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Médicos cubanos arriesgan la vidas para escapar de carencias

31 de marzo de 2020

Más allá de la fama que goza el sistema de salud cubano, se esconde una triste realidad para sus médicos tanto en Cuba como en sus misiones. Los doctores cubanos viven, prácticamente, en la miseria, dice Yoani Sánchez.

Coronavirus - Geplante Hilfe für Italien
Médicos cubanos posan con una foto de Fidel Castro, así como con banderas cubanas e italianas, antes de emprender el viaje a Italia. (21.03.2020) Imagen: picture-alliance/dpa/AP/I. Francisco

Los aplausos se sintieron por todas partes. Este domingo a las nueve de la noche, una ovación recorrió Cuba en homenaje al personal sanitario que está en la primera línea de enfrentamiento a la COVID-19. Como en otros países afectados por la pandemia, la gente ha querido reconocer el sacrificio de los médicos. No obstante, en Cuba, los médicos no solo deben lidiar con el riesgo de contagiarse, sino también con el deterioro material de los hospitales y los bajos salarios.

Por décadas, el sistema de salud cubano ha sido muy ensalzado por la propaganda oficial y se ha convertido en casi un mito a nivel internacional. Su gratuidad y extensión se presentan como uno de los grandes "logros de la Revolución" y para muchos, la sanidad de la Isla es un referente de cómo debe gestionarse el sector. Sin embargo, entre los cubanos crece la inconformidad por el estado calamitoso de los hospitales, donde los pacientes deben llevar desde las sábanas hasta los alimentos.

En la medida en que el coronavirus se extiende por el país, donde según las cifras oficiales ya suman 170 las personas que han dado positivo a la enfermedad y cuatro los fallecidos, se pone a prueba todo nuestro entramado sanitario. A favor de los galenos cubanos está que se han formado en la contingencia y en trabajar con pocos recursos, de manera que tienen una especial capacidad para lidiar con la escasez de insumos que por estos días se agudiza. Muchos de ellos son "graduados" en la dura escuela de la crisis crónica.

Yoani SánchezImagen: Reuters

Esa habilidad para hacer mucho con poco es una de las fortalezas que exhiben los médicos cubanos que han partido en los últimos días hacia países donde el coronavirus se está cobrando cientos o miles de vidas. Más de 40 naciones han solicitado el apoyo de los profesionales sanitarios de la Isla, según informó el Ministerio de Salud Pública. Un pedido necesario y, sin duda, una acertada decisión, porque van a recibir doctores experimentados en situaciones de emergencia.

No obstante, hay que decir que la letra pequeña de esos acuerdos entre el Gobierno cubano y los países que reclaman personal sanitario es la que casi nunca sale en los titulares de la prensa en ningún lado. Esos médicos brindarán sus servicios en condiciones de semi esclavitud porque del dinero que pagan los anfitriones solo una ínfima parte terminará en sus bolsillos. 

Nuestros sacrificados doctores trabajarán, sudarán y arriesgarán su vida, pero el mayor beneficiado será un Gobierno que no muestra de manera transparente lo que se hace con cada centavo de las misiones médicas. Aunque las voces oficiales repiten que ese dinero se invierte en mejorar las instalaciones y los servicios sanitarios nacionales, no hay una clara constancia y lo mismo puede ir a salvar vidas que a sostener la represión. 

Por otro lado, aunque el deseo de curar sea la principal motivación de su trabajo, esos doctores tendrán que aceptar que su labor se vista públicamente con los ropajes de la ideología. Basta ver las imágenes de los médicos cubanos antes de partir hacia Italia, posando junto a un retrato de Fidel Castro, para comprender que su viaje está siendo usado también por la Plaza de la Revolución como una operación de marketing. Las autoridades quieren sacarle rédito ideológico a la pandemia y difundir la idea de que un modelo autoritario recorta libertades pero salva vidas. O sea, en estos regímenes, no es posible comportarse como ciudadano, pero sí como un eterno paciente.

El discurso oficial se trastoca cuando uno de esos galenos decide no regresar a la Isla. De la foto sonriente y el epíteto de "héroe de la patria" pasará a sufrir al estigma de ser considerado un "desertor". Basta que no vuelva de una misión y no podrá entrar a la Isla a reencontrarse con su familia por ocho largos años y, además, perderá el salario en moneda nacional que se había ido acumulando en una cuenta bancaria cubana.

Doctores y profesionales médicos cubanos sostienen una bandera cubana a su llegada al aeropuerto de Malpensa en Milán, Italia.Imagen: picture-alliance/dpa/AP/A. Calanni

Entonces por qué van a estas misiones donde arriesgan la vida y donde ganan tan poco, se preguntarán muchos. La respuesta es compleja, pero vale la pena explorarla. Su vocación humanitaria forma parte de las motivaciones, pero hay más: salir de la cárcel insular es un respiro en medio de tan dura cotidianidad. A pesar de estar en una zona de emergencia, allá afuera tendrán acceso a muchos más servicios y productos, así que podrán traer a Cuba mercancías que alivien su situación y la de su familia.

Hace unos años conocí a una doctora, epidemióloga y profesora universitaria, que aceptó una misión médica en Venezuela porque era la única posibilidad de obtener los recursos para reparar el techo de su casa. En Cuba tenemos los duros contrastes de toparnos con un neurocirujano que va a operar un cerebro sin haber desayunado, porque su sueldo no le alcanza para cada día tomarse un vaso de leche, y de un nefrólogo que les pide a sus pacientes que le compren una merienda para sobrellevar la jornada laboral.

A pesar de que hace algunos años el salario de los profesionales sanitarios se convirtió en el más elevado de toda Cuba, ahora mismo es muy difícil encontrar a alguno de ellos que gane más del equivalente a 70 dólares mensuales, eso, en un país donde un litro de aceite vegetal cuesta por encima de los 2,50 dólares y que en las tiendas estatales un litro de leche sale en más de 1,50. Nuestros doctores viven, prácticamente, en la miseria.

Todo eso y mucho más influye en que se suban a un avión para brindar sus servicios profesionales fuera del país, incluso aunque arriesguen sus vidas y a pesar de que sepan que el Gobierno va a quedarse con la mayor parte de sus ingresos. Lo hacen también porque aman su profesión y un día juraron enfrentar la enfermedad y la muerte, porque son magníficos seres humanos, como todos los doctores del planeta, y no porque profesen una ideología ni porque militen en determinado partido.

Ellos, nuestros médicos, son los verdaderos héroes de estas jornadas y no precisamente por lo que dice la prensa oficial. Así que esta noche, cuando el reloj marque las nueve, aplaudiré por ellos frenéticamente en mi balcón. Lo haré para reconocer su esfuerzo, pero no será una ovación por el sistema que los ha condenado a la pobreza salarial y a la docilidad política. Vengan las palmas por nuestros héroes de bata blanca. (few)

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