Los últimos días de Hitler
2 de mayo de 2005
Ella es la última testigo. Erna Flegel permanecía hasta ahora en el anonimato en su tranquila residencia. Sólo después de la desclasificación por parte de la CIA de los interrogatorios realizados tras la Segunda Guerra Mundial, su nombre salió a la luz como enfermera de Hitler en sus últimos días. 60 años tardó en narrar sus experiencias en el búnker de Berlín.
Enfermera de la élite nazi
Erna ejercía como enfermera de la Cruz Roja en la Uni-Klinik de Berlín y tenía asignada la atención de los altos cargos nacionalsocialistas. En su jornada laboral atendía tanto en la cancillería como en los ministerios de Hitler.
Fue en 1943 cuando fue llamada por primera vez para acudir al búnker. Poco a poco, sus visitas fueron más frecuentes hasta convertirse en la enfermera oficial de la cúpula del régimen, antes de la toma de Berlín por el ejército soviético.
En la entrevista, publicada por el diario BZ de Berlín, la enfermera ofreció nuevos datos sobre la personalidad del dictador y sus más cercanos. "Hitler no necesitaba cuidados especiales. Había envejecido mucho en los últimos días y su lado derecho seguía debilitado por el atentado que sufrió. Yo estaba allí para ocuparme de los heridos", declara Erna.
También la vida sentimental de Hitler permanece indeleble en la memoria de Erna Flegel. La enfermera califica a la amante del dictador, Eva Braun, de jovencita insignificante. La decisión de Hitler de casarse con ella supuso para Erna un símbolo de la caída del III Reich.
Suicidio colectivo en el búnker
En las últimas horas de su vida, el Führer se despidió de todo el equipo médico antes de quitarse la vida el 30 de abril de 1945. "Salió de un cuarto lateral, nos estrechó la mano, dijo unas cuantas palabras amistosas y eso fue todo", declara la enfermera. Erna Flegel nunca llegó a ver el cadáver de Hitler. Supo que había muerto al ver en el búnker más médicos de lo normal. Su cuerpo fue llevado al jardín de la cancillería e incinerado.
La enfermera también se refirió al suicidio posterior de los altos dirigentes del régimen, en especial al de la familia de Joseph Goebbels, ministro de Propaganda nazi que heredó el mando del Reich tras la muerte de Hitler. Según dice, Erna trató de salvar la vida de sus seis hijos (de entre 4 y 12 años) pero sus intentos fueron infructuosos.
Magda Goebbels no le dio la oportunidad y sus vástagos murieron en el búnker. "Yo pertenezco a mi esposo y mis hijos me pertenecen a mi", atajó la esposa de Goebbels ante las intenciones de la enfermera de evacuar al menos a dos de los niños de Berlín. La enfermera presenció al final el suicidio de la familia Goebbels. Según su versión, fue el dentista Helmut Kunz el que inoculó el veneno a los niños. Posteriormente, el matrimonio se suicidó.
El suicidio colectivo en el bunker acabó en ráfagas de unos contra otros. Cuando ya estaba todo perdido, el grupo de oficiales de las SS que seguía con vida intentó escapar. Pero Erna permaneció en el búnker junto con varias personas esperando la llegada de los rusos y atendiendo a los heridos.
Pese a haber sido un cruel tirano, Erna no tiene nada que objetar a Hitler: "Él se mostró siempre cortés y encantador. Su autoridad era extraordinaria". Con las declaraciones de la enfermera se rompen sesenta años de silencio y misterio alrededor de la muerte de uno de los grandes criminales de la historia.