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Lula: jefe de Gabinete durante una hora

Astrid Prange (JC/DZC)18 de marzo de 2016

Caos en Brasil: poco después de jurar como nuevo jefe de Gabinete, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva tuvo que hacer las maletas de nuevo. La crisis política sigue agravándose.

Imagen: Reuters/R. S. Filho/Brazilian Presidency

La Justicia brasileña parece haberle declarado la guerra a la presidenta Dilma Rousseff. Poco después de que su predecesor en el cargo, Luiz Inácio Lula da Silva, hubiese jurado como nuevo jefe de Gabinete, una orden judicial anuló el nombramiento.

El juez responsable en Brasilia, Itagiba Catta Preta Neto, justificó la anulación alegando que el nombramiento del expresidente obstaculiza la investigación que lleva a cabo la Fiscalía sobre el escándalo de corrupción de la petrolera estatal Petrobras.

La orden judicial dictada por Preta Neto hizo que la tensión política se disparara aún más, si cabe, en el país. Tras dos días cargados de dificultades provocadas por las manifestaciones masivas y la reforma del gabinete de Rousseff, la presidenta brasileña ha vuelto exactamente al punto de partida. Tendrá que volver a enfrentarse a la crisis política más grave de su mandato.

Incertidumbre en la sede del Gobierno

Parecía que todo estaba saliendo a pedir de boca: el objetivo de Lula, como jefe de Gabinete, era ayudar a Dilma Rousseff a superar la dramática crisis en la que está sumido su Gobierno. Algo que, indirectamente, también beneficiaba a Lula. Y es que bajo la condición de ministro, Lula podría haber hecho uso de su derecho a transferir la investigación sobre el caso de corrupción en Petrobras de un órgano judicial a otro.

La suposición de que detrás de la anulación judicial yacen motivos políticos no es del todo infundada. Según informan diferentes medios brasileños, el 10 de marzo el juez Itagiba Catta Preta Neto posteó el siguiente texto en la página de Facebook de Rousseff: “Deja de tildar a otros de golpistas y de defender a los que te roban. Pareces una retrasada mental”.

Prueba de esfuerzo democrático

El temor a un golpe de Estado no preocupa sólo a la presidenta, quien en otros tiempos formó parte de la resistencia política contra la dictadura militar brasileña (1964-1985). El politólogo Luis Felipe Miguel, de la Universidad de Brasilia, exige que se cumplan las reglas democráticas: “Esto me recuerda al golpe de Estado militar del año 1964”, dice Miguel. Por más que Rousseff haya demostrado ser una jefa de Gobierno incompetente, un hipotético derrocamiento no se justifica.

Teniendo en cuenta la avalancha de acontecimientos que sufre Brasil todos los días, nadie se atreve a predecir qué va a pasar. La mayoría de los observadores políticos creen que la oposición no descansará hasta que la presidenta DIlma Rousseff deje el cargo.

Lula no, gracias. Miles de personas salieron a las calles de las ciudades brasileñas para protestar contra el nombramiento del expresidente.Imagen: picture-alliance/dpa/R. Nogueira

Es poco probable que se encuentre una solución rápida a la crisis política brasileña. El futuro de Dilma Rousseff y de su Gobierno –con o sin Lula– depende ahora del Congreso. Y eso que el presidente del Parlamento, Eduardo Cunha, es uno de los más feroces opositores políticos de la Presidenta.

El pasado jueves (17.03.2016), 433 de los 513 diputados aprobaron la creación de una comisión especial integrada por todos los partidos políticos destinada a decidir si el proceso de impeachment llega al Parlamento y determinar un plazo para que Dilma Rousseff pueda defenderse. Una vez que Rousseff presente su defensa, la comisión se encargará de elaborar un informe en el que justificará si la acusación posee o no fundamentos suficientes para juzgarla en el Congreso. Como no podía ser de otra forma, este primer paso para lograr su destitución ha supuesto un nuevo revés para la mandataria.

El presidente del Parlamento, Eduardo Cunha, está involucrado en el escándalo de corrupción de la petrolera estatal Petrobras, conocido bajo el nombre de Lava Jato, y cuenta con múltiples cuentas secretas en Suiza.

“Por razones morales no puede procesar a Dilma ya que su nombre aparece en numerosos sumarios”, explica Valeriano Mendes Costa, profesor de Sociología de la Universidad Campinas del Estado de Sao Paulo.

Pero la “indignación moral” es “muy selectiva”. La ira de la población no está dirigida contra el presidente del Parlamento sino contra la presidenta Rousseff, a pesar de que de momento no se ha podido probar su implicación en el escándalo de corrupción. A la jefa de Estado sólo la pueden salvar sus abogados. Por el momento ya han presentado un recurso contra la anulación del nombramiento de Lula como jefe de su Gabinete. La novela política brasileña seguirá dando nuevos capítulos.


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