También en este segundo verano europeo de pandemia el negocio del turismo marcha lento en Mallorca. Mientras los mallorquines temen por su supervivencia económica, la Policía intenta poner coto a las fiestas ilegales.
Publicidad
Paul Patrovsky no debería tener un minuto de descanso por estos días. Pero este guía de turistas dispone de más tiempo libre del que quisiera. "Si tengo cuatro excursiones a la semana ya es mucho”, dice. Una cantidad muy inferior a la de años normales.
La situación es tensa en este segundo verano de pandemia. A diferencia del año pasado, ahora es posible realizar viajes turísticos, pero no en la misma medida que antes de que apareciera el COVID. En el aeropuerto de Mallorca se registró en julio casi un 50 por ciento menos movimiento de pasajeros que en igual mes de 2019. La asociación de hoteleros cifra la ocupación de sus establecimientos en la isla en un 65 por ciento. En tiempos normales, los hoteles están copados en agosto. Debido a la escasa demanda, apenas dos tercios de los cerca de 700 hoteles de la isla han abierto.
"El negocio marcha mejor que el año pasado, pero no basta para pasar el invierno”, dice Patrovsky. Decenas de miles de personas dedicadas al turismo solo tienen ingresos regulares durante seis u ocho meses al año. El guía de turistas dice que también él ha tenido que ajustarse el cinturón, pero agradece que su mujer tenga un trabajo seguro. "Pese a todo, me cuento entre los privilegiados. A otros los ha golpeado mucho más duro”.
Publicidad
Gastronomía en aprietos
Por ejemplo, a los trabajadores del sector gastronómico, que durante meses solo pudieron abrir, en el mejor de los casos, con restricciones. Por momentos, solo estuvo permitido el servicio de despacho, y luego hubo limitaciones de aforo en los locales. Helmut Clemens, vicepresidente de la asociación de gastrónomos, estima que cerca de un 40 por ciento de los establecimientos del ramo no sobrevivirán a la pandemia. La ayuda prometida por el gobierno aún no les ha llegado.
La temporada turística había tenido un comienzo promisorio. Gracias a los meses de restricciones, la incidencia de contagios se mantenía en un nivel bajo, la campaña de vacunación marchaba bien y las oficinas alemanas de turismo reportaban alta demanda de viajes a Mallorca. Pero todo cambió. El gobierno de las Baleares relajó las medidas contra el coronavirus, comenzaron a llegar los turistas, y los contagios se dispararon. Las autoridades sanitarias identificaron sobre todo las desenfrenadas fiestas al aire libre como focos de infección.
Ardua labor policial
Especialmente en las principales áreas turísticas, como Playa de Palma y Magaluf, las noches volvieron a arder. A eso se suma que también los jóvenes mallorquines querían festejar, después de meses de privaciones. En consecuencia, la policía no cesa de trabajar por las noches, tratando de poner coto a borracheras masivas y fiestas ilegales.
Entretanto, ha vuelto a entrar en vigor una prohibición de contacto de 1 a 6 de la madrugada. No obstante, el porcentaje de contagios subió marcadamente, ante lo cual el gobierno alemán declaró en julio a toda España "zona de alta incidencia”. Fue un duro golpe para el sector turístico de Mallorca, debido a la consecuente obligación de mantener cuarentena al regreso a Alemania, impuesta a los viajeros que no estén vacunados o hayan superado la enfermedad del COVID. También el Ministerio de Sanidad español catalogó a varios estados federados de Alemania como zonas de riesgo, lo que dificulta adicionalmente el ingreso de turistas.
Paul Patrovsky se esfuerza por ver las cosas de manera positiva. Para él, el tiempo libre de que dispuso en los últimos meses también tuvo algo bueno: para no quedarse en casa de brazos cruzados, se postuló como comparsa en una producción de la TV alemana que se filmó en la isla. "Fue muy emocionante ver cómo funciona eso”, cuenta. Y casi le apena que ya se acabe. Porque en septiembre tendrá presuntamente más trabajo como guía; está previsto que en el lapso de cuatro semanas lleguen al puerto de Palma 39 cruceros con miles de turistas que querrán conocer la ciudad.
(er/ms)
Mallorca, el paraíso vacacional de los alemanes
Incluso en época de coronavirus, Mallorca sigue siendo uno de los principales destinos turísticos de Europa. A los alemanes este lugar les resulta especialmente atractivo. ¿Por qué?
