Los Juicios de Núremberg: nazis ante la justicia
17 de noviembre de 2025
La sala 600 del Palacio de Justicia de Núremberg estaba abarrotada mientras el fiscal jefe, Robert H. Jackson, leía los nombres uno tras otro. Su lista era larga.
El "Juicio por Crímenes de Guerra Mayores" contra 24 altos cargos del régimen alemán nazi comenzó el 20 de noviembre de 1945 en Núremberg. Durante los siguientes 218 días de audiencias, se interrogó a más de 230 testigos, se leyeron 300.000 declaraciones y se redacton 16.000 páginas de transcripciones.
La elección del Tribunal de Núremberg no fue casual. Esa ciudad bávara fue escenario de los congresos del partido de los nacionalsocialistas. Allí, el régimen nazi demostró su poder, y allí se anunciaron las Leyes de Núremberg, leyes racistas y antisemitas que allanaron el camino hacia los crímenes del Holocausto. Y por eso, justamente, allí se debía hacer justicia.
Los crímenes nazis no podían quedar impunes
Era la primera vez en la historia que altos representantes de un Estado rindieron cuentas personalmente por sus actos inhumanos. Una novedad en el sistema jurídico internacional.
Tras la derrota de Alemania, las potencias vencedoras aliadas ―EE. UU., Reino Unido, Francia y la Unión Soviética― decidieron que los crímenes del Tercer Reich no podían quedar impunes. Millones de personas habían sido víctimas del régimen nazi: asesinadas en campos de concentración, víctimas de la guerra, el hambre, la esclavitud y los trabajos forzados.
En ese contexto, fue también por primera vez clave la cuestión de la culpabilidad individual. "Hasta entonces, un líder nazi como Hermann Göring podía confiar ―puede que él también lo haya creído― en que Alemania, el Estado para el que actuaba, sería considerada responsable, pero no él mismo", explica el jurista Philipp Graebke a DW.
Nadie se declaró culpable
Al comenzar los interrogatorios, uno tras otro, los acusados se declararon inocentes. "Las matanzas se llevaron a cabo exclusivamente, y sin influencia alguna, por orden del líder estatal Adolf Hitler", proclamó Julius Streicher, un fanático antisemita y editor del incendiario periódico Der Stürmer, que difundió propaganda nazi durante años.
El jefe de prensa personal de Hitler, Walther Funk, en su calidad de presidente del banco central Reichsbank, negó a las personas judías el acceso a sus cuentas bancarias, y organizó el traspaso al Reichsbank de las pertenencias de valor de los judíos asesinados en los campos de exterminio, incluso del oro dental.
En Núremberg, Funk declaró ante el tribunal: "Nadie murió como consecuencia de las medidas que yo di órdenes. Siempre respeté la propiedad ajena. Siempre me esforcé por ayudar a las personas necesitadas y por brindarles, en la medida en que me fue posible, felicidad y alegría en sus vidas".
"¡Inocente!", se declaró también, con seguridad, el mariscal del Reich Hermann Göring, corresponsable de la construcción de los primeros campos de concentración. "Ya he dicho que no sabía ni remotamente hasta qué punto estaba ocurriendo esto", respondió al preguntársele si había existido una política dirigida al exterminio de los judíos. Según él, solo sabía que se había planeado la emigración de los judíos, no su exterminio.
Doce condenas a muerte, siete penas de prisión
Los líderes nazis no mostraron remordimiento alguno y culparon sistemáticamente solo a Hitler, a quien ya no se le podía juzgar, puesto que se había suicidado en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial.
Pero las pruebas eran abrumadoras: películas de los campos de concentración, testimonios de supervivientes, cartas y órdenes de los perpetradores. Por primera vez, el mundo vio las atrocidades cometidas en los campos de Auschwitz-Birkenau, Buchenwald y Bergen-Belsen.
El 1º de octubre de 1946 concluyeron los primeros Juicios de Núremberg. El tribunal dictó doce condenas a muerte, siete penas de prisión y tres absoluciones para los altos cargos nazis acusados.
Alemanes veían los juicios como la "justicia del vencedor"
"Cuando los acusados fueron condenados, la mayoría de los alemanes pensó: 'Por fin hemos atrapado a los verdaderos culpables, y se acabó'", afirma Bernhard Gotto, del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich-Berlín.
Su colega Stefanie Palm añade: "Los juicios de Núremberg instauraron una narrativa en la población alemana: (...) ¡Todos los demás solo cumplían órdenes, eran meros seguidores, no tenían culpa alguna! (...) Se adoptó una especie de perspectiva de víctima: 'Somos víctimas de esta pequeña camarilla en torno a Hitler'".
Por lo tanto, la mayoría de los alemanes se opusieron a los doce juicios posteriores contra abogados, médicos e industriales. El tribunal se consideró un acto de "justicia del vencedor", porque "plantea de inmediato la cuestión de hasta dónde se extiende la responsabilidad por los crímenes nazis", explica Gotto. "Y entonces, de repente, ya no se trata solo de Göring y Keitel, la Wehrmacht, Himmler y, por supuesto, Hitler, quienes supuestamente sedujeron a los alemanes, sino que la carga de esta culpa se distribuye entre muchos más, y la mayoría de los alemanes no estaba dispuesta a aceptarlo".
Juicios de Núremberg, precursores de la Corte Penal Internacional
Hoy en día, los Juicios de Núremberg se consideran un hito en el derecho internacional. En 1945, se esperaba que los estándares legales aplicados en Núremberg se aplicaran a todos por igual. Ningún criminal de guerra debería poder invocar el poder de su cargo o las leyes de su propio país por sí solo.
El jurista Philipp Graebke afirma que, desde los Juicios de Núrembeg, "podemos trazar una línea directa, a través de la tradición de los tribunales de crímenes de guerra de la ONU en la década de 1990, hasta la creación de la Corte Penal Internacional". Sin embargo, "esto no condujo, sin duda, a que, desde 1946, hayamos visto la aplicación impecable del derecho penal internacional, ni a que la veamos hoy", aclara.
La Corte Penal Internacional (CPI) se estableció en La Haya en 1998 e inició sus funciones en 2002. Pero no todos los Estados la reconocen. Las principales potencias no figuran entre los 125 Estados parte del tratado: Estados Unidos, Rusia, China e India. Israel tampoco es miembro.
(cp/rml)