La piedra en el zapato del chavismo
27 de noviembre de 2014 “En los últimos meses, el régimen me ha acusado de todo”, escribía meses atrás María Corina Machado en una columna titulada “Asesina”. Con el escrito publicado por el diario El País, la líder de la oposición venezolana respondía a los señalamientos oficiales que la vinculan con un presunto plan urdido para matar al presidente Nicolás Maduro.
Terrorismo, traición a la patria, instigación pública y ahora magnicidio. La imputación por el delito de conspiración de las últimas horas entra a engrosar la larga lista de acusaciones que la exdiputada venezolana ha tenido que capotear a lo largo de su vida política; una carrera que iniciara con aquel referendo de 2004 en contra de la continuidad en el poder de Hugo Chávez. Desde entonces, la dirigente al frente del movimiento prodemocrático Súmate –la plataforma política promotora de la recolección de firmas que permitió convocar este referendo, finalmente favorable al oficialismo– se ha convertido en la mujer más incómoda para las filas chavistas.
Figura que polariza
Madre de tres hijos, de cuna privilegiada, precandidata presidencial en 2010, disidente dentro de la oposición, promotora del libre mercado. Para sus seguidores, Machado es una aguerrida defensora de los valores democráticos; para los chavistas a ultranza, una oligarca al servicio de Washington. Junto con el alcalde de Caracas Antonio Ledezma y el hasta ahora encarcelado Leopoldo López, esta mujer de 47 años lideró esa ala dura de la oposición venezolana detrás de las protestas que por cerca de cuatro meses, desde el pasado 18 de febrero, convulsionaron Venezuela.
La reciente imputación bien podría ser la cuenta que los chavistas le pasan a la dirigente por liderar estas manifestaciones, bautizadas como La Salida, que dejaron un saldo de 43 personas muertas y más de 3.000 detenidos. Ya a finales de marzo, cuando los enfrentamientos entre opositores y fuerza pública llegaban a su punto más álgido, las fuerzas mayoritarias de la Asamblea Nacional dejaron en claro su poder de mando. María Corina Machado, la diputada con la mayor votación de Venezuela, perdía su escaño por atreverse a desafiar al gobierno de Maduro en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Vocera internacional
Ante el Consejo Permanente de la organización panamericana, Machado se propuso denunciar el pasado 21 de marzo lo que a sus ojos es la precaria situación de los derechos civiles en su país. Ante el soterrado veto de la delegación venezolana, el gobierno de Panamá –con el que Venezuela ha roto relaciones diplomáticas– declaró a la opositora venezolana “embajadora alterna” como medida para que esta pudiera tomar la palabra.
Finalmente, la voz opositora no pudo ser escuchada en Washington y su efímero nombramiento como embajadora panameña condujo a su destitución parlamentaria, decisión tomada en la Asamblea por el número dos del chavismo, Diosdado Cabello, y ratificada de forma exprés por el Tribunal Supremo de Justicia el 1 de abril.
Esta determinación conllevó a la pérdida de la inmunidad parlamentaria y, a su vez, a la vinculación de su nombre con la investigación que adelanta la justicia venezolana sobre el supuesto plan para acabar con la vida del presidente Maduro. A raíz de estas pesquisas, María Corina Machado, la voz más crítica contra el chavismo en escenarios internacionales, está impedida para salir de Venezuela desde junio, cuando fue interrogada por la Fiscalía en calidad de testigo.
Sobra anotar que la opositora desconfía de sus garantías procesales. Machado alega que las supuestas pruebas que presentó el gobierno en su contra son un montaje. ¿Silenciará la justicia –o el gobierno– la voz femenina más aguda de la oposición venezolana? Incierto aún, mas Machado es tajante al desestimar las acusaciones que hoy enfrenta: “La ruta es clara e inequívoca: ni magnicidio, ni golpe de Estado: exigimos la renuncia de Maduro”.