Las trampas del “buen gusto”
24 de julio de 2011Publicidad
Da igual que la discusión gire en torno a preferencias gastronómicas, plásticas o musicales, cuando dos o más personas defienden opiniones opuestas sobre una materia, lo más probable es que una de las partes se canse del debate estéril y cierre la porfía con la frase: “Sobre gustos y colores no han escrito los autores”. La expresión admite variaciones, pero el mensaje es el mismo: no existen árbitros ni criterios objetivos para determinar que el hecho de sentir placer sensual o estético frente a una obra u otra sea una señal de buen o mal gusto… ¿o sí?
Pocos curadores apelan al término “buen gusto” para justificar la adquisición de una pieza de arte por parte de un museo o su inclusión en una exhibición, dejando en el aire la impresión de que hablar de buen gusto es un gesto… de mal gusto. Sin embargo, la preocupación por lo que sus elecciones dicen de su juicio como expertos no les es ajena. Johan Holten, quien se acaba de estrenar como director de la pinacoteca estatal de Baden-Baden, lo admite. Él confiesa enfrentarse al problema del gusto cada vez que organiza una exposición.
Adiós al canon decimonónico
Holten tomó esas dudas y las convirtió en el eje conceptual de la muestra El gusto: el bueno, el malo y el verdaderamente caro, que se inauguró el 9 de julio en ese museo de Baden-Wurtemberg y culminará el 9 de octubre. El objetivo: evidenciar los cambios que han tenido lugar en la sociedad europea y los efectos que éstos surtieron sobre el mundo de la plástica; desde la instrumentalización del arte, los museos y del llamado “buen gusto“ para indoctrinar a la población en el siglo XIX hasta la emancipación de los artistas en el siglo XX, pasando por la transformación de lo artístico en mercancía.
Holten se cuestiona con frecuencia. Y esa duda recurrente –“¿qué debo mostrar, qué no y por qué?”– lo llevó a dejarse inspirar por esa inquietud en lugar de ceder a la inercia que implicaría abrirle las puertas del museo a artistas plásticos reconocidos o interesantes para él como especialista. “Desde hace cuarenta años, los artistas se han esmerado conscientemente en confundir las categorías de ‘bueno’ y ‘malo’ ”, comenta Holten, trayendo a la memoria la añeja máxima que reza: “el buen gusto es enemigo de la creatividad”.
Buscando los indicios del buen gusto
“Habiendo sido nombrado recientemente como director de un museo público, tengo el deber de preguntarme qué criterio debo usar para concebir mi programa de exposiciones”, agrega el regente de la Sala de Arte de Baden-Baden. Después de todo, Holten asegura no querer imponer sus preferencias personales a nadie. De ahí que haya optado por exhibir el trabajo de trece creadores que reflexionan sobre los mecanismos del negocio del arte. Uno de ellos es John Bock, cuya obra alude a la fusión del mundo de la moda con el de la plástica.
Otros artistas abordan el tópico del dinero y el lujo en relación con el arte como símbolo de estatus. El fotógrafo Martin Parr muestra imágenes de la vida de los ricos, bellos y famosos en su serie Lujo, y Josephine Meckseper saca objetos cotidianos de su contexto original, los estiliza y los convierte en accesorios ostentosos. Estos ejemplos enfatizan una de las tesis arrojadas por la exposición de Baden-Baden: que así como los intereses comerciales determinan qué obras se exhiben dónde, cuándo y cómo, también el dinero determina lo que ha de ser visto como un indicio de buen gusto.
Autores: Jochen Kürten / Evan Romero-Castillo
Editor: Claudia Herrera Pahl
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