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La reinserción es la clave de la paz en Colombia

José Ospina-Valencia (LGC)17 de septiembre de 2016

Hay 26.720 excombatientes en proceso de reintegración. Tras la refrendación del Acuerdo de Paz se sumarán unos 8.000 más. Una fase clave para el éxito de la pacificación, dice a DW Johana Parra.

Johanna Parra
Imagen: DW/José Ospina-Valencia

DW: Además de su experiencia práctica en el tratamiento de excombatientes y desplazados, usted lanza una mirada antropológica al conflicto, la desigualdad y los procesos de reinserción social. ¿Cuál es la situación actual de la reinserción en Colombia, apunto de poner en marcha el Acuerdo de Paz de La Habana?

Johana Parra Triana: El posconflicto, ahora la fase más importante del proceso paz, debe enfocarse en las personas desvinculadas de la confrontación armada, los desplazados y la sociedad civil. En esta etapa de transición va a ser muy difícil atender individualmente a cada uno de los reintegrados, con problemas y necesidades muy personales y específicas. El impacto de la reinserción en la población va ser ahora mucho mayor, toda vez que serán miles de casos los que hay que atender a la vez.

¿Qué se ha estado haciendo bien en la reinserción de los excombatientes de las guerrillas y los paramilitares?

Bien se están desarrollando los tratamientos terapéuticos, una vez las personas salen del grupo armado. Así sea porque se hayan entregado, o porque han sido capturados. A partir de aquí, en Colombia se hace un seguimiento terapéutico, clínico, educativo y social durante tres años, que incluye un apoyo económico que les permita a estos nuevos ciudadanos ejecutar proyectos productivos.

¿Qué está funcionando mal?

Aquí falta un seguimiento posterior a la fase terapéutica para saber qué pasa con estas personas.

¿Acaso no se trata de adultos mayores de edad que saben lo que hacen?

Adultos sí, pero que, a menudo, no encuentran asidero en la sociedad, porque el rechazo de la población colombiana a la que el conflicto no ha tocado personalmente es muy grande, además de no conocer los problemas de vida de una persona que estuvo en las filas de un grupo ilegal, haya sido voluntaria o involuntariamente. Sólo quienes han sido afectados personalmente parecen interesarse por el destino de los excombatientes.

¿Qué pasa cuando un reinsertado busca trabajo y qué hace si es rechazado?

Justo lo que necesita un reinsertado es una experiencia, una hoja de vida; pero resulta que su currículo es haber pertenecido a las FARC o a un grupo paramilitar. Muchas empresas rechazan entonces a la persona. La consecuencia: muchos fracasan en su búsqueda de una oportunidad en la vida civil y se vuelven a enrolar a un grupo delincuencial, como las Bacrim.

No porque una persona no encuentre trabajo, se une a un grupo criminal. ¿Por qué a esos reinsertados no se les ocurre otra cosa que regresar a la ilegalidad?

Porque es, a menudo, lo único que conocen. Muchos de los exguerrilleros o exparamilitares no conocen sino el mundo de las armas. Así que, si estas personas no encuentran otra manera de sostener a sus familias, optan por la delincuencia.

¿Hay cifras, porcentajes o censos de las personas en proceso de reintegración?

No. Según la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), la institución estatal que lleva los registros de los adultos en reinserción, actualmente hay 26.720 excombatientes en dicho proceso. El Instituto de Bienestar Familiar (ICBF) lleva los de los menores de edad.

¿Qué pasa cuando terminan este proceso en dichas instituciones?

El gran problema es que, después de tres o seis años de permanecer allí, se pierde el contacto con ellos. No hay, hasta ahora, estadísticas ni de la reinserción exitosa ni de la que fracasa. Mi experiencia con menores desmovilizados es que cuando regresan al campo, o a las filas de los grupos armados, se les pierde totalmente el rastro.

Yo trabajé en los primeros Centros de Atención Especializada para Desvinculados menores de edad que abrieron en Colombia en 2012. De los 500 niños y jóvenes en proceso de reintegración con los que trabajé en esa época, sólo he logrado mantener el contacto con cinco. Justo estas cinco personas fracasaron en su reinserción y ahora pasan de una banda delincuencial a otra. Ninguno de esos cinco chicos tiene un empleo o un negocio propio.

La pareja del presidente alemán visita la "República de los Niños Benposta", en Bogotá.Imagen: picture-alliance/dpa/S. Stache

¿Por qué fracasaron?

Ellos dicen que no han tenido una oportunidad real. Se trata, a menudo, de chicos cuyas familias han sido desplazadas una y otra vez. Además, sus familiares han sido perseguidos o asesinados. Y encima estos jóvenes aún no logran comprender que tienen que buscar un empleo para ganarse un salario como el resto de la sociedad.

¿Colombia empieza la etapa más importante del posconflicto y debe navegar a ciegas?

Efectivamente. Las únicas instituciones que hacen un seguimiento hasta de diez años a las personas reinsertadas a la sociedad son iniciativas humanitarias privadas como la Fundación Carvajal, en Cali o Benposta, en Bogotá. Una vez, se detecta que alguno de los jóvenes está a punto de “descarrilarse”, es atendido por expertos.

Colombia ha emprendido muchos esfuerzos por reintegrar a unos 50.000 excombatientes. Algunos han recibido una beca de estudio o un auto para trabajar. ¿Por qué aún así no tienen éxito?

Porque la mayoría de los reinsertados no ha aprendido a llevar una vida independiente y no conoce lo que es manejar responsablemente el dinero de un negocio, por ejemplo. Los tres proyectos de creación de empresa más propuestos por ellos siempre han sido: un taxi, un asadero de pollos o una discoteca. Y en todos fracasan, porque se cansan de buscar pasajeros, se olvidan de pagar a los proveedores o se toman ellos mismos la cerveza destinada a vender en la discoteca. Por eso recalco que la fase más importante del proceso paz debe enfocarse en las personas desvinculadas de la confrontación armada, los desplazados y el apoyo a estas personas por parte de toda la sociedad civil.

Johana Parra Triana es Psicóloga de la Universidad Católica de Colombia, Máster en Recursos Humanos por la Universidad de Salamanca y doctora en Ciencias Políticas por La Universidad Complutense de Madrid.

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