Luchan para que por fin se reconozca lo sucedido. Durante mucho tiempo, en la católica Irlanda estuvieron prohibidos los métodos anticonceptivos y el aborto, no se permitían las relaciones sexuales antes del matrimonio y la educación sexual era prácticamente inexistente. En caso de un embarazo no deseado, la mujer era considerada culpable, incluso cuando era fruto de una violación. Las que no querían o no podían abortar en el extranjero de forma ilegal, no tenían salida en un país regido por la Iglesia y la tradición: se informaba al sacerdote y este decidía si la mujer era repudiada o enviada a uno de los 18 hogares católicos para madres y bebés. Paul Redmond nació en uno de esos hogares. Cuenta que él y otros afectados son "sobrevivientes" de un escándalo que aún hoy sacude a Irlanda. A sus 59 años visita repetidamente el edificio donde nació, hoy vacío. Recuerda cómo trataban allí a los bebés: "Muchos estaban desatendidos, los dejaban en la cuna y apenas les cambiaban el pañal. Especialmente a los que tenían alguna discapacidad o un color de piel diferente". Las consecuencias fueron terribles. La historiadora Catherine Corless descubrió en Tuam, en el oeste de Irlanda, una fosa común secreta que contenía los cadáveres de casi 800 bebés y niños. Así fue como destapó este escándalo nacional. Hoy, esta mujer lucha para lograr que se exhumen esos restos humanos. Como Anna Corrigan, quien descubrió que dos hermanos suyos nacieron en el hogar de Tuam. Encontró un certificado de defunción de su hermano John, pero no se sabe qué fue de William. Una exhumación y un test de ADN podrían dar pistas. Anna no pierde la esperanza de que su hermano William siga vivo.