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Malala: ícono de la lucha contra la opresión femenina

Esther Felden (VC/PK)10 de diciembre de 2014

Este miércoles (10.12.2014), Malala Yousafzai recibió el Premio Nobel de la Paz. La paquistaní se ha convertido en una figura simbólica de la lucha contra la opresión de las mujeres. Un retrato de la joven de 17 años.

Imagen: Reuters/NTB Scanpix/C. Poppe

El título de su autobiografía reza: “Yo soy Malala. La joven que defendió el derecho a la educación y fue tiroteada por los talibanes.” Este libro salió en octubre de 2013, justo un año después de que los talibanes la atacaran e hirieran gravemente en Pakistán. El 9 de octubre de 2012, Malala y una amiga regresaban de la escuela. Ya desde hace tiempo, la joven era una molestia para los extremistas, porque luchaba por el derecho de las niñas a la educación. Aquel día, los talibanes asaltaron el autobús escolar en el que viajaba Malala y le dispararon en la cabeza. La joven paquistaní fue operada en Gran Bretaña, donde durante meses luchó por su vida. Hoy en día, aún vive allí junto con su familia.

El despertar de un ícono

"Gracias a Dios sigo viva". Este fue el primer pensamiento que le vino a la mente cuando despertó de su coma en un hospital en Birmingham, escribe Malala en su autobiografía. Los medios internacionales siguieron con gran atención su proceso de convalecencia. Su destino la ha convertido en una figura simbólica de la lucha contra la opresión de las niñas y mujeres. Los talibanes fallaron en su intento de hacerla callar, puesto que Malala pronto volvió a alzar la voz y, esta vez, sobre un escenario mucho más grande.

En 2013, Malala recibió el Premio Sájarov del Parlament de la UE.Imagen: Reuters

La Fundación Malala, una organización sin fines de lucro, apoya financieramente a niñas paquistaníes para que puedan asistir a la escuela. En su autobiografía, Malala señala: “No quiero ayuda para mí misma. Solo deseo que se apoye mi causa: paz y educación”.

Cuando cumplió 16 años, en julio de 2013, la joven habló ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York, donde fue ovacionada. Después, recibió una invitación de la reina británica. Asimismo, fue condecorada con vario premios internacionales, por ejemplo, con el Premio Internacional de la Paz para los Niños. La organización pro derechos humanos Amnistía Internacional la nombró “Embajadora de la Conciencia”, y en noviembre de 2013 incluso recibió el renombrado Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia del Parlamento de la Unión Europea.

Emoción y resentimientos

"Es casi como si todos hubiéramos recibido el premio", dijo en aquel entonces una ex compañera de clase de Malala. También el exmaestro de la galardonada, Fazal Khaliq, dijo estar muy orgulloso. “Ha hecho cosas buenas para su patria. Antes el nombre del Valle del Swat se asociaba con terrorismo”, cuenta el maestro en entrevista con DW. Gracias a Malala, ahora todo el mundo sabe que en el Valle del Swat también viven personas pacíficas que luchan por la educación, añade.

Sin embargo, no todos en Pakistán ven con ojos buenos la lucha de la joven. Al contrario: “Después del atentado y su salida del país y sobre todo después de su discurso ante la ONU hubo aquí una campaña muy desagradable en su contra”, explica Britta Petersen, quien en aquel entonces fue directora de la Fundación Heinrich-Böll en Islamabad. “Algunos acusan al padre de Malala de instrumentalizar a su hija. Lo insultan de proxeneta y a ella de 'prostituta de Occidente'”, dice Petersen.

En entrevista con la cadena de televisión BBC, con motivo de la publicación de su libro, Malala Yousafzai, hizo un llamado al diálogo con los talibanes. Según la activista, esa “sería la mejor manera de resolver los problemas y luchar contra la guerra”. Asimismo, expresó su deseo de regresar lo más pronto posible a su país natal y de participar activamente en la política.

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