El próximo domingo habrá elecciones en Polonia. Según las últimas encuestas, será Beata Szydło, candidata del partido nacionalista conservador PiS, la nueva jefa de Gobierno.
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Esta campaña electoral se hizo en autobús. Las dos candidatas de los principales partidos viajaron con este medio de transporte a lo largo y ancho del país, con excepción de las grandes ciudades, a las que se puede acceder en trenes modernos de alta velocidad. Los candidatos de los partidos más pequeños evitaron utilizar vehículos grandes para llamar la atención y se movieron a pie.
Asombrosamente sensato
Como, por ejemplo, Adrian Zandberg, que tiene 36 años y es candidato del partido de izquierdas fundado en mayo de 2015 “Razem”, que significa “En común”. Zandberg es programador y profesor de Universidad. Su tesis doctoral versa sobre las socialdemocracias británica y alemana. Su familia procede de Dinamarca y se trasladó a Polonia cuando él era niño. En el terreno político, suele acudir a ejemplos tomados de la realidad escandinava, sobre todo en lo referente a sus políticas laborales. Zandberg se aparta de la retórica anti-refugiados de muchos políticos polacos y promueve la tolerancia. Unos días antes del reciente debate televisivo que enfrentó a los candidatos, los medios apenas lo conocían. El día después, lo proclamaron como vencedor “porque habló de forma asombrosamente sensata”.
Se espera la victoria de la derecha
Haber recibido muchas alabanzas no cambia el hecho de que el partido del recién llegado apenas obtendrá escaños en el “Sejm”, el Parlamento polaco. Más bien se espera una nueva victoria del partido nacionalista conservador Derecho y Justicia (PiS). Ya en primavera, el prácticamente desconocido candidato del partido ganó sorpresivamente las elecciones presidenciales: Andrzej Duda. En esta ocasión, podría ser Beata Szydło quien logre formar un Gobierno ultraconservador.
Szydło es la candidata gracias a que Jarosław Kaczyński, el presidente del PiS, mantiene una línea mucho más dura. Kaczyński no podría ser un candidato adecuado porque asustaría a los muchos votantes conservadores de espíritu moderado. Durante la campaña se contuvo, hasta que la semana pasada confesó su preocupación por la posibilidad de que los refugiados contagiaran “cólera, parásitos y otras enfermedades”. Las más recientes encuestas apuntan a que el PiS no obtendrá la mayoría absoluta, pero si la gente de Kaczyński acaba formando Gobierno, la política exterior puede complicarse. Sus socios son Orban y Erdogan, mientras que Alemania y Europa miran con desconfianza a Polonia desde hace tiempo. Los objetivos del PiS se centran en políticas contra los refugiados y Moscú y conseguir que la OTAN estacione allí sus bases de forma permanente.
Frustración y descontento
Actualmente está en el poder la Plataforma de los Ciudadanos (PO), que Donald Tusk lideró con éxito hasta hace un año. La PO ha tenido épocas mejores. Fue el primer partido en resultar reelegido desde 1989. Durante los 18 años anteriores, el país hubo de soportar hasta doce Gobiernos diferentes. Las encuestas predicen que el PO podría obtener un cuarto de los votos emitidos.
Muchos polacos se sienten abandonados por los líderes del PO. Las medidas de ahorro los ahogan. En ciudades florecientes, como Varsovia y Cracovia, hay altos índices de desempleo, los salarios son muy bajos y la desigualdad social aumenta. La jubilación a los 67 años obligará a trabajar a aquella generación que luchó duro por la existencia en los 90, una época de duras transformaciones.
Los jóvenes se marchan
Un cuarto de siglo después del final del comunismo, los polacos observan un curioso fenómeno: Berlín y Bruselas alaban unos datos económicos que no se reflejan positivamente en la sociedad. Incluso los jóvenes mejor preparados emigran a otros países para buscar mejores empleos: “Sin contactos no encontramos trabajo en nuestro país“, se lamentan. El actual Gobierno ha permitido que haya contratos que la gente considera basura. Tres millones de polacos tienen empleos temporales, sin seguridad social ni protección por despido. Además, no tienen derecho a vacaciones ni a pertenecer a sindicatos. Sus ingresos son de los más bajos de Europa. Más del 80 por ciento gana menos de 845 euros al mes y los pensionistas cobran una media de 457 euros.
Lech Walesa, ícono de "Solidaridad"
Consiguió doblegar al comunimo en Polonia. Hoy puede mirar hacia atrás consciente de que su liderazgo sindical ayudó a cambiar el mundo.
