De lo celestial a lo infernal
19 de octubre de 2011Nike Wagner: "Liszt tenía nobleza de carácter"
Deutsche Welle: Señora Wagner, acude usted normalmente al Festival de música contemporánea de Donaueschingen. ¿Cree que Franz Liszt interpretaría la música que se escribe hoy?
Nike Wagner: Estoy segura de que sí. Franz Liszt siempre se definió como un músico del futuro. Además, impulsó y apoyó las obras de sus coetáneos. Estoy convencida de que hoy se hallaría en los centros donde se estrena música, tanto en calidad de compositor como en la de intérprete.
DW: Creció usted en Bayreuth con la música de Wagner. ¿Cuándo y cómo encontró el camino a Liszt? No se llega a él tan fácilmente como a Mozart…
NW: Cierto. Sus obras no se escuchan lo suficiente. Conocía sus Rapsodias Húngaras y Sueño de amor, una porción mínima de su gigantesca producción. Lamento –aunque debo admitir- no haberme acercado antes a su obra. Finalmente llegué a él a través de los circuitos de música contemporánea, donde siempre escuché comentarios entusiastas hacia su música. Descubrí su obra gracias a aquellas piezas tardías que Bartok definió como “la puerta a la música del siglo XX”. Poco después me encomendaron dirigir un Festival en Weimar y decidí que estaría dedicado a su figura, pues a mediados del XIX, Liszt era aquí una especie de héroe local.
DW: ¿Con qué música podría iniciarse un melómano principante en la obra de Liszt?
NW: Sobre todo, con sus piezas para piano tardías, pero también con su música sacra, que es de un ascetismo casi existencial. La tonalidad ya no está tan definida y la sonoridad tiende a lo melancólico. A partir de ahí, se pueden ir descubriendo obras anteriores, de los años 30 y 40, por ejemplo, también su gran ciclo para piano Años de peregrinaje, o los Estudios trascendentales, que eran imposibles de tocar en su época.
También se puede indagar en el Liszt romántico, capaz de reflejar en su música la naturaleza, el arte y la literatura de su tiempo. No es que hiciera música programática, lo suyo eran elaboraciones poéticas. Hay que conocer también sus poemas sinfónicos, que son como viajes con orquesta. En ocasiones se alejan del ideal por un cierto carácter grandilocuente, pero son auténticas aventuras sonoras. A Liszt le encantaba lo extremo: de lo celestial a lo infernal. Le seducía lo diabólico, lo mefistofélico. Puede decirse que casi hacía música de cine.
DW: ¿La fascinación por Wagner excluye el interés por Liszt?
NW: Creo que ambos compositores pueden fascinar, precisamente por lo diferentes que son. Gracias a Dios, a Liszt no se le ocurrió escribir ópera. En cuanto a Wagner, se trata de un genuino hombre de teatro. Hay que quedarse con la música instrumental y coral de Liszt, así como con su obra sacra y las piezas para piano. Los géneros a los que dedicaron sus esfuerzos los separan. También eran muy distintos en cuanto a carácter: Liszt se convirtió en un afrancesado romántico, y ello se percibe en su obra. Wagner, por su parte, imbuía su música de conflictos humanos. Liszt era idealista y espiritual, Wagner buceaba en la psique de sus personajes.
DW: Cada vez se escucha más a menudo –incluso en círculos especializados- que las obras orquestales de Liszt no tienen demasiada calidad, que era un magnífico virtuoso, pero solo un improvisador pasable, y en ningún caso un buen compositor. Especialmente los poemas sinfónicos son blanco de esas críticas. ¿Qué opina usted de ello?
NW: Ya en la época de Liszt hubo críticas a sus obras orquestales. Una parte del público –e incluso sus amigos, como Schumann y el resto de la escuela clásica- pensaban que Liszt había pretendido pasar de virtuoso del piano a compositor. No entendieron su música programática ni algunos de sus experimentos salvajes. Al contrario de lo que él solía hacer, sus colegas no lo apoyaron. Wagner y Berlioz no lucharon por él, no dirigían sus obras. Y existe el prejuicio de que no tenía talento para la orquestación, pero hay que revisar esta creencia, porque creo que no es cierta. Hay obras algo más flojas, pero hay otras que son muy efectivas y arrebatadoras.
DW: ¿Qué le fascina de Franz Liszt como ser humano?
NW: Liszt tenía nobleza de carácter. Incluso sus detractores están de acuerdo en esto. No es necesario por ello considerarlo un santo, como hicieron algunos de los biógrafos de su época, sino sencillamente tener en cuenta todo lo que hizo: ayudó a aquellos de su coetáneos en cuya música creía, invirtió el dinero que ganó durante sus años como virtuoso en obras de caridad (músicos pobres, viudas, huérfanos, víctimas de catástrofes) e incluso honró la memoria de Beethoven en Bonn. En ese sentido, su altruismo y generosidad no tienen parangón.
DW: Desde hace ocho años dirige el Festival Peregrinajes, llamado así por el conocido ciclo pianístico de Liszt. ¿Por qué es Weimar el lugar adecuado para rendir tributo a la memoria del compositor?
NW: En la historia cultural y política, Weimar tiene un lugar preponderante. Liszt pasó sus años más productivos allí. El nombre de Liszt se relaciona ahora con esta pequeña ciudad, que cuenta así con una figura de renombre mundial como símbolo.
DW: Franz List nació hace 200 años. Las fechas redondas suelen servir a corto plazo para que aparezcan una o dos nuevas biografías, alguna grabación interesante, se programen conferencias, se publiquen entrevistas…Después, vuelve de nuevo el silencio. ¿Qué espera usted a largo plazo de este aniversario?
NW: Espero que tenga efectos duraderos. Deseo que la obra de Liszt se integre mejor en las programaciones de las orquestas y que se pueda escuchar más a menudo. Que la gente haga suya su música sin que haya que esperar hasta los trescientos años de su nacimiento.
DW: ¿Hay alguna obra de Liszt que le llegue especialmente al corazón?
NW: La Sonata en Si menor. Se trata de una pieza extraña: las cuatro partes habituales de la forma sonata se funden en una sola, que mantiene la tensión a lo largo de su más de media hora de duración. Cada día me fascina más.
Autora: Anastassia Boutsko/MS
Editor: Pablo Kummetz