El mundo entero bajo tensión

La Repubblica, Roma: “La iglesia San Marco y San Pedro, donde ocurrió la masacre a fin de año, se prepara con pan blanco para celebrar hoy la fiesta de Navidad de la comunidad copta. Pero alcanza con mirar las caras de los fieles para comprender que ésta será una Navidad del dolor y el miedo. Miedo es lo que pretenden lograr los autores del atentado, para dividir al pueblo egipcio. No en vano la respuesta del Gobierno a los terroristas une la medialuna y la cruz: “soy egipcio y estoy en contra del terror”, rezan los afiches. Pero la tensión se siente en todo el mundo”.

Die Welt, Berlín: “Si la lucha contra la opresión religiosa debe tener el mismo rango que aquella contra cualquier otra forma de discriminación, entonces no pueden establecerse reglas especiales en la cooperación para el desarrollo. (…) La política exterior y para el desarrollo debe en tales casos aplicar las mismas medidas válidas para otras violaciones a los derechos humanos. Es decir, protestar en toda oportunidad posible, evitar ayuda que beneficie a organismos estatales agresivos, fomentar decididamente proyectos, que contribuyan a la pacificación y liberación. Desde la creación de escuelas para niñas en Afganistán hasta el apoyo de cristianos coptos en Egipto”.

La Croix, de París: “Occidente también puede caer en la trampa de la fe. Se puede fácilmente mal utilizar la solidaridad con los cristianos en Oriente. Especialmente si ésta va acompañada de diatribas contra el Islam. Estas actitudes no hacen más que agrandar los muros de la incomprensión entre los seguidores de distintas religiones y fomentar la violencia. Hay que apoyar a los coptos porque la libertad de religión es uno de los derechos esenciales de todo ser humano, ya sea cristiano, musulmán, judío o ateo. Como ya lo dijera el Papa Benedicto XVI en su mensaje de Año Nuevo, proteger esta libertad significa proteger a todas las personas, en Egipto como en Francia, en nombre de aquellos valores universales, que son pisoteados por los extremistas”.

Triste realidad de la industria alimentaria

tageszeitung, Berlín: Desde hace mucho sabemos que nuestros alimentos ya no provienen de pequeñas granjas familiares, sino de la producción industrial. (…) Los procesos de trabajo son organizados por máquinas, costo y provecho calculados con exactitud. Para evitar errores y engaños habría que tener inspectores en actividad día y noche. (…) De hecho, los propios consumidores deberían organizar una red de inspectores honoríficos. ¿Pero quién querrá ver a 3.000 gallinas agolpadas en un pabellón, (¡este es el límite máximo para plantas ecológicas y no está considerado cría intensiva de animales!) defecando, gritando y saltando en pánico de un lugar al otro, debido al estrés social al que se les somete? No se puede comprar una conciencia limpia. Sólo nos quedan escándalos como mínimo resto de realidad que sale a la luz”.

Autor: dpa / reu/ VR
Editor: Pablo Kummetz