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Rebelde, premio Nobel y expresidente
El antiguo líder del sindicato Solidaridad y posteriormente presidente de Polonia consiguió doblegar al comunismo polaco. Lech Walesa ha recibido incontables reconocimientos por sus logros políticos. El 29 de septiembre (de 2013) cumplió 70 años.
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Instigador
Cuando en el verano de 1980 se disparó el precio de la carne, se desató una oleada de huelgas por toda Polonia. Walesa, que había trabajado como electricista en un astillero de Gdansk desde 1967 y que había pasado un tiempo en la cárcel por su activismo a favor del sindicalismo libre, estaba fichado por las autoridades. Aún así, el 14 de agosto se convirtió en líder del movimiento Solidaridad.
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Solidaridad
Tras ocupar los astilleros de Gdansk, trabajadores de toda Polonia probaron suerte con esta táctica. Walesa era el único que negociaba con el Gobierno en nombre del recientemente fundado sindicato Solidaridad. Esta movimiento de trabajadores, sin parangón hasta entonces, pronto se convirtió en una organización independiente con más de 10 millones de miembros.
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Con la bendición de la Iglesia
Tras décadas de gobierno comunista, la mayoría de los polacos seguía manteniendo su fe en la Iglesia católica, resistiéndose a adoptar el ateísmo promovido por el Estado. La influyente Iglesia polaca apoyó desde el principio las movilizaciones obreras. El obispo Henryk Jankowski se codeaba con Walesa, que había sido educado en la fe católica.
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Una larga lucha
El 31 de agosto de 1980 concluyeron las huelgas masivas con un acuerdo entre el comité sindical y la delegación de Gobierno. Se pactó el derecho legal a la huelga, la fundación de un sindicato independiente, mejoras en el sistema social y la liberación de prisioneros políticos. En noviembre, un tribunal de Varsovia legalizó el movimiento Solidaridad.
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De líder a prisionero
Hasta diciembre de 1981, Walesa dirigió el Comité de Coordinación Nacional de Solidaridad. Cuando, ese mismo mes, el líder del partido comunista y primer ministro Wojciech Jaruzelski decretó la ley marcial, Walesa fue encarcelado durante casi un año en una prisión cercana a la Unión Soviética.
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1983: Premio Nobel de la Paz
En 1982, la revista Time declaró a Walesa como el "hombre del año". Tras esta distinción, llegaron otros reconocimientos. Cuando se anunció a Walesa como destinatario del Nobel de la Paz en 1983, el líder sindicalista pensó que el Gobierno comunista no le dejaría entrar de nuevo en el país si asistía a la ceremonia de entrega. Su esposa y su hijo de 13 años recogieron el Premio en Oslo.
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Dona el dinero del Premio Nobel
Cientos de creyentes fueron testigos de cómo Walesa dedicó el Premio Nobel a la Virgen Negra, en la ciudad de Częstochowa, al sur del país, uno de los lugares más importantes de peregrinación de la Iglesia católica. Walesa donó el dinero del galardón sueco a una fundación de ayuda a los necesitados.
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Pulso al Gobierno
En 1983, Walesa pidió permiso para volver a los astilleros de Gdansk, pero debió permanecer bajo arresto domiciliario hasta 1987. El movimiento Solidaridad continuó convocando huelgas en minas, astilleros y sector transportes entre 1981 y 1988.
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El Papa
Walesa conoció al papa Juan Pablo por primera vez en julio de 1983, durante una visita del prelado a su país. Ocho años después, Walesa besó la mano del pontífice convertido en el primer presidente de la Polonia postcomunista. Lo hizo mientras sostenía en la mano la primera edición de la Constitución polaca, de 200 años de edad.
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Retirarse con dignidad
A finales de 1995, Walesa había perdido el apoyo del pueblo polaco y no fue reelegido presidente. Pero todavía disfrutaba del aprecio del resto del mundo, incluyendo al Dalai Lama, que se arrodilló ante el hombre que logró grandes cambios en Polonia.
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Amistad germano-polaca
En Alemania se considera que Walesa allanó el camino de la reunificación. En el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, Walesa acudió como símbolo de la reconciliación entre Polonia y Alemania.
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Un icono decadente
Hoy día se mira a Lech Walesa con actitud crítica, entre otras razones, por sus declaraciones discriminatorias contra los homosexuales. Una película del famoso director Andrzej Wajda, proyectada este año en el Festival de Venecia, presenta al exlíder no exento de defectos.
Imagen: Labiennale
Multitud de reconocimientos
El camino de Lech Walesa desde electricista a premio Nobel y presidente de Polonia ha sido largo. Actualmente cuenta con doctorados honoríficos y distinciones. Puede echar la vista atrás y recordar cuando, hace más de tres décadas, lideró a quienes buscaban un cambio político en Polonia.