El martes pasado (21.01.2020) Donald Trump usó el gran escenario de Suiza, mientras Angela Merkel utilizaba uno más pequeño en Alemania. El ególatra de Washington habla de sí mismo en el Foro Económico Mundial de Davos; ella, segura de sí misma, habla desde Berlín sobre la importancia del diálogo geopolítico. Se presta mucha más atención mediática al presidente de los Estados Unidos, que se burla de los protectores del clima como "profetas de la fatalidad". Mientras tanto, el mismo día, en la Academia Americana de Berlín, la Canciller advierte contra la caída en una "nueva bipolaridad". 

Esta diferencia entre ambos no es nueva: de un lado, el fanfarrón narcisista, del otro, la estadista reflexiva. Sí, los mensajes y el tono de voz de los dos son bien conocidos. Sin embargo, es gratificante que la mujer gobernante más importante del mundo todavía haga frente al hombre más poderoso del mundo. En tiempos donde los charlatantes del mercado ocupan las más altas oficinas del Gobierno y del Estado, las palabras oportunas de personas influyentes y responsables como Angela Merkel son más importantes que nunca.

No hay guerra fría con China

La jefa del Gobierno alemán señala que "ante los resultados y experiencias que tenemos con el multilateralismo, un país como China también debería ser incluido y tratado al menos de manera igualitaria". Mientras tanto, el Presidente de EE. UU. prosigue con su política de confrontación: "Estados Unidos está creciendo y prosperando, y sí, EE. UU. está ganando de nuevo como nunca antes". Comparado con la retórica habitual de Trump, eso suena casi poético. Y sin embargo, es solo otra versión de su dogma "América primero".

Por otra parte, Angela Merkel consigue fácilmente recordar conflictos globales pasados entre Este y Oeste, y crear un puente con el aquí y ahora. En aquel entonces, el mundo era un lugar poco pacífico y, en la actualidad, lo sigue siendo. Pero la convivencia actual en este planeta está más en peligro que nunca.

Nadie va a superar las guerras, los conflictos y la crisis climática por sí solo. Cabe dudar de que Trump haya entendido eso después de tres años en el cargo. Su palabrería en Davos es más bien un indicio de que no ha aprendido nada. Al contrario: aunque habla en Europa, su grupo objetivo está al otro lado del Atlántico. El hombre tiene como objetivo final la reelección como presidente de su país.

Merkel trabaja en su propio legado, Trump hace campaña

El contraste con Angela Merkel no podría ser mayor. Su era terminará a más tardar en 2021 y descarta postularse nuevamente al cargo de canciller. Discursos como los de la Academia Americana ya son parte de su herencia política. Se trata del legado de una mujer que creció bajo la dictadura de la Alemania del Este y que ha guiado el destino de la Alemania reunificada desde 2005, tanto a nivel nacional como internacional.

El martes pasado recibió el premio Henry A. Kissinger, llamado así en honor al exsecretario de Estado de EE. UU., que nació en Alemania. Merkel recibe el premio por su trayectoria política. Al principio de su discurso dijo: "Quizás una de las cosas que más necesitamos hoy en día es mantener la capacidad de hablar". Ella tiene razón. Y esta frase también es cierta: "En el pasado tuvimos un mundo de Guerra Fría en el que hablábamos poco, pero al menos hablábamos". Hoy en día, los hombres como Trump hablan principalmente de sí mismos, sin interesarse por los puntos de vista de los demás. Cuanto más personas haya que lo contradigan con estilo, a él y a los de su clase, mejor.

(ju/er)

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