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México y la tragedia de la Línea 12

14 de mayo de 2021

Al gobierno de AMLO lo que más le preocupa es la repercusión que el desastre del metro pueda tener en las elecciones del próximo 6 de junio, opina Anabel Hernández.

Imagen: Anabel Hernández/DW

"¡Se va a caer!, ¡Se va a caer!” gritan aterrorizados transeúntes y locatarios de los pequeños negocios ubicados en torno a la estación Olivos del metro de la Línea 12, en Tláhuac, cuando por un momento el paso de transporte pesado que transita libremente por la avenida provoca que los restos de la viga de acero y cemento desquebrajada como cáscara de huevo comiencen a temblar, desprendiendo la graba que quedó entre los rieles retorcidos mientras la monumental estructura que costó al erario más de 26 mil millones de pesos cruje como craket.

Es viernes 7 de mayo, y me encuentro en la zona cero del desastre causado hace 3 días por el desplome de un tramo elevado de cerca de 50 metros de longitud de la Línea 12. Cincuenta metros medía el paso de la muerte. El crimen dejo un saldo de al menos 26 personas muertas y 80 heridas, algunas con pronóstico de vida reservado. Pudieron haber sido mucho más si hubiera ocurrido a la hora de máximo tráfico, a las ocho de la noche, cuando en cada vagón la gente viaja como sardinas. Ocurrió minutos después de las diez de la noche, y el metro iba menos saturado.

-¡Pues yo lo que pienso es que hay mucha responsabilidad dentro de los gobiernos que no pusieron atención a las cosas que deben de ser!, de checar los materiales como debe de ser, ahí se va a la deriva y a la deriva, ¡no!... Así lo expone visiblemente adolorido y molesto un vecino de la colonia Olivos, empleado de un pequeño taller mecánico ubicado a un costado del lugar donde ocurrió el criminal derrumbe de la obra inaugurada en 2012 por el entonces jefe de gobierno Marcelo Ebrard con la promesa de beneficiar a los habitantes de la zona oriente de la Ciudad de México, una de las más pobres y necesitadas.

El testigo es un hombre de cerca de setenta años, cabello corto y blanco, viste  humildemente con una camiseta y pantalón sucios por la "talacha" hecha para ganar el pan de cada día. Acepta hablar conmigo mientras sostiene su bicicleta a la que está a punto de trepar para ir a comer a su casa y luego regresar al taller como es su rutina cotidiana.

La claridad y sencillez con la que habla sintetiza las opiniones de muchos de los lugareños con los que he conversado sobre el crimen.

-Hay que tomar punto. ¡Porque son un montón de vidas humanas!  ¡Mira nomás que crueldad, es un dolor para todos, porque tal vez pudieron ser mis hijos, mis nietos!, ¿Sí o no? - me cuestiona- ¡Es injusto!, ¡en serio!.

Habla y me mira a los ojos buscando que por favor alguien vea y crea que eso que pasó es injusto. Doblemente infame porque afecta a familias de clase trabajadora para quienes el metro se supone debería ser una salvación y no una tumba.

En la zona cero del desastre se respira  aún el polvo que se levantaba cada vez que un camión pesado o de transporte público pasaba por el lugar, el olor de las velas encendidas en un altar improvisado por vecinos del lugar en honor a las víctimas al pie de la imagen de la Virgen de Guadalupe, Patrona de México. De piel morena como las poblaciones indígenas que hace cientos de años llegaron a asentarse a la zona lacustre de Tláhuac.

A un costado está el monstruo de cemento derribado, con los cables eléctricos y delgadas varillas expuestas, moviéndose con el aire como si fueran pedazos de sus venas y nervios expuestos.

Una muerte anunciada.

-Se les avisó con tiempo ahí, que ya estaba el tronido de esa cosa!, porque ya estaba abierto_ continúa su relato el mecánico_ Porque venía yo con mi viejita (esposa) del Wall Mart y me dice mi chavo (hijo) "¡Mira ya se abrió, vámonos rápido!”.

-¿Ya de días previos?- lo cuestiono con cierta incredulidad.

-¡Ya se había visto desde cuando!... responde.

Otro mecánico del taller interviene.

-Ya tenía días tronando cuando pasaba el tren.

-¿Tronaba?

-Tronaba cuando pasaba el tren- repitió.

-Estábamos viendo la televisión cuando de pronto interrumpen y dicen que hubo un incidente en la línea Tláhuac -retoma su discurso el primer mecánico- ¡Ay madre mía!, ¡Los Olivos! Vivimos aquí a cien metros...

