Sin Lech Walesa y su sindicato Solidaridad, la apertura política del bloque del Este en la década de 1980 sería impensable. Hoy Walesa cumple 75 años. No hay razón para retirarse, dice en entrevista con DW.
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Lech Walesa nació hace 75 años en una situación muy complicada. Su padre murió torturado en un campo de trabajo alemán. Tuvo que ocuparse muy pronto de sí mismo y de su familia. En 1980, encabezó el sindicato Solidaridad ('Solidarność') liderando un importante movimiento que contribuyó en gran medida a la caída del comunismo y del muro de Berlín. Obtuvo el Premio Nobel de la Paz y finalmente se convirtió en el primer presidente surgido de unas elecciones libres en la Polonia de posguerra. Hace casi exactamente 25 años, negoció como presidente la retirada del Ejército Rojo de Polonia.
Deutsche Welle: ¿Todavía le falta algo por hacer en su carrera política?
Lech Walesa: En realidad, he logrado todo lo que soñé y lo que me propuse hacer. Para mis planes era suficiente recuperar la libertad e introducir la democracia. Pensé que con ella todo iría mejor, pero resultó que no estábamos preparados para la democracia. Carecíamos de las personas y los programas adecuados. Y empezaron los problemas. Por eso perdí las elecciones (en 1995). Pero Polonia ha progresado. Hoy, sin embargo, me pregunto: ¿para qué la victoria, si no supimos qué hacer con ella? Ese es mi problema: ya soy viejo, estoy cansado y no me gusta lo que veo. Porque la política del actual gobierno no es buena. Sus diagnósticos son acertados, pero las soluciones elegidas, no. Como con el sistema judicial, que efectivamente debía ser reformado. Pero no así. Por otro lado, casos como el de Kaczynski o Trump nos motivan a seguir. Nos exigen que busquemos soluciones y las encontremos.
Ahora el gobierno polaco tiene mala reputación en Occidente. Incluso se dice que Polonia está avanzando hacia la dictadura. ¿Es eso cierto?
Tenemos que apechar con gente inapropiada, de mentalidad mezquina, no diagnosticadas médicamente pero llenas de complejos, que han llegado al poder por casualidad. Esa es nuestra desgracia. Advertí a la sociedad, porque los conocía de antes. El problema ahora es: ¿cómo salimos de esto? ¿Cómo lo combatimos? Somos demócratas, no queremos violencia mientras los gobernantes aprueban leyes que les favorecen sin respaldo del pueblo ni de la Constitución. Es difícil luchar contra esto con manifestaciones, porque hay muy pocos activistas. Actualmente estamos recurriendo a los procedimientos de la Unión Europea. Le pedimos ayuda a sus instituciones, a Alemania y a otros países, ya que todavía queda mucho para las elecciones. Eso nos puede arruinar, pues los gobernantes manipulan las leyes y nos engañarán. Frente a eso necesitamos hoy día la solidaridad global.
¿Y qué opina de que a los actuales gobernantes polacos les guste agitar estereotipos antialemanes?
Abren viejas heridas, utilizan la complicada y trágica historia de ambos pueblos, juegan con el resentimiento. Hacen demagogia, siembran conflictos y enfrentan a la gente entre sí. Cuestionan nuestros logros, nuestra victoria. Nos tachan a mí y a otros de "agentes" solo para ganar. No les importa el daño que nos hagan. Por eso me pregunto si son enemigos de Polonia, traidores, agentes de otros países o, simplemente, tontos consumados. Hay veo estas dos posibilidades: o son traidores, o son tontos consumados.
¿Y cómo deberían reaccionar los alemanes ante esta situación?
Deben continuar como han hecho hasta el momento, aguantar y ver, a la vez, cómo pueden ayudarnos para que no se destruyan todos los logros conseguidos en nuestras relaciones de posguerra.
Nuevamente hay voces que reclaman a Alemania reparaciones de guerra. ¿Están justificadas?
Los alemanes son ricos, nosotros no. Y es por su agresión y por la guerra. Se debe hablar de ello, pero no venir con exigencias porque es demasiado tarde para eso. No necesitamos ataques verbales ni confrontación, sino conversaciones y capacidad de persuasión. Se deben proporcionar pruebas de que el problema no ha sido resuelto definitivamente, en lugar de exigencias y las confrontaciones que ciertamente no resuelven el problema.
Usted es católico practicante. ¿Qué papel juegan la Iglesia y la fe cristiana en su vida y en tus acciones?
Un papel crucial. Pero no soy un fanático. Mi fe no es anticuada ni medieval, es más como una computadora de última generación. Sé que hay un Dios, puedo encontrarlo: me caigo de vez en cuando, pero gracias a Él me levanto nuevamente. Sin fe, todo lo que hago no tendría sentido. Pero continúo porque mi fe me dice que, si no continúas, tendrás que responder por ello. Así que tengo que hacer todo lo que pueda.
Autor: Bartosz Dudek (LGC/EAL)
Lech Wałęsa fue presidente del sindicato Solidarność de 1980 a 1990 y presidente de Polonia de 1990 a 1995. En 1983 fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz.
