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Libia, de la revolución a la guerra civil

Chase Winter
5 de abril de 2019

A ocho años de que la intervención militar liderada por la OTAN derrocara al dictador Muamar el Gadafi, Libia sigue atrapada en una espiral de violencia que involucra a grupos armados y gobiernos rivales. Un análisis.

Libyen Militärwagen auf Straße
Imagen: Reuters TV

El caos impera en Libia desde que la intervención militar liderada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contribuyó a derrocar al dictador Muamar el Gadafi (1969-2011). Desde hace ocho años, el país norafricano está dividido entre Gobiernos rivales en el este y el oeste, y entre múltiples grupos armados que compiten por cuotas de poder y control sobre el petróleo, la principal fuente de ingresos del Estado magrebí.

Para ser más precisos, los conflictos internos libios se deben a divergencias aparentemente irreconciliables entre facciones islamistas y nacionalistas, a añejas rivalidades tribales que Gadafi había logrado atenuar, a identidades regionales y locales diferentes, y a pugnas por el acceso al "oro negro” y otros recursos valiosos. La ONU auspiciará una Conferencia Nacional Libia este mes para intentar superar esas discrepancias.

El objetivo concreto de las Naciones Unidas es mediar entre las partes en discordia para que definan una hoja de ruta con miras a que se celebren elecciones parlamentarias y presidenciales que debían haber tenido lugar hace ya mucho tiempo. La iniciativa de la ONU fue puesta en marcha después de que Italia y Francia se esmeraran el año pasado en reducir las divergencias entre los Gobiernos libios del este y el oeste.

¿Cómo terminó Libia teniendo dos Gobiernos?

Tras los comicios parlamentarios de 2014, una bancada islamista que fue derrotada en las urnas pero que estaba respaldada por grupos armados se rehusó a poner fin al mandato transicional de dieciocho meses del desaparecido Consejo Nacional general. Los enfrentamientos en la capital, Trípoli, ubicada en el occidente del país, obligaron a mudar a la recién electa Cámara de Representantes a la ciudad oriental de Tobruk.

Los combates en cuestión se dieron entre las facciones islamistas y las fuerzas leales al influyente militar Jalifa Haftar, quien ayudó a Gadafi a llegar al poder en 1969 y años más tarde le dio la espalda. Una vez que se formaron los dos Ejecutivos –uno con sede en Trípoli y el otro radicado en Tobruk–, las autoproclamadas Fuerzas Armadas Nacionales Libias (FANL), comandadas por Haftar, respaldaron al Gobierno del oriente libio.

Jalifa Haftar, comandante de las autoproclamadas Fuerzas Armadas Nacionales Libias (FANL).Imagen: Imago/S. Savostyanov

¿Qué ocurrió con el Gobierno apoyado por la ONU?

En 2015, la ONU consiguió que grupos rivales llegaran a un acuerdo para compartir el poder y crearan un cuerpo conocido como el Consejo Presidencial de Libia –que terminó liderando Fayez al Sarraj– para que éste velara por el Gobierno de Acuerdo Nacional, de carácter interino. El Consejo Presidencial de Libia y el Gobierno de Acuerdo Nacional, ambos reconocidos internacionalmente, se instalaron en Trípoli en 2016.

La meta de ambos cuerpos era tender puentes hacia el Ejecutivo rival de oriente, pero la Cámara de Representantes, reconocida internacionalmente como el Parlamento legítimo de Libia, nunca apoyó al Gobierno de Acuerdo Nacional, como se previó en el acuerdo auspiciado por la ONU. La Cámara de Representantes respaldó más bien al Gobierno de Abdulah al Zani y reconoció a las FANL de Haftar.

La consecuencia de estas decisiones es que el Consejo Presidencial de Libia y el Gobierno de Acuerdo Nacional, en el oeste del país, han tenido problemas para ejercer control sobre el territorio nacional y sobre las numerosas milicias que rodean a Trípoli. En el este y el oeste de Libia surgieron estructuras de mando, organismos de seguridad, bancos centrales y empresas petroleras estatales que compiten entre sí.

Las Fuerzas Armadas Nacionales Libias (FANL).Imagen: Getty Images/A. Doma

¿Quién controla la producción de petróleo y gas?

Las rivalidades por el control de estos recursos, la principal fuente de ingresos del país, se ven exacerbadas por los históricos reclamos hechos por los habitantes del oriente de Libia: éstos reciben mucho menos recursos que sus compatriotas del occidente, a pesar de que el 80 por ciento de la producción nacional tiene lugar en el oriente, donde están ubicados la mayoría de los pozos petroleros y los terminales de exportación.

Desde 2014, las FANL de Haftar le vienen arrebatando el control de las zonas petroleras libias a las milicias alineadas con el Gobierno de occidente y a grupos islamistas. Y, a principios de este año, las FANL lanzaron una ofensiva en el sur de Libia para tomar control de los pasos fronterizos. No obstante, la guerra civil libia también se ha visto complicada por las fricciones que existen entre actores externos.

¿Cómo se posiciona la comunidad internacional?

Egipto y los Emiratos Árabes Unidos respaldan políticamente al Gobierno de oriente y militarmente a las FANL porque les preocupa el papel que los Hermanos Musulmanes puedan jugar en Trípoli; también Rusia apoya a Haftar. Por su parte, el Gobierno de occidente cuenta con el respaldo de Estados Unidos, Turquía y la UE; sin embargo, discrepancias entre Francia e Italia impiden que el bloque comunitario asuma una postura común.

Aunque Francia e Italia han respaldado nominalmente al Gobierno de Acuerdo Nacional, ambos países europeos también han coqueteado con Haftar debido a su prominencia en la lucha contra los islamistas. Francia le ha dado apoyo militar y de inteligencia a las FANL. Italia, por su parte, le ha dado apoyo al Gobierno de Acuerdo Nacional, pero también ha cooperado con milicias para frenar el flujo de migrantes hacia Europa.

(erc/er)

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