Irán: impredecibles consecuencias ecológicas de la guerra
26 de junio de 2025
Hasta el momento no se sabe cuántos misiles y bombas fueron disparados contra instalaciones nucleares y militares de Irán en el lapso de doce días. Solo el domingo 22 de junio de 2025 cayeron 14 bombas antibúnker, según informes, cada una de ellas con un peso de 13.600 kilogramos, y 30 misiles de crucero Tomahawk impactaron en las instalaciones nucleares de Fordo, Isfahán y Natanz.
La real magnitud de los daños, según Gaukhar Kukhatzhanova, del Centro de Desarme y No Proliferación de Viena, sigue sin conocerse.
En entrevista con DW, la experta dijo que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) todavía no pudo verificar por completo las consecuencias de los ataques, en especial, a las instalaciones subterráneas de enriquecimiento de uranio de Fordo. "Podemos reconocer algunos daños en imágenes satelitales, pero la verdadera magnitud y los costos no los conocemos”, explicó Kukhatzhanova.
El OIEA parte de que en varios lugares hay contaminación radioactiva y química. En las instalaciones subterráneas podrían haber sido dañadas miles de centrifugadoras por el repentino corte de energía. Las centrifugadoras funcionan con hexafluoruro de uranio (UF₂), un gas altamente reactivo.
Si bien fuera de las instalaciones no se han medido aún altos valores de radiación, una posible fuga de estas sustancias supone importantes riesgos para la salud y el medio ambiente. Los inspectores del OIEA no tienen actualmente acceso a las instalaciones nucleares afectadas.
Contaminación química y riesgos ambientales a largo plazo
"Hay muchas cosas que no sabemos, y justamente ese es el mayor problema”, admite el experto en medioambiente Rozbeh Eskandari, en entrevista con DW. Eskandari, que vive en Canadá, es uno de los expertos independientes que investiga desde hace años la contaminación en Irán. "Los responsables en Irán siempre afirman que todo está bajo control. Pero ahora prácticamente no hay información sobre los posibles peligros medioambientales, ni siquiera para las personas que viven en las inmediaciones de los objetivos de los ataques."
Eskandari se refirió además a una grave explosión que se produjo a finales de abril en el puerto de Bandar Abbas, en el sur de Irán. El humo que provocó la quema de sustancias químicas liberó grandes cantidades de hollín, óxidos de nitrógeno (NOx), dióxido de azufre (SO2), y otras sustancias contaminantes, lo que empeoró masivamente la calidad del aire en las áreas circundantes durante varios días. Nubes de humo similares se vieron en videos en redes sociales luego de los ataques del Ejército de Israel a algunas plantas nucleares en Irán.
"Esas sustancias nocivas contaminan el suelo. La contaminación del suelo como resultado de conflictos militares es una de las peores, pero también de las más frecuentes, consecuencias medioambientales de la guerra", prosigue Eskandari.
Los contaminantes permanecen a menudo durante décadas en las capas superiores del suelo y perjudican su calidad, lo que produce la pérdida de fertilidad y la capacidad para regenerarse de manera natural.
Reminiscencias de la guerra Irán-Irak
En Irán, esas consecuencias de largo alcance son conocidas desde la guerra de ocho años con Irak (1980-1988). Las provincias más afectadas en ese momento fueron Juzestán, Ilam y Kermanshah, en el oeste y suroeste del país, situadas en la frontera con Irak.
Juzestán, con sus importantes refinerías de petróleo y sus instalaciones industriales, fue bombardeada masivamente en esa guerra. El uso de vehículos militares pesados condujo a que se liberaran metales pesados y residuos tóxicos. Los campos que una vez fueron fértiles se volvieron inutilizables para la agricultura. Estudios de universidades locales muestran, asimismo, una alta tasa de casos de cáncer, así como de enfermedades respiratorias y de la piel.
La devastación del ecosistema, apareada con el mal manejo crónico del sistema político y un creciente cambio climático -como las cada vez más frecuentes olas de calor- tuvieron consecuencias sociales que todavía hoy tienen impacto.
Según las últimas estadísticas disponibles, la provincia de Juzestán, por ejemplo, registra la tasa más alta de emigración de todas las provincias iraníes en los últimos 20 años. En esta región, donde se encuentran ciudades como Shush, una de las ciudades habitadas de forma continua más antiguas del mundo y antaño capital del antiguo Imperio Elam (del IV al I milenio a.C.), o Shushtar, con su sofisticado y antiguo sistema de irrigación, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 2009, la población viene disminuyendo desde hace años.
(cp/el)