por el dinero que podría acompañar a la fama o hay más detrás de todo esto?
"La vida es peligrosa", comentaba el padre de Abby al ser consultado sobre la materia, trayendo a colación ejemplos para reforzar el argumento de que a los niños no se les puede prohibir todo lo que es peligroso: en Estados Unidos está permitido conducir automóviles a partir de los 16, dijo; y la famosa navegadora francesa Isabelle Autissier tuvo que ser rescatada en el Océano Índico cuando tenía entre 30 y 35 años, añadió, desestimando a quienes lo tildaban de irresponsable por sobreestimar las capacidades de su hija.
¿Jóvenes prodigio o niños maltratados?
La familia de Abby Sunderland ha sido objeto de críticas tan duras como la de Jordan Romero, el californiano de 13 años que ascendió a la cima del Monte Everest el 22 de mayo y rompió el récord impuesto en 2001 por el nepalés Temba Tsheri como el escalador más joven en subir al techo del mundo; Tsheri alcanzó el pico del Everest –8.848 metros por encima del nivel del mar– cuando tenía 16 años, pero la inclemencia del frío hizo que perdiera cinco dedos. Expertos en montañismo de altura le reprocharon al padre de Romero el haber incurrido en “maltrato infantil” y los veteranos de la vela juzgaron severamente la odisea truncada de Sunderland: “Esas aventuras ponen en peligro la vida de sus rescatadores", sentenció Ian Kiernan, un experimentado regatista australiano.
Autor: Evan Romero-Castillo / dpa
Editora: Emilia Rojas Sasse