Imagen: picture-alliance/dpa/T. Reiner
No puede haber mejores vacaciones que éstas
Quinientos kilómetros de costa, bahías apacibles como Cala Formentor (en la foto) y temperaturas cálidas incluso en otoño, hacen de la mayor de las Baleares un lugar ideal para pasar las vacaciones. Viajeros solitarios, grupales o celebridades, para todos hay espacio en Mallorca. Y está al alcance de la mano a buen precio: desde Frankfurt se llega a esta isla en solo dos horas y media.
Imagen: picture-alliance/imageBROKER/D. Schoenen
Cómo comenzó todo
En 1833, se estableció un servicio regular de ferry entre Barcelona y Mallorca. Pero fueron unos amantes los que hicieron de la isla un destino apetecido. La escritora George Sand y el pianista Frédéric Chopin pasaron el invierno de 1838/1839 en un monasterio de Valldemossa (en la foto). La novela "Spiridión" fue escrita allí y su descripción de la isla desencadenó el primer boom turístico.
Los primeros turistas de comienzos del siglo XX llegaban principalmente de España y Reino Unido, buscando naturaleza y romance. La mayoría de las playas de Mallorca siguen sin ser explotadas a cabalidad, como estas de Calvià y Alcúdia (en la foto). En 1935, el clima templado atrajo a 50.000 turistas, en 1950, ya eran 100.000 y, en 1960, llegaron al millón.
Imagen: picture-alliance/dpa/N. Schmidt
Auge de vacaciones junto al mar
En la década de 1960, el turismo empezó a crecer velozmente. A lo largo de la costa aparecieron hoteles y pioneros de la venta de viajes, como Neckermann y Dr. Tigges, que invirtieron con prontitud. Los alemanes querían vacaciones asequibles y tranquilas, que es lo que obtuvieron en Mallorca. El pequeño pueblo de El Arenal, a 20 kilómetros de la capital, Palma, pronto se volvió irreconocible.
Imagen: picture-alliance/dpa/C. Margais
La zona de fiestas
A comienzos de los 80, El Arenal era el centro de reunión de los veraneantes. Además de alemanes, británicos y escandinavos llegaban al lugar a celebrar fiestas. El "Ballermann 6" rápidamente se volvió un punto de encuentro para las orgías alcohólicas. La palabra es una alteración alemana de "Balnearia", nombre de los puestos de playa, que se instalan cada 500 metros y están numerados del 1 al 15.
Imagen: picture-alliance/dpa/H. Ossinger
Palma: cultura con playas
La catedral es uno de los puntos de referencia de la capital de la isla, Palma, y también uno de sus lugares más visitados. Hasta la crisis del coronavirus, los 400.000 habitantes de la ciudad luchaban contra el exceso de turistas. Esto, por los cruceros que atracan y llenan las calles del casco antiguo con miles de visitantes. En 2019, más de 7 millones de personas pasaron una noche en Mallorca.
Imagen: picture-alliance/ZB/J. Kalaene
El espectacular almendro en flor
La primavera y la temporada baja comienza en Mallorca con el florecimiento de los almendros. Los primeros turistas disfrutan de una atmósfera aún plácida en la isla, donde pueden gozar a sus anchas de pintorescas localidades y villas del interior, además de variada naturaleza. Más de un tercio de la isla son zonas naturales protegidas.
Imagen: picture-alliance/dpa/R. Wittek
El llamado de la montaña
Aquellos que aman los desafíos deportivos se dirigen sin titubear a las montañas Tramuntana, donde las alturas -que suelen superar 1.000 metros- cubren amplias zonas del norte y este de la isla. Los ciclistas de montaña pueden encontrar senderos impresionantes, como el de Cap Formentor. Los excursionistas pueden tomar el tramo GR 221 y los ciclistas de carrera, los serpenteantes pasos montañosos.
En el agua se pueden vivir grandes experiencias. Al menos en Mallorca. Aquellos que no se pueden permitir el lujo de un yate, al menos podrán disfrutar de la belleza de puertos pesqueros como Cala Figuera, Porto Colom o Port Sollér. Antiguamente, a través del puerto de Sóller, las naranjas cultivadas en las montañas mallorquinas eran enviadas a Francia.
Imagen: picture-alliance/dpa/J. Tack
Las fincas, una alternativa a los hoteles abarrotados
Los que deseen escapar del ajetreo y el bullicio de las playas pueden encontrar espacio en una finca, que suelen contar con todas las comodidades del caso. Acá, la relajación está garantizada. No importa si eres amante del sol, de las fiestas, buscador de paz o un vacaconista hiperactivo. En Mallorca hay espacio para todos. Cuatro millones de alemanes al año no pueden estar tan equivocados.(dz/vt)