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Los talibanes en el poder: un año de olvido e indiferencia

Waslat Hasrat-Nazimi
15 de agosto de 2022

El 15 de agosto de 2021, los talibanes volvieron a tomar el poder en Afganistán. Desde entonces, el país sufre de hambre y opresión. La catástrofe no ha sido esclarecida con honestidad, dice Waslat Hasrat-Nazimi.

Un avión en Kabul y una larga fila de personas esperando ser evacuadas, en agosto de 2021.
Evacuación precipitada de fuerzas internacionales de Afganistán al final de un operativo de 20 años de duración. Muchos siguen esperando la oportunidad de salir del país.Imagen: U.S. Air Force/Getty Images

Shona ba shona: hombro con hombro, ese era el lema de las tropas internacionales en Afganistán. Junto con el Ejército y la Policía afganos -según aseguraron en ese momento- querían oponerse con determinación al terrorismo y luchar contra los talibanes. Hoy, un año después de que los talibanes volvieran a tomar el poder, sabemos que esa promesa no tenía ningún valor. ¿Acaso tenían la intención de cumplirla de forma perdurable? Porque los mismos talibanes que fueron combatidos como terroristas en sangrientos conflictos durante 20 años, son ahora aceptados como interlocutores y contraparte de negociación, y no solo desde que tomaron el poder en Kabul. Esa batalla cobró la vida de unos 47.600 civiles afganos. Más del doble de personas resultaron heridas. Millones de afganos están profundamente traumatizados.

Hoy amigo, mañana enemigo

¿Y ahora? Hoy los talibanes son cortejados como gobernantes de facto, y se visita a sus representantes en Kabul, mientras que exsoldados y expolicías de las fuerzas afganas son perseguidos y asesinados. ¿Cómo encaja esto? Unos fueron alguna vez terroristas, y ahora son interlocutores legítimos. Con los otros se trabajó durante años codo a codo, pero han sido olvidados.

Waslat Hasrat-Nazimi, jefa de la redacción afgana de DW.Imagen: Fahim Farooq

Lo que a primera vista puede parecer ilógico es un patrón regular de comportamiento de Estados Unidos. A lo largo de la historia, ese país siempre ha apoyado a grupos militantes, a los que luego declararon sus enemigos, y viceversa. En Afganistán, eso se aplicó inicialmente a los muyahidines antisoviéticos, y luego a los talibanes, que pudieron emerger únicamente gracias al apoyo de Estados Unidos, Pakistán y Arabia Saudita.

Para encubrir esos errores estratégicos, después de la intervención de 2001, en los medios se sacó a relucir la campaña por los derechos de las mujeres y las escuelas para niñas. Al mismo tiempo, la construcción de la nación, la democratización y los derechos humanos siguieron siendo palabras vacías, destinadas a convencer al público de que apoyara la llamada “guerra contra el terrorismo”. Hace un año, el presidente de EE. UU., Joe Biden, dijo en un discurso que su país nunca había estado en Afganistán para construir una nación. ¡Una flagrante contradicción con la narrativa estadounidense de 2001!

Intereses geopolíticos y económicos

A más tardar después de la precipitada retirada de las tropas estadounidenses, desde que se abandonó a los afganos, y sobre todo a las mujeres afganas, queda claro que los intereses reales eran de orden geopolítico y económico. Nadie ganó tanto dinero con esta guerra como las compañías estadounidenses de armamento. Hoy en Afganistán, el 95 por ciento de la gente se muere de hambre. Pero no se responsabiliza a nadie de este desastre.

Hace un año, Alemania tampoco se cubrió exactamente de gloria: el Gobierno alemán no pudo organizar una evacuación ordenada y responsable de todos los ayudantes. Debido a que las autoridades estatales fueron demasiado  temerosas y vacilantes, la sociedad civil alemana tuvo que asumir la mayor carga. Miles de personas, incluidas fuerzas locales del Ejército alemán, de la Sociedad para la Cooperación Internacional (GIZ), y oenegés alemanas, tanto en Afganistán como en terceros países, esperan todavía poder salir del país. Si bien, entretanto, se creó una comisión de investigación en el Parlamento alemán, allí no se logró nada relevante en términos de contenido.

El Gobierno de Ghani sigue tranquilo en el exilio

La Corte Penal Internacional trató de investigar durante años supuestos crímenes de guerra. Sin embargo, se topó con una resistencia masiva, sobre todo, de Estados Unidos. Finalmente, el tema se dejó de lado. Pero eso no debe quedar así. Y no excluyo al corrupto gobierno afgano: el expresidente Ghani y su gabinete deberían testificar ante un tribunal acerca de cómo ayudaron a los talibanes a tomar el poder. ¿Por qué viven cómodamente, y sin ser molestados, en el exterior, mientras en Afganistán la población se muere de hambre, las mujeres son sistemáticamente oprimidas, y las minorías étnicas y religiosas son perseguidas?

Y, después de todo, también nosotros, los periodistas, que hemos escrito durante años sobre Afganistán, debemos reflexionar acerca de qué es lo que podríamos haber hecho de otro modo. ¿Cómo podríamos haber investigado mejor? ¿Cómo podríamos haber acercado mejor el tema a la gente? Desafortunadamente, veo poca conciencia al respecto entre muchos de mis colegas.

Los últimos doce meses deberían haber sido un año de reflexión, de contemplación y de elaboración y esclarecimiento de este asunto. Un año de apoyo y asistencia, hombro con hombro. En cambio, fue un año de olvido e indiferencia. ¿Y en Afganistán? A la gente también le gustaría mirar hacia otro lado y olvidar, pero son ellos los que tienen que pagar por los errores de Occidente. A ellos no los apoya nadie.

(cp/ers)

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