“Las abejas y las personas se necesitan mutuamente”
28 de enero de 2014La reducción de la población mundial de abejas está alcanzando dimensiones dramáticas en algunas regiones. En Estados Unidos, la cifra de abejas se ha reducido en un tercio en los últimos años. En China, prácticamente no se encuentran ya estos insectos. Y también en Europa central vive a día de hoy una cuarta parte menos de la población de abejas que se calculaba hace 30 años. La cooperación entre humanos y abejas, con sus siglos de tradición, se encuentra en peligro, y con ello también la polinización de plantas para su consumo: “Una tercera parte de lo que comemos no existiría sin el trabajo de las abejas”, explica el galardonado documental “More than honey” (“Más que miel”), en el que el director suizo Markus Imhoof busca las causas de la extinción de las abejas.
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El colapso de la población de las abejas no es ningún misterio, según muestra el documental. El principal motivo es el uso industrial de estos insectos: en Estados Unidos, cerca de 1.500.000 abejas se trasladan por el país con los cambios de estación, de plantación en plantación. También los pesticidas, el estrés, la endogamia y los parásitos agresivos como el Varroa Destructor son causas de la desaparición de las abejas. Solo en Australia parece que la población se mantiene en buen estado. Barbara Baer-Imhoof, la hija del director del documental, reside en esta área con su familia, e investiga junto con su marido, Boris Baer, la reproducción y el sistema inmunológico de las abejas en el “Centre for Integrative Bee Research” (Centro de Investigación Integradora de las Abejas), en la Universidad de Australia Occidental.
Global Ideas: Señora Baer-Imhoof, ¿qué es lo que hace al mundo de las abejas un objeto de estudio tan atrayente para usted?
Barbara Baer-Imhoof: Hay varios motivos. El proceso de reproducción es fascinante, porque las abejas, al igual que el resto de insectos sociales, se aparean solo una vez en sus vidas. La abeja reina es fecundada por un total de entre 20 y 90 machos, los zánganos, que fallecen después. La reina lleva los cerca de cinco millones de espermatozoides en una bolsa dentro de su cuerpo, y vuelve a la colmena. Durante el siguiente año, va fertilizando poco a poco los huevos, de los que puede llegar a poner hasta 2.000 cada día. De los huevos fertilizados salen abejas obreras, y de los no fecundados salen zánganos. La duración de vida de una colonia depende del período en el que la reina tenga espermatozoides en su bolsa. Esto puede durar hasta ocho años. Yo personalmente estudio en estos momentos la influencia que tiene el los factores de estrés en la supervivencia de los espermatozoides en el semen. Por ejemplo, un calor intenso puede afectar a la fertilidad de los zánganos, puesto que muchos de sus espermatozoides mueren.
¿Podría el cambio climático debilitar la capacidad reproductiva de las abejas, además del resto de los factores que se mencionan en el documental “More than Honey”?
Si las temperaturas en la tierra aumentaran, ello podría afectar a la fertilidad de las abejas. Pero lo más preocupante sería que a causa del cambio climático cambiaran las temporadas de florecimiento de las plantas y las estaciones del año. Sería posible también que en algunas regiones el clima se vuelva tan seco que los animales no podrían encontrar alimento. Sin polen ni nectar no podrían criarse más abejas obreras, lo que aumentaría el estrés en la colmena. Los zánganos también necesitan grandes cantidades de polen para producir espermatozoides.
¿Cuál es la situación de las abejas en Australia? En “More than Honey” se explica que allí viven las últimas colonias de abejas sanas.
Fuera de la región de Australia Occidental, las abejas viven solo en colmenas artificiales, en las que no se concibe una cría sin medicamentos. Las abejas y las personas se necesitan mutuamente. En Australia, la abeja europea se introdujo originariamente con los primeros colonos para polinizar las cosechas. Parte de estas abejas se ha hecho independiente, y vive fuera del control de los apicultores en arbustos y árboles. Están muy extendidas por Australia, y esperamos que les vaya bien. Estas abejas salvajes son una bendición, porque polinizan las cosechas gratuitamente; incluso allí donde no llega apicultor alguno. En algunas partes de Australia polinizan regularmente especies autóctonas únicas, con lo que contribuyen a su propagación. Lamentablemente, no podemos descartar completamente que también se esté dando un proceso de desaparición de abejas salvajes, ya que no podemos investigar en el campo cuál es realmente su situación.
¿Y qué ocurre con los parásitos que pueden amenazar la vida de las abejas?
Algunas de estas plagas existen en Australia. Por ejemplo, el parásito unicelular “Nosema”, un parásito del intestino que devora a las abejas de dentro hacia afuera. El peor de todos, el Varroa Destructor, todavía no ha llegado aquí. Pero solo es una cuestión de tiempo. Por eso, intentamos prepararnos de antemano para el ataque de estos parásitos: comprobamos, por ejemplo, en qué medida los productos químicos que se usan para eliminar este parásito podrían dañar también a las mismas abejas. Curiosamente, en el semen de las abejas hay una sustancia capaz de matar a los parásitos Nosema. Es posible que esta misma sustancia, u otras que las mismas abejas producen para defenderse contra estos parásitos, se puedan usar como medicamentos eficaces y sin efectos secundarios.
En el documental se dice que las abejas mueren con el avance de la civilización. ¿Cómo podemos colaborar cada uno de nosotros para mejorar la situación de las abejas?
Siempre sería de gran ayuda que la gente apoyara a sus apicultores locales, y que adquiriera la miel de sus productores más cercanos. Otra opción sería crear sus propias colmenas, si uno tiene el espacio, tiempo y paciencia suficiente para ello. Si una persona ya tiene abejas en su jardín, debe tolerarlas; y si no puede, debe llamar a un apicultor para librarse de ellas, no a un control de plagas. Y unas pocas flores más en el jardín seguramente no solo le harán bien a las abejas.
Autora: Ulrike Gebhardt/ lab
Editora: Emilia Rojas