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La UEFA pone contra las cuerdas a Europa

23 de junio de 2021

La Asociación Europea de Fútbol prohíbe la iluminación arcoíris en el estadio de Múnich, alegando la separación del deporte y la política. Sin embargo, esa decisión encarna todo lo contrario, opina Stefan Nestler.

Pokal der Fußball Europameisterschaft
Imagen: Peter Kovalev/TASS/dpa/picture alliance

¿Quién gobierna Europa? Se podría pensar que la UEFA. La Asociación Europea de Fútbol parece tener bajo control a los gobiernos del continente. Apenas la UEFA amenazó con despojar a los británicos de las semifinales y la final en Londres si no flexibilizabann sus normas de cuarentena para la Eurocopa, el Gobierno de Boris Johnson obedeció. ¿60.000 espectadores como en Budapest? No hay problema, nos las arreglaremos, dijo Johnson. Mientras tanto, la variante Delta del coronavirus está provocando un nuevo aumento del número de infecciones en el Reino Unido, y toda Europa está preocupada por eso. Mejor dicho: casi toda Europa. Porque la UEFA lleva meses comportándose como si viviera en una zona libre del virus. Y ha encontrado un aliado en el jefe de Gobierno húngaro, Viktor Orbán, al que no le importan ni el coronavirus ni Europa. ¿Dónde se jugó la Supercopa de la UEFA ante los espectadores en septiembre de 2020, cuando la segunda ola del coronavirus se extendía por el continente? ¿A dónde trasladó la UEFA los partidos de la Liga de Campeones de las zonas de alto riesgo en la primavera boreal? ¿Quién ha sido el único que ha garantizado el lleno de las gradas cuando todos los demás anfitriones de la Eurocopa 2020 aún se preguntaban si era aceptable el número de espectadores en los estadios y, en caso afirmativo, cuántos? La respuesta a las tres preguntas es: Budapest.

Una situación en la que todos salen ganando

Tanto para Orbán como para la UEFA, esta es una situación en la que todos ganan. El primer ministro populista de derecha tiene la oportunidad de deleitarse con el fútbol, algo que, por cierto, les encanta a todos los gobiernos del mundo. Y la UEFA, a cambio, puede dedicarse a su actividad principal sin tener que preocuparse por las irregularidades frente al coronavirus. Y ese negocio principal se llama: hacer caja.

Stefan Nestler, periodista deportivo de DW.

Por tanto, no es de extrañar la reacción de la UEFA en el debate sobre el arcoíris. El hecho de que Manuel Neuer llevara su brazalete de capitán de la selección alemana con los colores del arcoíris en el partido contra Portugal todavía se toleró. Pero cuando el estadio de Múnich iba a ser iluminado con los mismos colores antes del partido contra Hungría, la UEFA intervino. El motivo es obvio: al Gobierno húngaro "no le hizo gracia". Apenas la semana pasada, hizo aprobar en el Parlamento húngaro una controvertida ley que restringe los derechos de información de los jóvenes con respecto a la homosexualidad y la transexualidad. Alemania y otros Estados de la Unión Europea consideran que la ley es una clara discriminación contra la comunidad LGBTIQ+.

Oportunidad perdida

A la UEFA le gusta presentarse como una organización abierta y tolerante. Habría tenido la oportunidad de dar un ejemplo impresionante en Múnich. Pero la dejó ir. La solidaridad con su socio político era más importante. Porque si, al final, no fuera posible jugar en Londres o en otro lugar por el aumento de contagios, ¿quién podría ayudar? Por supuesto, Budapest. Y ningún Gobierno europeo se atrevería a confrontar a la UEFA, por miedo a molestar a la poderosa industria del fútbol.

(ct/cp)

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