En Uruapan, la "capital mundial del aguacate", las plantaciones se pierden en el horizonte. La ciudad, la segunda del estado de Michoacán, en el centro de México, tiene 300.000 habitantes. Todo parece estar tranquilo este espléndido día de invierno. Los mayores se reúnen en torno a la iglesia, artesanas indígenas venden juguetes de madera. Pero la calma es solo aparente.

Uruapan se ha convertido estos últimos años en una de las ciudades más peligrosas de México. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) se registraron 297 asesinatos en la ciudad en 2018. Son cifras que habitualmente solo se dan en zonas de guerra. En Uruapan hay más probabilidad de ser asesinado que de acertar cuatro de los seis números en la lotería alemana.

El último asesinato, hace dos semanas

Silvia Martínez, de 52 años, no tiene que pensar mucho a qué se debe esto. Es gerente de una empresa exportadora de aguacates que envía docenas de camiones cada día a Estados Unidos. "El último asesinado de los nuestros fue hace solo dos semanas: un intermediario apareció muerto junto a su automóvil", dice Martínez [nombre ficticio], al borde de las lágrimas. Su tierra fue siempre muy tranquila, pero últimamente, casi a diario, teme que alguien la encañone con una ametralladora. "Ahora los narcos tienen el control total de la ciudad. A cualquiera que se resista, lo matan".

En el estado de Michoacán crece el 40% de todos los aguacates que se cultivan en el mundo. La mayor parte se envía a Estados Unidos. En 2018, México exportó 2.700 millones de dólares en aguacates a su vecino del norte. Un kilo, unos cinco aguacates, cuesta actualmente alrededor de 1,40 dólares en Uruapan. En el supermercado al otro lado de la frontera, el precio es de 1.30 dólares cada uno.

Un negocio que no ha pasado desapercibido para los cárteles de la droga. En Michoacán, el enfrentamiento entre el Cártel Jalisco Nueva Generación, actualmente el mayor de México, y el cártel de Los Viagras se viene intensificando desde hace tiempo, dice Javier Oliva, politólogo de la Universidad Nacional de México (UNAM). Su negocio principal sigue siendo la cocaína, la marihuana y las pastillas. "Pero la competencia ha crecido: en lugar de los cuatro grandes cárteles que solíamos tener, ahora hay 250 organizaciones criminales en México", explica. La lucha por controlar mayores zonas está creciendo. Y por nuevas fuentes de ingresos. Según Oliva, esto incluye el robo de petróleo, atracos, prostitución, tráfico de órganos y extorsión. Y aguacates.

El auge del aguacate

El apetito mundial por el nuevo 'superalimento' ha despegado en los últimos años. Solo en Alemania, la demanda se multiplicó por cinco entre 2008 y 2018, según la Oficina Federal de Estadística. Si se pone "aguacate" en Instagram, salen más de diez millones de publicaciones. Los nutricionistas elogian el alto contenido en vitaminas y se supone que las grasas vegetales protegen contra la diabetes y los accesos cerebrovasculares.

El boom del aguacate comenzó en Estados Unidos tras la firma, en 1994, junto a Canadá y México, del tratado de libre comercio TLCAN. Antes, una costosa guarnición gourmet; de repente estaban disponibles en todos los supermercados. Hoy, cada estadounidense come un promedio de 3,2 kilos al año, especialmente con la Super Bowl. El guacamole es a la final de fútbol americano como la cerveza al Oktoberfest.

Israel Cuevas ha vivido este auge en primera persona. Planta aguacates. Con su gorra de béisbol verde y su bigote bien arreglado, conduce a través de una plantación del tamaño de diez campos de fútbol. "Aquí cosechamos varias veces al año, unos 600 kilos por árbol... Hace veinte años, era la mitad", dice el hombre, de 44 años. Los suelos volcánicos y el clima húmedo propician un mayor rendimiento que en cualquier otro lugar del mundo. Durante mucho tiempo el negocio fue bien. "En algún momento, llegaron los pistoleros. Mi jefe tiene que pagar el dinero de la protección hoy, como todos aquí", dice Cuevas. A cambio, se supone que los cárteles garantizan la seguridad.

Escalada de violencia

Pero la gente inocente está cada vez más atrapada entre dos frentes. A principios de febrero, veinte personas, incluidos varios niños, murieron en tres días por los ataques del cártel de Uruapan. Esta semana, la policía encontró una fosa con 24 cuerpos cerca de la ciudad. Noticias como esta se han vuelto tristemente cotidianas en México, un país donde han muerto hasta 250.000 personas desde que comenzó la conocida como "guerra contra la droga" en 2006.

¿Por qué el Gobierno no hace nada al respecto? "En México, la policía local trabaja con el crimen organizado en casi todas partes", explica un alto funcionario estadounidense que entrena a las fuerzas de seguridad mexicanas en nombre de su gobierno. Prefiere no revelar ni su nombre de pila, "por ese tipo de información aquí ruedan cabezas", escribe entrevistado a través de mensajes de texto. No es una forma de hablar. Décadas de corrupción han difuminado por completo la línea entre amigos y enemigos en el país.

Silvia Martínez no cree que el presidente Andrés Manuel López Obrador pueda cambiar la situación. Ocasionalmente llega la Guardia Nacional, la nueva policía, supuestamente inmune a la corrupción. "Pero los soldados se van después de unos días".

(lgc/jov)

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