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La mala imagen de Alemania

27 de marzo de 2013

DW habló con varios expertos sobre la manera en que Alemania es percibida en el bloque comunitario. A su juicio, una mayor integración en la eurozona disiparía la imagen que tiene Berlín de imponer la austeridad.

Imagen: picture-alliance/John Greve

Poco antes de que el Eurogrupo decidiera concederle auxilio financiero a Chipre el pasado lunes (25.3.2013), para evitar que el país mediterráneo quebrara, todas las miradas estaban puestas sobre el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble. Y es que muchos lo ven como el que pronuncia la última palabra. Lo mismo ocurre en otros contextos con la jefa del Gobierno germano, Angela Merkel. “La voz de Alemania es la de mayor peso”, dice Janis Emmanouilidis, del think tank bruselense Centro de Políticas Europeas.

De ahí que, al protestar contra las medidas para poner coto a la crisis de la eurozona, muchos de los afectados dirijan su ira hacia los políticos de Berlín; sobre todo hacia la canciller alemana. “Al final, quienes sobresalen son los que mayor influencia tienen sobre los sistemas. Todo el mundo tiene a Alemania en la mira debido a su tamaño y porque ha sorteado la crisis mejor que otros países”, agrega Emmanouilidis. Esas cualidades despiertan admiración, pero también aversión, comenta el periodista irlandés Derek Scally.

“En la mente de muchos, los alemanes están asociados con nociones de dominación, disciplina o austeridad”, explica el corresponsal del diario Irish Times en Berlín, quien ha vivido en esa ciudad durante trece años y reportado en varias ocasiones sobre los crecientes problemas de imagen de Alemania en épocas de crisis. “Los alemanes son vistos por sus vecinos como prusianos pedantes, con reglas claras que deben ser obedecidas independientemente de lo que esté ocurriendo en la arena política”, cuenta Scally.

Un graffiti en Lisboa caricaturiza a la canciller alemana como el personaje que mueve los hilos tras bastidores en la UE.Imagen: Getty Images

Dimes y diretes

Los medios de otros países europeos han jugado un papel clave a la hora de consolidar esta imagen, lamenta el irlandés. “En tiempos de crisis, lo único que hacen es reproducir estereotipos sobre los alemanes –no siempre relacionados con el régimen nacionalsocialista– o sobre cómo éstos hacen política”, subraya Scally. Por lo general se ignoran los informes del Gobierno de Berlín, según los cuales la pobreza va en ascenso en territorio germano. No obstante, aclara, Alemania también recurrió a prejuicios hirientes cuando comenzó la crisis.

“Durante la campaña electoral previa a unos comicios regionales, Merkel sugirió que los griegos trabajaban menos que los alemanes”, recuerda Scally. Otros políticos y periodistas germanos le echaron leña al fuego pidiendo que se dejara quebrar a Grecia, cuando aún no estaba claro si Atenas sería rescatada por sus socios, omitiendo que “quizás los fondos de pensiones o los bancos alemanes pueden haber estado muy contentos de depositar su exceso de capital en los países periféricos, pensando que era un buen negocio”, sigue Scally.

En lugar de estar conscientes de cuánto depende Alemania del euro para su supervivencia económica, “los alemanes tienden a hacer una lectura muy cómoda de la crisis; dan por sentado que los países periféricos de la UE se excedieron durante una década y que ahora les toca ser socorridos por naciones robustas como Alemania”, añade el comunicador irlandés. Este mensaje no caló bien entre los países con las crisis fiscales más serias. Por otro lado, Alemania se enfrenta al dilema de proponer soluciones a esas crisis sin parecer un Estado “mandón”.

Un manifestante en Nicosia dio rienda suelta a su rabia retratando a Merkel con el bigote de Hitler en una pancarta.Imagen: picture-alliance/dpa

El dilema alemán

Ese dilema se ve complicado por la actitud de otros países ricos, que apoyan a Alemania tras bastidores y dejan que sea Berlín quien hable en los foros comunitarios, apunta Emmanouilidis. “A algunos representantes de los Países Bajos o de Finlandia les conviene esconderse detrás de los alemanes”, pone por ejemplo el experto del Centro de Políticas Europeas de Bruselas. Hasta cierto punto, esta es la razón por la cual a Alemania se le atribuye la responsabilidad por la visión nordeuropea de la crisis, dice Emmanouilidis. Las contrastantes versiones nacionales en torno a las causas y posibles soluciones para la crisis de la eurozona están determinadas predominantemente por los intereses de las fracciones políticas de cada país comunitario.

Es por eso que algunos conservadores insisten en que Alemania no puede resolver por su cuenta sus problemas de imagen. Los fotomontajes de la canciller alemana vestida con el uniforme de los nazis no hablan sobre una falla de carácter de Merkel, sino sobre fallas del sistema de la eurozona que deben ser corregidas, sostiene Emmanouilidis, acotando que él confía en la intención del bloque comunitario de acelerar su proceso de integración para convertirse en una unión bancaria.

Emmanouilidis está convencido de que, si la UE se hubiera transformado en una unión bancaria antes de que estallara la crisis chipriota, los dimes y diretes con atribución de culpas y responsabilidades habrían podido evitarse, al menos en lo que respecta al caso de Chipre. Scally lo secunda: “En cualquier crisis, siempre aflorará el deseo de culpar a otros y absolverse a sí mismo; pero el político que ceda a ese impulso para quedar bien ante el electorado de su país estará actuando en detrimento del proyecto comunitario”, señala Scally.

Autores: Nina Haase / Evan Romero-Castillo

Editora: Emilia Rojas Sasse

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