-Usted que había visto la fisura ¿qué pensó cuando vio la televisión?-, le pregunto.

-¡Míre nomás que crueldad! Esto no es cosa de Dios, es cosa de seres humanos irresponsables.

Mientras el mecánico habla del dolor de la gente de Olivos, la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, una de las favoritas del Presidente Andrés Manuel López Obrador, con cara de palo, inexpresiva casi hasta lo inhumano, da conferencias de prensa lavándose las manos y señalando que la responsabilidad del crimen está en otra parte, no en su gobierno. Lo asegura categórica antes de que se inicie la investigación judicial y se terminen los dictámenes técnicos.

No es la primera vez que se ve confrontada con la muerte de decenas de ciudadanos. La persigue el karma de su negligente forma de gobernar. En 2017 cuando era delegada de Tlalpan en un terremoto se derrumbó una escuela privada llamada Colegio Rebsamen. Murieron igual 26 personas, sí, 26. Diecinueve era niños.

Igual que ahora, Sheinbaum dijo que no era su culpa, aunque era obligación de la delegación supervisar que las escuelas cumplieran con los reglamentos de construcción, salidas de emergencias y todas las medidas de protección civil. Ella no hizo ese trabajo, como tampoco en el metro, y la falta de prevención y clausura anticipada de la escuela provocó la muerte de los niños.

Para Sheinbaum, el concepto de "justicia” es que la directora del colegio sea la única que está en prisión, mientras ella ahora es la gobernadora de la Ciudad de México (CDMX). Ya conoce el camino y quiere transitarlo de nuevo ¿Podrá? ¿La sociedad lo va a permitir?

Carne de cañón.

El mecánico monta su bicicleta y se aleja con los ojos llorosos. La gente pasa por el lugar de la infamia y se persigna. Ahí está todavía el vehículo rojo aplastado en el que viajaban aquella noche José Juan Galindo y su esposa, quien es la única que sobrevivió. Tláhuac duele.

En esta localidad de origen prehispánico se encuentra San Andrés Mixquic, uno de los lugares de México donde más arraigada está la cultura indígena, proveniente de los pueblos originarios, de recordar a los muertos. Cada año se colocan altares monumentales, alegres y coloridos, en honor a los que se fueron. No como algo fantasmagórico o supersticioso, sino como una muestra de amor y respeto que año con año conmueve al mundo.

Es irónico que varias de las columnas de la Línea 12 estaban decoradas con murales de calaveras antes del desastre. Ocho personas originarias de Mixquic murieron en el desplome del metro.

Camino y llego al encuentro con Alejandro Durán Raña, empresario que llegó a vivir a Tláhuac hace cincuenta años. Ahí creó diversas fuentes de empleo y organizaciones de beneficencia como casas hogar, un centro de rehabilitación para niños con parálisis cerebral. Es vicepresidente de la asociación de empresarios de Tláhuac. Durán Raña es copropietario del hotel Siesta del Sur ubicado justo a unos pasos del desastre del metrot, donde trabaja de nueve de la mañana hasta las 8 de la noche.

Como empresario del lugar conoce bien el abandono. Afirma que el tema del derrumbe del metro es el colofón de años de ignorar a esa parte de la CDMX, en donde se ve a las personas con el rostro de "votos baratos”, no como ciudadanos.

Durán Raña asegura que en Tláhuac hay más de cien colonias irregulares donde las familias viven en situación paupérrima, no tienen agua, luz ni drenaje.

Afirma que la situación ha empeorado en los últimos seis años cuando comenzó a gobernar el partido Morena. La pobreza, el hacinamiento, el abandono de la delegación propició que Tláhuac se convirtiera en un refugio para miembros del crimen organizado, como la organización creada por Felipe de Jesús Pérez Luna alias "El Ojos”, quien desde ahí controlaba el narcomenudeo en la zona Oriente de la CDMX. "El Ojos” murió en un operativo, pero su familia heredó el cartel.


Anabel Hernández.

A la par que el crimen creció, los alcaldes abandonaron los parques y escuelas públicas. En muchas, explica el empresario, hasta antes del COVID-19 los niños tenían que sentarse en el suelo dentro del salón de clases. Se deterioró el alumbrado en las calles y vialidades quedaron como zona de guerra.  Una perversa fórmula para ceder el territorio a la delincuencia.

Eran las diez y veinte de la noche del lunes 3 de mayo. Durán Raña estaba platicando con vecinos de la Colonia Selene cuando entró una llamada telefónica diciendo que se cayó el metro y luego le mandaron los videos.

