La democracia es más que depositar un voto en una urna cada cierto tiempo. La sociedad civil puede llegar a tener influencia política y es lo que llena de vida a la democracia.
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Uli Müller es el artífice de que todos los martes a las 15.00 horas se reúnan los niños del albergue de refugiados del barrio colonés de Rodenkirchen para jugar al fútbol. Müller dedica entre cuatro y cinco horas semanales al trabajo voluntario con los refugiados. ¿Por qué? "En primer lugar, porque es un gesto humanitario. Pero también porque es una forma de contribuir a la integración de personas que han perdido la mayor parte de lo que poseían y han encontrado aquí refugio”, explica. En toda Alemania hay 31 millones de voluntarios. Desde hace años, el compromiso voluntario se mantiene ininterrumpido. Así lo demuestra un estudio del Ministerio de Familia. Ese compromiso es "una forma central de participación social muy valiosa para la democracia”, dice el informe.
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El compromiso de la mayoría de los alemanes es local y suele llevarse a cabo en el marco de asociaciones. Abarca desde la participación de los padres en la escuela o jardines de infancia hasta el movimiento por el medioambiente y el clima. "Nos organizamos en Alemania a nivel federal y en organizaciones centrales. Puede ser que asociaciones deportivas locales logren una influencia política limitada, pero la Asociación Deportiva Olímpica Alemana es muy activa y políticamente poderosa”, dice Anette Zimmer, profesora de Política de la Universidad de Münster, que desde hace años estudia no solo la actividad de la sociedad civil alemana, sino también de la internacional.
Base de la democracia
Tanto si están orientadas políticamente como si no, el compromiso de la sociedad civil suele iniciarse de forma local por regla general. A partir de ahí pueden surgir movimientos más grandes y nacer demandas políticas. La sociedad civil se desarrolla a partir de la participación ciudadana. Al fin y al cabo, la mayoría de voluntarios son electores y ciudadanos que imbuyen de vida a la democracia e implementan decisiones y procesos democráticos en la vida cotidiana.
"La sociedad civil no suele actuar en general de forma directamente política”, dice Anette Zimmer. "Solo una minoría de la población es políticamente activa. La actividad puramente política se da de forma mínima”, asegura. Eso es algo que afecta a los partidos políticos establecidos y sindicatos desde hace años. "Las personas activas sienten que la política las dejó en la estacada”, continúa Zimmer. Eso se refleja en las cifras de miembros de los partidos, que van disminuyendo. Por el contrario, desde la década de los 70, aumenta el interés por organizaciones como Greenpeace o Amnistía Internacional, que a su vez ejercen influencia en la política. "Las nuevas organizaciones de la sociedad civil han desarrollado una nueva forma de ‘lobbismo'”, dice Zimmer. Pero en la propia política, hay "lobbies” más poderosos: "La economía es muy poderosa. En comparación con el "lobbismo” de la sociedad civil, su poder es abrumador, especialmente a nivel europeo”.
Autor: Helle Jeppesen (MS/ERS)
Cuatro décadas de movimiento antinuclear
Las manifestaciones antinucleares fueron las parteras del partido ecologista germano, el más influyente de su tipo alrededor del mundo, y allanaron el camino hacia el cambio energético en Alemania. Y la lucha sigue...
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Nace un movimiento
El movimiento antinuclear alemán surgió a principios de los setenta, cuando una multitud protestó contra la erección de una planta atómica en Wyhl, cerca de la frontera francesa. La Policía fue acusada de hacer uso desproporcionado de la fuerza contra los manifestantes pacíficos. En 1975, los planes para construir la planta fueron archivados.
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Desobediencia civil
Inspirados por el éxito de las protestas contra la planta de Wyhl, otras manifestaciones de desobediencia civil fueron orquestadas a finales de los setenta. Aunque no evitaron la construcción de los reactores en Brokdorf y Kalkar, se hizo evidente que el movimiento anti-nuclear era una fuerza creciente.
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“¡No a los desechos nucleares!”
Gorleben ha sido escenario de protestas intensas contra la industria nuclear desde 1977, cuando se anunció por primera vez que desechos atómicos serían almacenados en una mina de sal abandonada, situada en esa localidad. Los habitantes de Gorleben dejaron saber que no permitirían que material radioactivo fuera depositiado cerca de su hogares.
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El poder de la gente
Desde el principio, el movimiento antinuclear alemán unió a pacifistas, ecologistas, académicos, estudiantes, organizaciones religiosas, granjeros y asociaciones vecinales que veían un vínculo directo entre la energía nuclear y la bomba atómica. Por estar en el frente de la Guerra Fría, la amenaza de una conflagración nuclear inquietaba a muchos alemanes.
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De los márgenes al centro
A finales de los setenta, activistas antinucleares unieron fuerzas con ecologistas y defensores de la justicia social para formar el Partido Verde. Hoy, esa formación es una de las más importantes en el espectro político alemán –obtuvo sus primeros escaños en el Bundestag en 1983– y el Partido Verde más poderoso del mundo.
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La peor pesadilla se hizo realidad
En 1986, la explosión de un reactor en una central nuclear ucraniana puso a la opinión pública germana en contra de la energía atómica en Alemania. El desastre de Chernóbil y la nube radioactiva que éste posó sobre Europa obligó a muchos alemanes a evitar tomar leche, comer carne fresca o permitir que los niños jugaran con arena por temor a la contaminación nuclear.
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Legisladores verdes
En 1998, los ecologistas se aliaron con los socialdemócratas en calidad de socios menores para gobernar el país juntos. En 2002, el Ejecutivo “verde-rojo” aprobó una ley que prohibía la construcción de nuevas plantas nucleares y limitaba la vida útil de las existentes. Se pautó que la última de ellas debía ser desactivada en 2022.
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Una prórroga para la industria nuclear
La Unión Demócrata Cristiana –el partido de Angela Merkel– siempre se opuso a la ley que le puso fecha de expiración a las plantas nucleares alemanas. Cuando esa formación llegó al poder en 2009, prolongó la vida de las centrales atómicas. Ese fue un duro revés para el movimiento antinuclear.
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Fukushima lo cambió todo
En 2011, el Gobierno de Merkel vio en la explosión de un reactor nuclear japonés y sus secuelas una buena razón para cambiar de rumbo: pocos días después del suceso, la canciller aprobó una ley que ponía fecha –año 2022– a la desactivación de las plantas atómicas en Alemania. De hecho, ocho reactores germanos fueron apagados ese mismo año.
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La lucha continúa
Las metas del movimiento antinuclear alemán se han ido diversificando con el paso de los años. La apuesta por la energía renovable y la lucha contra los factores que causan el calentamiento global son parte de su agenda. La lucha continúa... Hace poco, un grupo de activistas logró detener al primer bote que transportaba residuos atómicos. Autor/a: Ruby Russell