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El fútbol ejemplar

Daniel Martínez4 de junio de 2014

A la selección alemana que viaja al Mundial de Brasil le está pasando algo que todos hemos vivido en algún momento: basta con que nos jactemos de algo para que precisamente eso empiece a funcionar mal.

Imagen: Markus Gilliar/DFB/dpa

Quizás conozcan la historian de la mujer que ante sus amigas alardea afirmando “mi esposo es el hombre más fiel que hay sobre la tierra” y termina la frase murmurando “trágame tierra” cuando lo ve a la distancia, desprevenido, besando apasionadamente a una chica que lleva del brazo.

Al entrenador Joachim Löw y su equipo les sucede algo parecido: no bien les adjudicaron el papel de ser ejemplo de conducta para el país, empezaron a resbalar en el piso enjabonado de una enorme responsabilidad que desborda la esencia del fútbol: ser deporte y espectáculo.

¿Modelo a seguir?

Un estudio de la European Business School (EBS) publicado este año reveló que para más del 90% de los alemanes la selección de fútbol es una institución “ejemplar”, y que la conducta de sus integrantes es digna de “imitar”. Si se cree a ojo cerrado en esos resultados, el país podría estar a puertas de enfrentar un drástico giro en su vida cotidiana.

Por ejemplo, si la población decide modificar sus costumbres sanitarias para emular a Kevin Grosskreutz. Entonces la gente en vez de ir al baño a orinar lo haría allí donde se encuentre, sin importar el lugar, o la gente a su alrededor. Eso sí, las recepciones de los hoteles se reservarían para que allí hagan sus necesidades solamente aquellos que estén “profundamente frustrados” después de una “dolorosa derrota”.

Por fortuna el salto a la anarquía higiénica es más que improbable, así como también lo es que de un momento a otro las carreteras alemanas puedan convertirse en pistas de carreras solo porque el seleccionador Löw no respetó los límites de velocidad, y en vez de pisar moderadamente el acelerador, decidió apretarlo hasta el fondo mientras hablaba por teléfono.

Los aficionados no van a cambiar su conducta, ni mucho menos van a darle la vuelta a sus valores, simplemente porque los ídolos del fútbol se descascaran y debajo de esa aura de inalcanzables que tienen, sale a la luz la humanidad que comparten con aquellos que los admiran.

En vez de conducir como locos, los alemanes estarán más atentos a un popular mensaje del capitán de su equipo nacional, Philipp Lahm, que también debió haber visto el entrenador Joachim Löw a bordo de su auto. “El exceso de velocidad es así de bueno” se burla Lahm en una valla que lo muestra a la orilla de las autopistas haciendo un gesto con sus dedos que significa “nada”.

La humanidad del futbolista

Una encuesta adelantada por la revista Stern reveló que pese a que el seleccionador Löw perdió su licencia de conducir por sus infracciones de tránsito, el público alemán le sigue considerando una “persona ejemplar”. En el caso de Kevin Großkreutz, el jugador ofreció disculpas, y al final –como debe ser lógico en el fútbol- su rendimiento deportivo pesó más que su falta y por eso irá al Mundial de Brasil con la selección.

Philipp Lahm participó en una campaña para sensibilizar a los conductores ante el exceso de velocidad.Imagen: picture-alliance/dpa

Los dos casos, el del jugador y el del seleccionador, ilustran la humanidad del fútbol, que es practicado y dirigido por personas tan comunes y corrientes como sus hinchas. El “autogol” se lo marca la selección cuando ella misma, como la esposa del “hombre más fiel del mundo”, se vanagloria y se pone por encima de los demás al proclamarse como “modelo social”.

Tener un comportamiento ejemplar es deber de todos. Jugar en representación de un país en un Mundial sí es tarea exclusiva de los futbolistas.

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