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Las amplias avenidas y plazas hacen de Múnich una verdadera residencia real, como atestigua su palacio en el centro de la ciudad, impresionante ejemplo de cultura cortesana. En su sala renacentista de 66 metros celebraban los monarcas bávaros espléndidas fiestas. A su afán constructor se debe también el lujoso boulevard Maximilianstraße, donde radican hoy negocios que llevan aún la marca de calidad "suministradores de la real casa bávara".
Aquellos reyes también cuidaron la calidad de la cerveza, y su Norma de Pureza se considera la primera ley alimentaria de todo el mundo. Crearon además toda una institución bávara: la Hofbräuhaus, que hoy es símbolo del amor bávaro por la cerveza y la alegría de vivir.