-Venimos y está muy raro porque están las dos columnas perfectamente paradas y se partió a la mitad. Para mi es una falla humana, estuvo mal construido y hubo mal mantenimiento por supuesto, porque de haber habido mantenimiento se pudo haber prevenido lo sucedido- señala.

Cuando llegó, dice, todavía estaban sacando personas, vivas y muertas. Eso duró hasta la mañana siguiente. Había personas que estaban prensadas.

-¿Cuándo llegó, qué fue lo que vio? Le pido que regrese a ese momento y nos platique…

-Era antes de que llegara la cruz roja y protección civil; hubo gente tratando de ayudar…- dice Durán Raña y comienza a llorar.

- Aquí en esta ruta viene la gente que vive en Valle de Chalco, otra de las zonas periféricas de la ciudad de México más pobres, gente de Milpa Alta, gente de Xohimilco- continúa- es un accidente que le pega a una clase social muy vulnerable, le pega a los de abajo

-El nuevo gobierno dice que los ayuda…se promueve como el gran benefactor, ¿Qué piensa de esto?- le pregunto.

-Que no es cierto. Yo siento que lo que el gobierno que da son ayudas clientelares, básicamente lo que hace es compra de votos, es la verdad, no hay otro modo como decirlo.

Explica que la gente en Tláhuac está muy enojada, el colapso del metro es la gota que derramó el vaso. El nunca antes había buscado un puesto de elección popular. Ahora es candidato de la alianza PRI-PRD como alcalde. Y lleva más de diez puntos de ventaja en las encuestas sobre la candidata de Morena, Berenice Hernández, quien hasta hace poco fungía como secretaria tomando apuntes del  actual alcalde morenista, Rigoberto Salgado.

Morena castiga a la población que no está con el partido. Un ejemplo es que por la grave escasez del agua, esta llega cada cuatro meses. El gobierno manda periódicamente pipas de agua, denuncian Durán Raña y otros vecinos, pero antes de repartirla entre los hogares y establecimientos primero preguntan a la gente por quién van a votar. A la gente que dice que votará por un partido distinto a Morena, los dejan sin el vital líquido.


Imagen: Anabel Hernández/DW

¡Al carajo! con las víctimas

"¡Al carajo!”, dijo de mal humor el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando hoy más temprano, en su conferencia de las mañanas, le preguntaron por que no ha ido a Tláhuac a la zona del desastre.

Dijo que no era su estilo la hipocresía, "eso tiene que ver con lo espectacular y lo que se hacía antes…al carajo ese estilo…eso tiene que ver con el conservadurismo”, afirmó AMLO.

En contraste, en noviembre de 2020 suspendió todas su gira de trabajo por Nayarit y Sinaloa y viajó para tomarse  fotos y videos a Tabasco, su estado natal, recorriendo en helicóptero las zonas afectadas por las tormentas Delta y Eta.

"Se gastará lo que se necesite para la reconstrucción” dijo AMLO, tomándose la foto en la zona inundada.

La realidad es que el Presidente teme al reclamo de sus "pobres”, los que piensa haber comprado con los programas sociales paternalistas pero a quienes la negligencia de su gobierno mata, abandonando instalaciones estratégicas en zonas populares, como la Línea 12. Y dejando sin medicinas los hospitales, complicando la recuperación de los sobrevivientes.

Más que la pérdida de vidas, y personas que quedaron con su cuerpo y movilidad destruida, al gobierno de AMLO lo que más le preocupa es la repercusión que pueda tener en las elecciones del próximo 6 de junio.

Antes de venir a la zona cero hablé con algunos estrategas del gobierno de AMLO, que presumen que ellos ya tienen resuelto el problema político tanto para Sheinbaum, que no previó lo que era previsible, como para Ebrard, hoy Secretario de Relaciones Exteriores del gobierno de México. Ambos son los principales candidatos de AMLO para la sucesión presidencial en 2024.

Los cañones del pelotón de la 4T apuntan al senador Miguel Ángel Mancera, ex gobernador de la CDMX, y a ex directores del Metro. No es posible ni creíble que pueda ser el único responsable.

Se ha diseñado ya toda una estrategia que incluye redes sociales, medios de comunicación y diputados y senadores de Morena, para dar pan y circo a la sociedad adolorida y fusilar públicamente en el paredón a Mancera.

Hay que ir a Tláhuac para entender y sentir la inmoralidad de proteger los intereses políticos por encima del de las víctimas.

Ya basta que la 4T use a la gente más desprotegida como carne de cañón.

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