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Lille vuelve a nacer

Gerd Schmitz2 de enero de 2004

Fiestas, espectáculos, visiones de una nueva vida y cientos de proyectos culturales es lo que promete la ciudad francesa de Lille, que es conjuntamente con Génova, la "Capital Europea de la Cultura" en 2004.

Lille festeja la capitalidad cultural de Europa.Imagen: AP

La ciudad de Lille, en el norte de Francia, ha hecho inversiones millonarias. Se han remozado fachadas, plazas, calles enteras. Se construyeron tres nuevos hoteles de cuatro estrellas. Esta ciudad que jamás fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial, pero descuidada por muchas décadas, se ha renovado. Respondiendo a la búsqueda insaciable de lo auténtico que tanto gusta al turista moderno, se ha redescubierto Lille y sus lindas avenidas, como por ejemplo la "Rang du Beauregard" del siglo 17.

Lille es la capital de la región Nord-Pas de-Calais y cuenta con 215.000 habitantes. En los suburbios de Lille hay 87 comunidades con más de un millón de habitantes, lo que la convierte en el cuarto centro más grande de Francia. En una circunferencia de 300 kilómetros viven más de 100 millones de europeos, británicos, belgas, luxemburgueses, holandeses, alemanes y obviamente franceses.

Lille fue el centro de la industria textil y carbonífera del norte de Francia, una gris y triste ciudad de trabajadores. Al cerrarse las minas carboníferas y poco después las grandes empresas textiles en Lille, Roubaix y Tourcoing, comenzó una época muy difícil de cambios estructurales. El cambio de la era industrial a la de los servicios. En Lille se registró el choque entre capitalismo y el socialismo. En Saint-Sauver, Pierre Degeyter escribió en 1888 la melodía para el poema de Eugène Pottier "L´Internationale". El visitante moderno sólo encuentra reminiscencias del pasado industrial, por ejemplo en el sector de Moulins, donde los viejos edificios han sido renovados y dan ahora albergue a los estudiantes.

Centro de la ciudad de Lille.Imagen: dpa

El Musée de Beaux-Arts y mucho más

"Los habitantes del norte tienen el sol en el corazón, que no brilla jamás", reza la letra de una conocida canción francesa. Lille es una ciudad viva, alegre y desde el punto de vista estadístico una ciudad muy joven: el 28 por ciento de sus habitantes es menor de 25 años, lo que se debe también a los más de 100.000 estudiantes que viven en Lille.

Lille cuenta, después de Louvre en París, con el segundo museo más grande de Francia. Vale la pena visitar el Musée de Beaux-Arts, con cerca de 3.000 pinturas y cuadros de maestros holandeses, italianos, franceses y españoles. Pero sólo las numerosas obras de Goya, Rubens, Van Dyck, Delacroix, Monet, Renoir, Toulose-Lautrec, Donatello y David, no bastarían para iluminar la imagen gris de la ciudad.

El ánimo renovador surgió hace unos 15 años. Primero llegó el tren de gran velocidad TGV, después la postulación fracasada para las Olimpiadas del 2012 y posteriormente la postulación a "Capital Cultural de Europa". Desde entonces muchos millones de euros de las arcas europeas, han sido invertidos en Lille. El estilo arquitectónico del siglo 17 y 18, una mezcla de piedra arenisca, ladrillos y esculturas de cal han sido liberados de detrás de "renovaciones modernas" y han devuelto al casco viejo de la ciudad su viejo estilo.

Imagen: AP

Vida nueva en el casco viejo

Lille fue una ciudad comercial, sin embargo los comerciantes no contaban con una verdadera plaza en la ciudad, hasta que en 1652, se construyó la suntuosa Vieille Bourse, o Bolsa Vieja, una de los edificios más hermosos de la ciudad. El conjunto está compuesto de 24 edificios de dos pisos con ornamentos en el estilo del renacimiento flamenco. Hoy en día se dan cita aquí, libreros ambulantes y también amantes del ajedrez y en los calurosos atardeceres de verano los amantes del tango.

Escultura "Los tulipanes de Shangri-La", de la japonesa Yayoi Kusuma, en el centro de Lille.Imagen: AP

Después de Avignon y París, Lille es la tercera ciudad francesa que obtiene el preciado título de "Capital Cultural de Europa". Es una ciudad hermosa, una ciudad que ya no atrae al mundo de los negocios pero sí a los turistas en busca de diversión.

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