Cientos de migrantes hacen fila para pedir asilo en EE. UU.
18 de noviembre de 2018
Autoridades locales estiman que los migrantes estarán al menos tres meses esperando poder hacer su trámite de asilo y que muchos se terminarán quedando en la ciudad, como ocurrió con una oleada de haitianos en 2016.
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La espera de los migrantes centroaméricanos
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Cientos de migrantes hicieron fila hoy (17.11.2018) en el puesto fronterizo de El Chaparral en la ciudad mexicana de Tijuana para apuntar su nombre en una libreta y recibir un papelito con un número para solicitar asilo en Estados Unidos.
En la libreta, gestionada por los propios migrantes, el sábado por la mañana había más de 1.400 números apuntados, pero cada uno corresponde a un grupo de personas, y no a un único migrante, como fue el caso de la hondureña Doris García y su familia. García recibió el número 1.423 en un papelito informal para ella, su esposo y sus tres hijos de seis, cuatro y un año y deberá esperar ahora semanas o más probablemente meses hasta que le toque pasar a presentar su caso.
En Tijuana hay unos 2.000 migrantes, en su mayoría hondureños y guatemaltecos, llegados desde el fin de semana pasado en un goteo constante como parte de una caravana que salió hace un mes de Honduras y se mueve a pie, en autobuses prestados o trepados a camiones.
Tomar una decisión sobre su futuro
Asimismo, muchos integrantes de la caravana que esta semana llegaron a la ciudad de Tijuana, esperan reunirse en esta ciudad este domingo o el lunes para tomar una decisión sobre su futuro.
La mayor concentración de centroamericanos, en su mayoría hondureños, se encuentra en el albergue que se instaló en el deportivo Benito Juárez en la popular zona norte de esta ciudad donde las autoridades registraron a 2.397 personas Los migrantes dijeron que esperan la llegada de otras 1.000 personas durante el sábado y que hay otras 1.500 que están en la ciudad de Mexicali con posibilidades de llegar el domingo o el lunes.
Los migrantes en Tijuana esperan la llegada de todos sus compañeros para tomar una decisión aunque muchos ya analizan la posibilidad de quedarse en México para regularizar su situación migratoria y trabajar y otros tienen pensado esperar semanas o meses, mientras trabajan en este país, para intentar cruzar a Estados Unidos en otra ocasión.
Los emigrantes centroamericanos han pasado de la euforia, por su llegada a la frontera de México con EE. UU., a la reflexión ya que han visto el operativo de seguridad que hay detrás de la valla fronteriza con agentes estadounidenses.
Rechazo y apoyo en Tijuana
Por su parte, habitantes de Tijuana que se oponen al flujo masivo organizaron para el domingo un acto de protesta en la Glorieta Cuauhtémoc, mientras que otro grupo convocó a una contramarcha en el mismo sitio a favor de los migrantes.
El propio alcalde de Tijuana, Juan Manuel Gastélum, adoptó un discurso duro al estilo del presidente Donald Trump en Estados Unidos y afirmó que hay delincuentes entre los centroamericanos. "No todos son migrantes", dijo. "Hay algunos que son una bola de vagos, marihuanos, fumando marihuana en la calle", señaló, aunque también hay "algunos buenos".
En la caravana hay numerosas familias con niños pequeños y personas solas que quieren una vida mejor en Estados Unidos, lejos de la violencia y la pobreza en sus países.
FEW (dpa, EFE)
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¿Por qué huir de Honduras?
Ante la ola de personas que emigran en busca de un futuro mejor, cabe preguntarse el porqué de esa difícil decisión. A continuación, algunas imágenes que narran el contexto en el que viven miles de hondureños.
Imagen: DW/Aitor Saez
Periferia de Tegucigalpa
Según datos oficiales, el año pasado se registraron 588 asesinatos en la capital hondureña. Es decir, que la tasa de homicidios cayó a 85,09 asesinatos por cada 100.000 habitantes. En un año Tegucigalpa pasó del cuarto puesto al 36 de las ciudades más peligrosas del mundo.
