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Los límites del consenso

30 de agosto de 2002

El Bundestag fue escenario de una encendida disputa sobre la forma de financiar la reparación del daño causado por las inundaciones, calificadas como la peor catástrofe que ha sufrido Alemania desde la II Guerra Mundial.

Damnificados presentan solicitudes de ayuda de emergencia en Dessau.Imagen: AP

En principio, parecía cosa de decoro no utilizar el tema de las inundaciones con fines electoralistas. Sin embargo, faltando poco más de tres semanas para los comicios generales, resulta difícil resistir del todo a la tentación. En consecuencia, el debate que tuvo lugar este jueves en el parlamento alemán recordó bastante al primer "duelo" televisado entre los contrincantes, que aún ocupa a los analistas políticos del país.

Unificación de los corazones

El canciller Gerhard Schröder y su retador, el candidato conservador Edmund Stoiber, coincidieron en destacar la magnitud de la catástrofe y en aplaudir la solidaridad manifestada por la población. Schröder llegó incluso a afirmar que la unificación del país se ha consumado ahora también en las mentes y los corazones de los alemanes. Igualmente hubo acuerdo en torno a la necesidad de hacer llegar cuanto antes la ayuda a los damnificados.

Pero hasta ahí llegó el consenso. Las discrepancias saltaron al primer plano a la hora de discutir sobre cómo recabar los fondos necesarios para la reconstrucción. La propuesta del gobierno consiste, básicamente, en retrasar por un año la entrada en vigor de la segunda fase de su reforma tributaria, que preveía un alivio en los impuestos a contar del 2003. Esto, sumado a un impuesto adicional a las corporaciones, limitado a un año, permitiría reunir algo más de 7 mil millones de euros. Además se cuenta con fondos procedentes de la Unión Europea y del ministerio de Transportes, que completarían una suma cercana a los 10 mil millones de euros para paliar los daños.

La réplica opositora

Las cuentas no convencen a la oposición, que propone en cambio echar mano a las ganancias del Banco Central, argumentando que un alza de los intereses sería menos dañina para la economía que un aumento de impuestos. Todo es cuestión del color del cristal con que se mire. Para el gobierno, en cambio, no hay peor veneno que volver a incrementar la montaña de deudas fiscales, que tanto trabajo está costando reducir.

Sea como fuere, los dados están echados. Schröder mantiene su línea, aceptada a regañadientes por la oposición que teme caer en desgracia ante el electorado si bloquea las soluciones propuestas. Eso sí, Stoiber anunció que, de triunfar en los comicios del 22 de septiembre, dará curso a sus propias medidas. Una vez más se vio en el debate a un retador incisivo, que intentó reiteradamente llamar la atención sobre la otra "gran catástrofe" de Alemania: el persistente desempleo, que afecta a cerca de 4 millones de personas. Schöder, en cambio, se mantuvo sereno, consciente de que en lo tocante al manejo de la crisis de las inundaciones, los puntos van a favor del ejecutivo.

Desliz populista

Pese a todos los matices electoralistas que hayan teñido esta discusión, no fueron sin embargo los protagonistas los que pusieron el tono discordante en el debate. El dudoso mérito de haber provocado un escándalo en la sesión parlamentaria recayó en el senador populista hamburgués Ronald Schill, quien afirmó que el país tendría los recursos suficientes para enfrentar el desastre si no destinara tanto dinero a los extranjeros y a la ayuda al desarrollo.

Como su intervención se excedía del límite de tiempo asignado, se le cerró simplemente el micrófono. Una medida práctica que impuso el cumplimiento de las reglas y, de paso, evitó que se siguiera aprovechando la tribuna para lanzar proclamas nacionalistas, a costa de los damnificados por las inundaciones. Algo que, para muchos, si es asunto de decoro.