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Lech Walesa, ícono de "Solidaridad"
Consiguió doblegar al comunimo en Polonia. Hoy puede mirar hacia atrás consciente de que su liderazgo sindical ayudó a cambiar el mundo.
Imagen: Getty Images/Jasper Juinen
Rebelde, premio Nobel y expresidente
El antiguo líder del sindicato Solidaridad y posteriormente presidente de Polonia consiguió doblegar al comunismo polaco. Lech Walesa ha recibido incontables reconocimientos por sus logros políticos. El 29 de septiembre (de 2013) cumplió 70 años.
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Instigador
Cuando en el verano de 1980 se disparó el precio de la carne, se desató una oleada de huelgas por toda Polonia. Walesa, que había trabajado como electricista en un astillero de Gdansk desde 1967 y que había pasado un tiempo en la cárcel por su activismo a favor del sindicalismo libre, estaba fichado por las autoridades. Aún así, el 14 de agosto se convirtió en líder del movimiento Solidaridad.
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Solidaridad
Tras ocupar los astilleros de Gdansk, trabajadores de toda Polonia probaron suerte con esta táctica. Walesa era el único que negociaba con el Gobierno en nombre del recientemente fundado sindicato Solidaridad. Esta movimiento de trabajadores, sin parangón hasta entonces, pronto se convirtió en una organización independiente con más de 10 millones de miembros.
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Con la bendición de la Iglesia
Tras décadas de gobierno comunista, la mayoría de los polacos seguía manteniendo su fe en la Iglesia católica, resistiéndose a adoptar el ateísmo promovido por el Estado. La influyente Iglesia polaca apoyó desde el principio las movilizaciones obreras. El obispo Henryk Jankowski se codeaba con Walesa, que había sido educado en la fe católica.
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Una larga lucha
El 31 de agosto de 1980 concluyeron las huelgas masivas con un acuerdo entre el comité sindical y la delegación de Gobierno. Se pactó el derecho legal a la huelga, la fundación de un sindicato independiente, mejoras en el sistema social y la liberación de prisioneros políticos. En noviembre, un tribunal de Varsovia legalizó el movimiento Solidaridad.
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De líder a prisionero
Hasta diciembre de 1981, Walesa dirigió el Comité de Coordinación Nacional de Solidaridad. Cuando, ese mismo mes, el líder del partido comunista y primer ministro Wojciech Jaruzelski decretó la ley marcial, Walesa fue encarcelado durante casi un año en una prisión cercana a la Unión Soviética.
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1983: Premio Nobel de la Paz
En 1982, la revista Time declaró a Walesa como el "hombre del año". Tras esta distinción, llegaron otros reconocimientos. Cuando se anunció a Walesa como destinatario del Nobel de la Paz en 1983, el líder sindicalista pensó que el Gobierno comunista no le dejaría entrar de nuevo en el país si asistía a la ceremonia de entrega. Su esposa y su hijo de 13 años recogieron el Premio en Oslo.
Imagen: Getty Images/Afp
Dona el dinero del Premio Nobel
Cientos de creyentes fueron testigos de cómo Walesa dedicó el Premio Nobel a la Virgen Negra, en la ciudad de Częstochowa, al sur del país, uno de los lugares más importantes de peregrinación de la Iglesia católica. Walesa donó el dinero del galardón sueco a una fundación de ayuda a los necesitados.
Imagen: Getty Images/Afp
Pulso al Gobierno
En 1983, Walesa pidió permiso para volver a los astilleros de Gdansk, pero debió permanecer bajo arresto domiciliario hasta 1987. El movimiento Solidaridad continuó convocando huelgas en minas, astilleros y sector transportes entre 1981 y 1988.
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El Papa
Walesa conoció al papa Juan Pablo por primera vez en julio de 1983, durante una visita del prelado a su país. Ocho años después, Walesa besó la mano del pontífice convertido en el primer presidente de la Polonia postcomunista. Lo hizo mientras sostenía en la mano la primera edición de la Constitución polaca, de 200 años de edad.
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Retirarse con dignidad
A finales de 1995, Walesa había perdido el apoyo del pueblo polaco y no fue reelegido presidente. Pero todavía disfrutaba del aprecio del resto del mundo, incluyendo al Dalai Lama, que se arrodilló ante el hombre que logró grandes cambios en Polonia.
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Amistad germano-polaca
En Alemania se considera que Walesa allanó el camino de la reunificación. En el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, Walesa acudió como símbolo de la reconciliación entre Polonia y Alemania.
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Un icono decadente
Hoy día se mira a Lech Walesa con actitud crítica, entre otras razones, por sus declaraciones discriminatorias contra los homosexuales. Una película del famoso director Andrzej Wajda, proyectada este año en el Festival de Venecia, presenta al exlíder no exento de defectos.
Imagen: Labiennale
Multitud de reconocimientos
El camino de Lech Walesa desde electricista a premio Nobel y presidente de Polonia ha sido largo. Actualmente cuenta con doctorados honoríficos y distinciones. Puede echar la vista atrás y recordar cuando, hace más de tres décadas, lideró a quienes buscaban un cambio político en Polonia.