Imagen: DW/Aitor Saez
Patrullaje
Una camioneta de la policía patrulla las calles de la colonia 28 de marzo, "La 28", es uno de los diez barrios más peligrosos de Tegucigalpa. El crimen se ha reducido en esta zona gracias a la iniciativa de "Policía Comunitaria", que consiste en realizar actividades recreativas con los vecinos en lugar de hacer uso de la fuerza.
Imagen: DW/Aitor Saez
"Casas locas"
Varios agentes acceden a una "casa loca", nombre con que se conoce a las viviendas que las Maras utilizan para torturar y ejecutar a sus víctimas.
Imagen: DW/Aitor Saez
Lucha contra la corrupción policial
Otra de las claves de la disminución de la violencia fue la depuración de la Policía. Se separó del cuerpo policial a 4.500 agentes sospechosos de estar involucrados con el crimen organizado.
Imagen: DW/Aitor Saez
Persecución a la extorsión
Las maras han transformado sus actividades criminales: del asalto y el secuestro al narcomenudeo y la extorsión. La Policía ha centrado esfuerzos en perseguir este último delito, que considera origen de otras formas de violencia. Algunas ONG, sin embargo, denuncian detenciones arbitrarias.
Imagen: DW/Aitor Saez
"Mara o muerte"
José, exmiembro de la Mara 18, borró de su cuerpo el tatuaje de la pandilla, pero no las secuelas por haber asesinado a ocho personas. Tras el asesinato de su hermano, se metió a la pandilla como única solución para proteger a su familia. Ahora quieren matarlo los familiares de sus víctimas, bandas rivales y su expandilla, castigo que aplican a aquellos que abandonan a “la familia”.
Imagen: DW/Aitor Saez
Refugio de expandilleros
Unos 80 expandilleros se esconden en el Proyecto Victoria, una de las pocas iniciativas de reinserción de ex mareros. Esta iniciativa se ubica en medio de la montaña con el objetivo de evitar que sean localizados por sus "exhermanos".
Imagen: DW/Aitor Saez
Mareros desde niños
Jesús entró a la Mara 18 cuando tenía tan sólo diez años. Todo empezó como un juego con tareas de vigilancia menores hasta que empuñó un arma. “No tengo miedo a la muerte... Si pensara que voy a morir, nunca estaría tranquilo”, asegura sobre la amenaza de salir de la pandilla.
Imagen: DW/Aitor Saez
Víctimas escondidas
A su hijo de 12 años lo violaron y golpearon durante dos años. Era la cruel forma en que la Mara de su barrio reclutaba a las personas. Cuando su madre denunció lo acontecido, la Mara los amenazó de muerte, motivo que los obligó a abandonar su hogar. Ahora la familia vive escondida en un hostal y sin poder abandonar la habitación desde hace seis meses.
Imagen: DW/Aitor Saez
Cuatro disparos
La agente Medrano se incorporó a la Policía con 20 años. En ocho años ha recibido cuatro disparos de bala. En una ocasión, tuvo que esconderse en un contenedor para salvar su vida. Aun así, no teme a las pandillas.
Imagen: DW/Aitor Saez
Los barberos de la Mara
Estos dos jóvenes abrieron su propia peluquería y al poco tiempo fueron obligados por la Mara de su barrio a ser sus barberos. Uno de ellos vivió una balacera con la policía mientras que le cortaba el cabello a un pandillero. Ahora su abuela los acompaña a todas partes como protección. “Si estoy yo, una anciana, no los van a matar”, dice.
Imagen: DW/Aitor Saez
Huir o morir
Los jóvenes rezan antes de emprender su viaje a Estados Unidos. Tuvieron que cerrar su peluquería por temor a los pandilleros. Debido a las amenazas, no pueden salir de su casa ni trabajar en otro lugar. “Quiero trabajar tranquilo, tener libertad y desde allí ayudar a mi familia”, aseguró uno de ellos sobre el motivo de su emigración.
Imagen: DW/Aitor Saez
Las mujeres, con mayor riesgo
Esta mujer llora al recordar las siete ocasiones en que ha tratado de llegar a EE. UU. En una de ellas la deportaron en la misma frontera estadounidense. Trata de huir de los maltratos de su exmarido y de la pandilla a la que este pertenece. En su último viaje se llevó a sus tres hijos pequeños, pero fueron detenidos por las autoridades mexicanas por una alerta migratoria de su propio exmarido.