Cuenca, 3 de diciembre de 2018

Lieber Alexander:

Son las doce de la noche y recién hemos llegado a Cuenca, viajando desde Riobamba. Las distancias en América Latina son mucho más largas que las de Europa, eso lo sabrás bien. Pero además, los paisajes son abrumadores. Te habrá pasado lo mismo hace más de 200 años, y a pie por estos lares, con mayor razón. La naturaleza debe haber estado aún más intacta entonces.

Es interesantísimo notar cómo de un momento al otro, junto con la altura y con el clima, la naturaleza cambia por completo. Para llegar a Cuenca pasamos por el páramo. Ahora está lleno de pinos, estos han sido introducidos de manera artificial. No son naturales de allí. Haré un reportaje al respecto, porque me parecería importante averiguar qué efecto tiene esto en el ecosistema del páramo, ya que cualquier tipo de intervención afecta a esta red de convivencia entre flora, fauna y nosotros, los humano, como acertadamente remarcaste ya a principios del siglo XIX.

También visitamos un puente que tú describes en tu diario. El puente colgante de Penipe. No vas a creer el aspecto que tiene hoy. Te lo mostraré también en otro reportaje, y por ahora te envío una foto.

Estamos muy cansados, fueron aproximadamente 11 horas de viaje sobre la Panamericana. ¡Es una carretera para automóviles que cruza toda América, Desde Alaska hasta Tierra del Fuego! Estarías fascinado con eso; seguro te hubieses ido hasta Tierra de Fuego cruzando Chile y Argentina. No hubieses parado en Lima como lo hiciste. Además, a lo largo de la carretera se perciben muchas cosas, aparte de la vegetación. Como se cruzan varios pueblitos, ves muchas personas, percibes en cuestión de segundos su cultura, su música, y hasta su comida. En este trecho pude notar que comen mucho cerdo. ¡Estarías espantado, tú que eres vegetariano! Acá te dejo algunas fotos.

Abrazos,

Carolina

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